Una columna para la moda: La desidia y la desigualdad detrás de los oficios

OPINIÓN. La existencia de barreras que impiden a las mujeres ocupar diferentes puestos y desarrollar otras tareas conlleva consecuencias que se acentúan de acuerdo al rol ocupado dentro de la industria y se tangibilizan en salarios más bajos, jubilaciones precarias, ausencia de cobertura de salud e imposibilidad de salir de la pobreza.

Por Lula Rojas y Natsue Kiyama


¿Tenemos la potestad de opinar sobre algo que no experimentamos?

Somos diseñadoras. Ambas pudimos acceder al sistema educativo, elegimos dónde y que estudiar, pudimos desarrollarnos dentro de nuestra profesión y hasta nos dimos el lujo de cruzar esos límites. Sin embargo, somos mujeres, y también la brecha de desigualdad de género pesa sobre nuestras espaldas. Habitamos un planeta donde “las mujeres siguen estando limitadas pero no por sus aptitudes, intelecto o fuerza física, sino porque la situación en la que vivimos restringe sus posibilidades y pone numerosos obstáculos a su desarrollo”, como expresa D’Alessandro, Directora Nacional de Economía, Igualdad y Género (1).

Dentro de la industria textil y de la moda, podemos ubicar los “modos de hacer” bajo dos niveles socio-ocupacionales concretos: el de “oficio” y el “profesional”. Los oficios comprenden ciertas habilidades manuales, el conocimiento y dominio de técnicas que se aprenden en el mismo acto del hacer (2). Dentro de las cadenas de producción de indumentaria, las trabajadoras a domicilio, así como las mujeres que confeccionan en los talleres textiles, impregnan su expresión, herencia, representación y lucha a través de su oficio, constituyendo el primer y esencial eslabón dentro de la confección.

La existencia de barreras que impiden a las mujeres ocupar diferentes puestos y desarrollar otras tareas conlleva consecuencias que se acentúan de acuerdo al rol ocupado dentro de la industria y se tangibilizan en salarios más bajos, jubilaciones precarias, ausencia de cobertura de salud e imposibilidad de salir de la pobreza. En el oficio de la costura, la ejecución efectiva -la costura recta y prolija- se convierte en el elemento calificador del conocimiento. El ambiente laboral dentro de los talleres se carga así de una idea de aprendizaje dada por la recurrencia de la práctica. “Generalmente son las mujeres quienes manejan la máquina Overlock, más que nada por el sentir machista, porque quienes mejor ganan son las personas que trabajan en la Recta, en su mayoría hombres.” (3). Además, ante igualdad de tiempo cubierto desarrollando la misma función, se asigna una mayor preponderancia al trabajo de los hombres, lo cual se traduce en una diferencia del 35,6% en el sueldo promedio respecto de las mujeres.

Para entender la brecha desde dentro de los talleres de confección, no sólo hay que contextualizar la condición en la que se opera en estos espacios, sino que debemos citar las voces de quienes los habitaron y los habitan, para así intentar narrar la verticalidad, la opresión y la carencia de derechos que tienen lugar al aprender, desarrollar y sostener un oficio allí. Muchas veces se habla de los oficios desde una postura romántica, despojada de realidades que atraviesan a quienes logran insertarse en el sistema laboral o, aún peor, por fuera de este. Buscando ahondar en estas vivencias, invitamos a la emprendedora cordobesa Gilda Rojas, quien a partir de su oficio y de su lucha en favor del trabajo justo, fundó la Cooperativa Manos Latinas y actualmente es Directora del Departamento de inclusión y desarrollo de la Asociación Civil Utopías (4).

Gilda atribuye el hecho de que el rubro textil esté ocupado principalmente por mujeres (*) a una cuestión cultural, y no es coincidencia que sea uno de los oficios más desvalorizados e informales, que llega en muchos casos a la explotación en talleres clandestinos, no sólo de mujeres sino también infantil, en un contexto de precarización e ilegalidad (5).

“Los salarios son bajos. No se encuentran unificados ya que no hay demasiados datos, ni gremios fuertes que nos permitan pararnos desde un piso. Hay algunas iniciativas de sindicatos, pero en los que falta maduración, y hay que avanzar. Tenemos la oportunidad, en estos cambios de paradigmas, de prestar mayor atención a quiénes son los que producen. Interesarnos en las personas que se encuentran atrás de un producto, exigir transparencia en las empresas, organizarnos como colectivo para mejorar la calidad de nuestros derechos como trabajadoras de la industria textil, buscando aumentos salariales, revalorizando el oficio. La industria tendrá el desafío de mejorar estas condiciones de derechos: buscando amplitud en la contratación de distintos sectores; poniendo el foco en capacitar a sus trabajadoras para que puedan mejorar sus conocimientos que les permita aumentar sus ingresos; promoviendo nuevas formas de organización de los talleres desde la horizontalidad, la retroalimentación, no desde la verticalidad y competencia.”

A fin de reducir la informalidad del sector textil en Argentina, Gilda sostiene que se necesitan las siguientes medidas: un Estado presente que garantice un piso de derechos; que el sector que tiene recursos económicos se involucre y aporte para financiar políticas públicas; y que las empresas con trabajadores a cargo los contraten en la formalidad. La situación se complejiza debido a un receso económico que, agravado por la pandemia, deriva en el incremento de la informalidad laboral. Un ejemplo de esto es la cantidad de inscriptos al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), donde el número final superó en un 233% al previsto por el Estado. “Es importante la promoción de la economía social, que nos permite tejer redes y promover el consumo local.  No solo da un marco legal que supera la informalidad, sino que a su vez plantea nuevas formas de organizarnos desde el trabajo colectivo y a emprender cooperando”.

La cadena de valor de la industria de indumentaria es de difícil fiscalización. La regularización -y por ende la protección- de los derechos humanos y laborales de las personas implicadas en los oficios se vuelve compleja, ya que el 80% de la confección a nivel nacional se terciariza en talleres informales. Esto remarca la necesidad urgente de intervención estatal en la generación de políticas públicas que regulen de manera sistémica, integral y federal a las y los trabajadores de la industria. De esta manera, se fomenta la protección de los derechos humanos y laborales de las y los trabajadores de oficio, y se les da mayor oportunidad de desarrollo personal, profesional y económico. Además, se contribuye a la reducción de la brecha de género, contemplando la diversidad poblacional desde una perspectiva no binaria (6)

Dentro de las iniciativas para formalizar el trabajo, reconocer los derechos de los trabajadores y brindar herramientas, Gilda menciona la creación del Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP), el cual permite conocer cómo está compuesto el sector, a qué se dedica y cómo está organizado. Por otra parte, destaca el programa Potenciar Trabajo, que tiene como objetivo promover la inclusión social de personas en una situación socioeconómica vulnerable. Además, cita una iniciativa de financiamiento productivo, y finalmente repara en el monotributo social, que permite a los trabajadores de oficio generar un aporte a la caja jubilatoria, acceder al sistema de salud a través de la inscripción a una obra social y tener la posibilidad de facturar, lo que los conecta con otro tipo de clientes.

Queda claro que las posibilidades de desarrollo y progreso dentro del sistema de la moda están determinadas por una estructura invisible que refuerza y sostiene desigualdades. Los altos niveles de precariedad son un llamado urgente a implementar transformaciones estructurales profundas que garanticen derechos  a las y los trabajadores: posibilidad de organizarse con el fin de visibilizar y denunciar el trabajo forzoso e infantil, la discriminación y la explotación; derecho a trabajar en condiciones dignas, salubres y formales, y a cobrar un salario mínimo que les sea suficiente para vivir y desarrollarse.

Desde el lugar que cada uno ocupa en la industria, es necesario responsabilizarnos en co-construir vínculos horizontales y respetuosos, en donde dejemos de lado la individualidad para dar lugar a nuevas formas de producción marcadas por la colaboración y el compromiso. Así, estaremos sentando las bases para fomentar el bienestar de todos.


Sobre las autoras: Lula Rojas y Natsue Kiyama son diseñadoras.

Ilustración: Rodrigo Benavidez


REFERENCIAS

 (*) El 70% de las personas que trabajan en la industria de la moda en nuestro país son mujeres, extraído de Textiles y moda ¿Qué es ser sustentable? Miguel Ángel Gardetti (2017). Editorial LID.

FUENTES

Mercedes D'Alessandro (2018). Economía feminista. Cómo construir una sociedad igualitaria (sin perder el glamour). Editorial España

Abel Pérez Ruiz, 2011 http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-06362011000200004

De chuequistas y overlockas, Una discusión en torno a los talleres textiles. Colectivo Simbiosis Cultural y Colectivo Situaciones (2011) http://tintalimon.com.ar/libro/De-chuequistas-y-overlockas

Entrevista completa a Gilda Rojas (29 de julio del 2020)  https://bit.ly/2Pu6RSl

Link IN https://www.instagram.com/rojas_gilda/

¿Quién es quién en la cadena de valor del sector de indumentaria textil? INTI 2006-2007 http://www.iade.org.ar/noticias/quien-es-quien-en-la-cadena-de-valor-del-sector-de-indumentaria-textil-inti

Las brechas de género en la Argentina Estado de situación y desafíos

https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/las_brechas_de_genero_en_la_argentina_0.pdf

 


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