Videla, Borges, Sábato y Haroldo Conti: los escritores y la dictadura

Dos semanas después del secuestro de Conti, Borges y Sábato almorzaron con el dictador y lo llenaron de elogios, aunque años más tarde denunciarían el accionar represivo ilegal. El pedido que no fue.

El 19 de mayo de 1976, el presidente de facto Jorge Rafael Videla almorzó con Jorge Luis Borges; Ernesto Sábato; el entonces presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, Alberto Ratti, y el sacerdote nacionalista Leonardo Castellani. La foto de ese encuentro, que duró dos horas, se convirtió en una imagen emblemática, criticada y analizada desde todas las perspectivas.

Dos semanas antes, un comando de 6 militares vestidos de civil había secuestrado al escritor Haroldo Conti en su casa del barrio porteño de Villa Crespo. Nadie tenía información de dónde estaba, pero todos sabían que se lo habían llevado ellos.  

No se sabe a ciencia cierta si alguno de los presentes preguntó al presidente por el escritor secuestrado. Según contó la pareja de Conti, Marta Scavac, todos habían recibido la petición de solicitar por su paradero. Dicen que Ratti lo hizo y que, además, entregó una lista de otros once escritores presos. También que Castellani pidió a Videla que le permitiera verlo en la cárcel.

Haroldo Conti nació en la localidad bonaerense de Chacabuco el 25 de mayo de 1925. Fue maestro rural, actor, director teatral aficionado, seminarista, empresario de transportes, piloto civil, profesor de filosofía, carpintero y guionista, entre otras cosas. Escribió novelas, que le valieron importantes premios y cuentos. Su última novela: Mascaró, el cazador americano, publicada en 1975, ganó el Premio “Casa de las Américas” (Cuba).

Su compromiso social y su militancia activa lo llevaron a apoyar de manera pública la revolución cubana. Al momento de su desaparición era parte del grupo de intelectuales que apoyaban la acción revolucionaria dentro del Partido Revolucionario del Pueblo (PRT). Su compromiso con la realidad que atravesaba el país lo obligó a quedarse. Sabía que estaba en una lista desde hacía meses, pero no se fue. En el escritorio donde trabajaba había colgado un cartelito que decía: “Este es mi lugar de combate, de aquí no me muevo”. Estaba escrito en latín y parece, a todas luces, su grito de batalla, una batalla desde la intelectualidad y no desde la violencia, como lo hicieron quienes decidieron nombrarlo su enemigo.

La noche del 5 de mayo de 1976, poco después de la medianoche, Conti y su pareja volvían del cine cuando se encontraron con que su casa había sido “tomada” por una de las patotas del Batallón 601. La hija de ella, de 7 años, y el hijo de ambos, de 3 meses, estaban dormidos. Se especula que los habrían dormido con cloroformo. Un amigo, que había buscado asilo en la casa, había sido secuestrado. A Marta la maniataron, la golpearon, la cubrieron con ropa para que no pudiera ver la cara a sus torturadores y la dejaron tirada para que escuche el “interrogatorio” de su pareja. La mujer contó que pidió que la dejaran despedirse. “Quiero extender mis manos y no puedo porque estoy atada, lo empiezo a llamar y me dice: ‘Acá estoy, acá estoy querida, quédate tranquila, estoy bien’. Y yo le digo: 'Quiero verte, necesito verte'. Él se acerca y me da un beso acá en la barbilla que era el único lugar que yo tenía descubierto. Cuando Haroldo me da un beso en esa parte de la cara que yo tenía descubierta me doy cuenta de que Haroldo no estaba encapuchado, y ahí sí perdí el control que más o menos pude contener en las horas anteriores. Empecé a gritar desesperadamente que no me lo llevaran”. Nunca más lo volvió a ver.

En el libro Disposición final, Videla contó que en la antesala del almuerzo Borges lo saludó a la manera del Imperio Romano: “¡Ave, César, vencedor de los peronistas!”. Nadie cree que el escritor haya dicho esto, pero eso no lo hace inverosímil. Personas cercanas a Sábato, por el contrario, aseguraron que el autor del prólogo del Nunca Más, en el que se enuncia la tan criticada “teoría de los dos demonios”, entregó una lista con los nombres de escritores que habían sido detenidos por los militares. Según relató Marta, Sábato se había comprometido a hacerlo, pero nunca recibió una confirmación de su parte. Videla solo corroboró la versión de Castellani. Supuestamente, el cura había intercedido por Conti y su pareja ─les había conseguido un salvoconducto─, pero cuando logró verlo estaba muy maltrecho, por lo que le dio la extremaunción y se marchó.

Al finalizar el almuerzo, una veintena de periodistas esperaban afuera a los escritores para conocer sus impresiones sobre la velada. Aunque parezca mentira, todas fueron loas para el dictador. "El general me dio una excelente impresión”, dijo Sábato. “Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente", agregó. Borges, por su parte, declaró sin tapujos: “Es todo un caballero”. Tiempo antes, el autor de El túnel había afirmado: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi con fervor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos".

Con el correr de los años y de los horrores, ambos cambiaron sus posturas respecto del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” de Videla. En agosto de 1980, firmaron la solicitada –junto a otras 175 personas—en la que reclaman se den a conocer las listas de los desaparecidos.

El 20 de septiembre de 1984, Sábato le entregó al presidente Raúl Alfonsín el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). Fue la primera aproximación al horror de un plan sistemático de desaparición, robo, muerte y apropiación de hijos de detenidos-desaparecidos que no todos gustan de reconocer.

“Estamos en guerra, son ustedes o nosotros, no podemos dejar ni siquiera las semillas de ustedes”, le dijeron los responsables de la desaparición de Conti a su esposa la noche que se lo llevaron mientras discutían cuánto les podían dar por su bebé.

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