Sin plan, igual se hace camino

Por: Carlos Leyba


Una buena noticia: la política puede ser sensible y valiente.

La peligrosa y costosa obstinación del ANMAT y de las autoridades sanitarias de la Nación, de rechazar, hasta ahora, los estudios clínicos o la ampliación de las prácticas compasivas de tratamientos del Covid 19 - que muchos investigadores y médicos argentinos han explorado con éxito - ha sido perforada por una decisión del gobernador Omar Perotti quien  ha demostrado suficiente calibre como para enfrentar, con sensibilidad y valentía, una barrera tan inexplicable como sólida.

Perotti autorizó el Ibuprofeno Inhalado con el consentimiento del paciente o familiar y de los responsables médicos. Es una probable solución al colapso del sistema sanitario santafesino.

Fue por el cuero propio que la política reaccionó. Se contagió la diputada provincial Cesira Arcando y accedió al tratamiento de ibuprofeno nebulizable.

El medicamento circuló entre los legisladores santafesinos contagiados y fueron ellos, de la totalidad de los partidos, los que, comprobando los resultados en cuero propio, pidieron la implementación del tratamiento que acumula éxitos en varias provincias.

Se descubrió en la provincia de Córdoba, allí se  desarrolló y allí lo produce por un pequeño laboratorio nacional que no juega en las grandes ligas de la industria farmacéutica: una buena razón para que le cueste escalar hasta el poder de decisión sanitaria.

Lo mismo vale para productos, de los que se predica eficacia preventiva, que se han aplicado en los Hospitales de Clínicas, Ezeiza y Cañuelas y que hasta ahora algunas autoridades han decidido ignorar.

¿La espera de la vacuna o el plasma – los únicos ensayos autorizados – podrían ser proyectos tapón para analizar todos los tratamientos posibles?

El Presidente demostraría el mismo calibre que su compañero Perotti, si convocara a un debate a todos los especialistas investigadores (del CONICET) y médicos (de Hospitales públicos) que han puesto en marcha esas alternativas.

Si se verificarán las fortalezas – con los estudios requeridos- de estos tratamientos, nacionales, baratos, basados en productos de farmacia, el barbijo químico, el tratamiento preventivo  y el tratamiento puro y simple, antes de llegar al respirador, serían posibles y accesibles.

Como las alternativas, en política, son siempre “materia” debería el Presidente reconocer que los “sistemas cerrados”, al no generar interacción con el exterior, no pueden sumar materia; y por ende se quedan sin alternativa y no salimos, en el tema del Covid, de la calesita de la cuarentena y esperar al plasma o la vacuna. Sin producción, sin clases, ¿Qué es la recuperación esperada?¿No vale la pena escuchar a los profesionales que han experimentado estos tratamientos, autorizar y realizar los estudios y decidir – si se comprobara – una vía alternativa?¿Quién y por qué lo impide? Perotti abrió la puerta a la sensatez ante tanta pandemia intelectual.  

Dejemos el terreno de las buenas noticias que nos ofreció Perotti y vayamos a indagar acerca de la gran pregunta, a la economía y a la política, de estos días: ¿Hay plan?

La política la ha convertido en una pregunta retórica. Pero la realidad nos muestra dos planes, si bien no declarados, en marcha.

Uno certero, es el que se está ejecutando a alta velocidad y es el de Cristina Fernández.

El otro, vacilante, es al que se habría resignado Alberto Fernández.

El de CFK es lograr que sus causas por corrupción sean desestimadas; y de no serlo, entonces, que quienes la juzguen la declaren inocente.

Es un plan de toda lógica y explica el por qué de la inversión de su masivo capital político en Alberto. Debemos reconocer que el candidato en campaña lo planteo.

Habilitar la designación multitudinaria de jueces, un verdadero desfile de elefantes, y excluir a aquellos jueces designados que podrían seguir con los juicios y hasta incluso condenarla, es la condición necesaria de la continuidad de esta instancia. ¿Cómo imaginar lo contrario?  

Un jurista eximio me señaló que la solución del problema político de la Argentina era el indulto para Cristina y también para todas las causas en marcha o posibles para Mauricio Macri.

Lo hizo Carlos Menem con los militares y los montoneros ya condenados. Duro lo que un lirio. Diez años después Néstor Kirchner volvía atrás con los militares y en estos días hemos asistido a la insólita celebración de la guerrilla por parte quienes fueron funcionarios de la Dictadura, de gobiernos democráticos y representantes de intereses capitalistas. Pero, no es todo, con el sello de “peronismo” y cantando “Viva Perón”, legisladores bonaerenses se negaron a un homenaje a José Rucci el día de su asesinato a manos de la guerrilla: más claro agua. Los entierros de las ideas vivas ¿son posibles?

Un destacado analista político, por su parte, afirmó que los presidentes deberían gozar de indemnidad de puro derecho: sería el derecho de pernada redivivo ¿sería posible?

Ni indulto, ni indemnidad, Cristina quiere la inocencia. Está haciendo, junto a los senadores y a Alberto, todo lo posible para que ocurra ese “juicio de la historia” que anunció en el Tribunal. Para ese necesita de jueces que “compartan la historia” que está construyendo con sus senadores y Alberto.

Hay una estación en la que no sabemos si el tren se detendrá o habrá un cambio de vía. Es la de la Corte.

Como no sabemos la distancia entre el presente y la Corte, los hechos consumados juegan a favor de “la desestimación de la causa” que, a no dudarlo, será celebrada por los empresarios que, en los hechos, comparten “el plan” de CFK fundamentados en la “real politik” crean o no en el “lawfare”.

Este plan que se está cumpliendo.

¿En qué contribuye a la “solución política” – a la cuestión de la deslegitimación del otro – en que a la mejora sanitaria o a solucionar la crisis social o la parálisis económica, en qué apuntala el desarrollo interno y a calmar los conflictos financieros externos?

Si no aporta nada positivo en el terreno de la política, lo social y lo económico, será inútil aunque judicialmente tenga éxito. Y en ese caso ¿contribuirá la parálisis en la que venimos desde hace añares?

El otro plan, el de Alberto, después de mucho cavilar, podemos resumirlo en el “plan llegar”. Comprendamos.

¿La continuidad del “plan llegar” depende del éxito o fracaso del Plan Cristina?


Pero sin duda una tarea de Alberto es proveer al plan de Cristina. Y además atender las cuentas externas heredadas, la deuda con los privados hoy exitosamente resuelta; y la deuda con el FMI que absorberá todo este año y un trimestre del próximo.

En ese marco – que no sería demasiado diferente sin pandemia – debió administrar el suceso imprevisto de la pandemia encorsetado a la cuarentena sucesiva en el tiempo y expandida en el espacio. Un corsé que fiscalmente es y será asfixiante. No deja recursos libres.

Es comprensible que en esas cuatro presiones (Plan Cristina, Default, FMI, pandemia) la energía se agote. Y se aspire a cargar los pulmones luego de un nuevo acto electoral que reafirme que Alberto es “el elegido” por el Frente y el electorado.

Por ahora, en estos diez meses, lo confirmado es que Alberto fue elegido por Cristina, pero “el Frente” no le ha delegado la decisión y el poder: las contradicciones de gabinete lo evidencian. Desde un principio la lucha por el control de la energía ha neutralizado la capacidad de decisión política en esa área esencial. Que no sea el candidato de todos lo mutila.

En esas condiciones, es comprensible, que haya elegido el “plan llegar” y ahí es donde estamos.

¿Podría haber sido de otra manera? Lo que no cabe duda es que salir de la decadencia en la que estamos obviamente exige un plan de largo plazo y ese no es posible sin un consenso político, económico y social. ¿Ese compatible con el Plan Cristina? ¿El plan llegar lo permite?  

Si hay doble conforme electoral, las de medio tiempo, ¿podremos esperar el Plan de Alberto?

Y si eso no ocurre, si pierde, ¿podemos imaginar la búsqueda del que será el imprescindible acuerdo?

El tiempo pasa.

El cruce del tormentoso río de la realidad obligó a construir el puente de la salida del default. Se construyó exitosamente. Pero desgraciadamente no se verificó el necesario despeje de la bruma para cosechar sus beneficios. ¿Qué falló?

Nos invadió la pandemia. Y ahora hay que construir el puente de cruce del FMI.

Temblaron los pilares y las reservas se filtraron por agujeros no cerrados y por desprolijidades sorprendentes de la política amateur. La bruma no tiene como causa sólo la pandemia. El tejido de mensajes contradictorios del pasado que vuelven, sumado a los mensajes contradictorios del presente y lo que es peor los mensajes contradictorios del futuro tejen una maraña difícil de desentrañar. No poder desentrañar es la bruma.

Veamos ejemplos del presente. Uno. Mientras se mostraban los planos del puente del Presupuesto 2021 se montó un puentecito fiscal de emergencia llamado “impuesto a los ricos”.

Al respecto y sin emitir opinión respecto de nuestro nuevo tributo, Pepe Castro, el prestigioso periodista director de LU17 de Chubut, señaló – a raíz de las declaraciones admirativas de Alberto Fernández sobre la organización social y económica de Noruega - que este 11 de septiembre el Parlamento Noruego se abocará a discutir la propuesta de la mayoría de eliminar el impuesto al patrimonio y al capital. No refuta la conveniencia ni la necesidad del tributo sino el uso abusivo de los ejemplos que no son o no serán.

Mientras duren estos debates fiscales, esperan para cruzar a un mejor estadio el 40% de la población en la pobreza y una legión que se suma cada día mientras la pandemia no deja de castigar. Como dice Francisco estamos en una sociedad que transforma la pobreza en exclusión, en los “desperdicios” de la obra de Z.Baumann. Esto es la consecuencia de la negación que desde hace décadas excluye a gran parte de la sociedad de participar de la distribución primaria creando valor y los va sosteniendo con el reparto fiscal, con su mil caras, que – en definitiva – les va cancelando el valor de ser personas de hace décadas. Y lo que es peor, se consideran gobiernos progresistas y sensibles, y lo celebran. Gobernar es crear trabajo ¿o no? La antropología del pueblo tihuanacota nos lo enseña.

Próximos a esa población sufriente, gran parte de los sectores medios espera algún puente sólido que garantice el cruce antes que la tormenta que sienten se avecina los arrase. En agosto, según Isonomia, el 55% de las personas imaginaban un futuro igual o peor que el presente.

Mientras esperamos la buena nueva, los funcionarios realizan declaraciones que luego contradicen con sus decisiones. No hay que juzgar las declaraciones sino las decisiones. Es verdad.

Pero las declaraciones son “semillas”. Y es difícil que alguien vuelva a confiar en quien entrega una semilla falsa. Cierto, en definitiva, importan las decisiones.

Las decisiones son la “siembra” de una semilla anunciada o no. Pero la buena siembra sólo resulta en un terreno preparado. El terreno preparado es un plan: un trabajo previo.

Martín Guzmán anunció que enviaría uno por escrito. Nunca llegó. Su ausencia produjo una economía mucho más intranquila.

Las decisiones sin plan previo son “por sorpresa”. Sembradas en un estado inicial de desconcierto, generan incertidumbre y desconfianza que obliga a dudar que las decisiones tomadas sean la cartelería que señala por dónde y a dónde vamos.

Siembran dudas.

Quien camina con dudas tiene una alta probabilidad de tropezar.

Declaraciones contradictorias, sorpresas, agigantan las dudas sobre el diagnóstico que tiene el que comanda.  

En las decisiones hay tanto intenciones como resultados posibles. Difícilmente las intenciones vayan en contra de los objetivos más compartidos. Nadie diría “esta medida está destinada a aumentar el desempleo, la pobreza y la desigualdad”.

Pero las mejores intenciones no pocas veces se materializan en consecuencias graves no deseadas.

En política económica lo más importante son las consecuencias, entendiendo - por cierto – que a largo plazo “todos estaremos muertos”.

Las consecuencias importantes son “las próximas”, no necesariamente las inmediatas. El horizonte es una percepción de pocos kilómetros, pero es la única que podemos tener en cuenta. Más lejos es el reino del deseo.

Toda política económica debe dibujar un horizonte, despejar la niebla que impide verlo. La de Alberto no lo ha logrado. Por eso los “éxitos” se agotan rápido. Y menos si los éxitos achican la mirada: una armaduría de motos chinas es mejor que nada, pero …  

Una cosa es el horizonte de “la macro”, la coyuntura; y otra el horizonte “estructural”, la política económica del desarrollo. Entre ambas hay tensiones y espacios de cooperación. Veamos.


Los países llamados desarrollados – alto nivel de ingreso por habitante, estructura productiva diversificada, prestaciones públicas financiables con la tributación, etc. – tienen un enorme “espacio estructural” para administrar sus políticas de coyuntura.

Las estructuras consolidadas hablan de fuertes consensos sociales básicos. Ejemplo, muchas de las democracias occidentales.

Tienen problemas de administración de la coyuntura, pero en un escenario estructural consolidado.

Los países subdesarrollados, más aún los pocos decadentes como el nuestro – declinante nivel de ingreso por habitante, pesimamente distribuido social y geográficamente, estructura productiva especializada y definida como primarizante en términos de exportación; y con una demanda de prestaciones públicas urgente e infinanciable con la tributación – le niegan “espacio estructural” a la administración de la coyuntura.  

A la vez revelan el disenso, la falta de concordia, como consecuencia de la enorme distancia en las condiciones sociales y económicas a las que aspiramos. Una distancia que amplia la grieta política. Me explico.

Hay una distancia enorme sobre como hacer la administración de la coyuntura, la macro, que nace de rechazar el previo debate sobre las cuestiones estructurales.

La inmensa mayoría de los economistas profesionales han militado - desde la mitad de los 70– en el paradigma insólito de dar por terminado el proceso de industrialización por sustitución de importaciones y la apuesta a la “apertura sin tiempo de adecuación”, lo que implicó la expresa política de destrucción del tejido industrial, el desempleo y el fin de la sociedad de oportunidades laborales para todos, más la ampliación del flagelo de la restricción externa y su consecuencia ominosa de la economía para la deuda.

Fue la consecuencia de entender “inutil” la política industrial. Guido Di Tella, un maestro del pensamiento sobre el desarrollo, en los 90 concretó el giro diciendo “la mejor política industrial es no tener ninguna”.

Guido pasó de sostener “el dólar recontra alto” a expresar la doctrina del Instituto que fundó y de su Universidad, no fueron las únicas que formaron legiones de economistas y alimentaron equipos económicos desde 1975 al compás de la destrucción del aparato productivo.

En ese debate, la imperiosa necesidad de industrializarnos fue derrotada por el peso agregado por los Organismos Internacionales en pos del Consenso de Washington.

El resultado de ese paradigma insostenible e infundado teóricamente fue “El incesante deterioro del conurbano (que) tiene una raíz económica (en) la falta de alternativas al proceso de desindustrialización iniciado en los 70” (Martín Rodríguez Yebra en “El Frankenstein del conurbano” en la muy neoliberal “La Nación”)  

En la implacable destrucción del aparato industrial promovida por muchos colegas está la madre del Frankenstein que amenaza devorarnos.

En esta constatación de una dinámica continuada, está la madre del fracaso de todas las ingenierías macro. ¿Podemos tener éxito sobre el piso de un gigantesco fracaso? ¿Por qué nos asombramos de los millones de cheques públicos?

Algunas políticas macro se centraron en la lucha contra la inflación y – más brevemente que transitoriamente porque fueron paréntesis al retorno – lograron su objetivo parcial. ¿Qué ocurrió con la estructura?

En los 90 el régimen de convertibilidad logró frenar el proceso inflacionario. Pero el resultado fue un aumento del desempleo, de la pobreza y un salto en la desigualdad y un incremento colosal de la concentración del poder económico, un patrón que – por los ámbitos de concentración – habría de contribuir a mantener las condiciones generadoras de ambos males.

¿A qué viene esto? Los “éxitos parciales” no lo son, ya que al ser “parciales” no tienen carácter sistémico. Es decir no resultan en consecuencias positivas en todos los escenarios de la economía.

Escenarios que los podemos observar aisladamente, pero no vivirlos aisladamente. Default vs “las tomas”.

¿Qué le pasa al horizonte del presente? Bombas de humo, poco profesionales, no hacen más que perturbarlo. Veamos.

El Congreso debate un nuevo impuesto a las grandes fortunas que son las que al 31 de diciembre de 2019 sumaban más de 200 o 300 millones de pesos. Las gravadas son las personas físicas argentinas por todos sus bienes incluyendo los activos de producción: las acciones, los campos, los tractores, los locales, los hoteles; pero también el auto, la casa, la quinta.

Pero no están gravadas todas las acciones, ni todos los campos. Un ejemplo: las acciones de Mendelez, una gran empresa extranjera radicada con activos físicos en la Argentina que producen alimentos no pagará, pero sí lo harán los accionistas argentinos de todas las empresas argentinas, por ejemplo Arcor, pero no – si los hubiera – los accionistas extranjeros de Arcor.

El dueto Heller-Kirchner impone los activos productivos solamente si son de titularidad argentina. Una discriminación que afecta – dada la igualdad de retorno – a los nacionales y a favor de los extranjeros. Pero además de esa estúpida inequidad reduce la base tributaria. Si el objetivo es “recaudatorio” es una estupidez porque obliga – dado el objetivo de una cierta recaudación – a aumentar las tasas tributarias a los nacionales al excluir a las empresas extranjeras. Un ejemplo de no analizar las consecuencias.

Otra, segunda, el Banco Central y la AFIP han puesto en marcha un mecanismo tributario sobre el dólar ahorro. Ese mecanismo – al permitir descontar del impuesto a las ganancias lo que se tribute en la compra de 200 dólares – discrimina contra las personas que, pudiendo comprar 200 dólares, sus ingresos no los hacen obligados a inscribirse en el impuesto a las ganancias: la legión de monotributistas, trabajadores en negro, etc., deberán pagar más por los 200 dólares que lo que deberán pagar los que sí pagan ganancias porque ganan más.

Un segundo alegato a la discriminación a favor de los que tienen mejores ingresos.

Más equitativo, razonable y rendidor habría sido cerrar el cupo de compras de dólares vendidos por el BCRA para ahorro personal.

Pero, además, entre las medidas propuestas por el BCRA, está reducir los giros de las empresas para el pago de deudas. O lo que es lo mismo salimos del default del Estado Nacional e ingresamos en el default obligado de las empresas con deuda a proveedores, créditos, etc. Esta norma, aunque se corrija, acaba de bajar la calificación crediticia de todas las empresas argentinas en el exterior. Lamentable.

En ambas medidas, más allá de sus intenciones, observamos que de manera directa contienen consecuencias discriminatorias que contradicen el discurso oficial nacional y popular.

¿Hay plan? Dijimos que CFK tiene uno y lo está cumpliendo y que Alberto tiene el “plan llegar” y trata de cumplirlo, pero cambiando según la urgencia, que siempre es tarde. Veamos los pasos de los últimos días.

El domingo pasado Martín Guzmán, dijo "Cerrar más el cepo sería una medida para aguantar y no vinimos a aguantar la economía". El lunes “Vamos a continuar tratando de defender este cepo así como está”, dijo Cecilia Todesca.

Pero el miércoles, la noche del apretón del cupo, el presidente del BCRA contestó “pero yo no dije nada”, cuando Marcelo Bonelli, le recordó las declaraciones de Guzmán y Todesca.

Aún si el plan es llegar, hay que reconocer que las dudas, las declaraciones contradictorias con las decisiones que se toman, siembran incertidumbre y en el camino de ese modo se tropieza.

Es cierto, las condiciones son tales que “no hay camino”. Que las urgencias obligan a limitarse al plan llegar, y eso significa fabricar puentes para cada problema.

Pero un mínimo de coordinación es indispensable entre lo que se dice y lo que se hace y, naturalmente, implica coordinar las distintas áreas de decisión antes de hablar.

No hay camino, “se hace camino al andar” (A. Machado), pero ese camino, que se construye al transitar, no tiene vuelta atrás. Observe las consecuencias de las dos últimas medidas.

Y mientras tanto si no encaramos el desarrollo de las fuerzas productivas, el monstruo social de la exclusión librado a su suerte, puede bloquear cualquier camino.

El Plan llegar, de tan poco ambicioso, se puede convertir en una quimera. La buena del día es que Omar Perotti despejó una posibilidad. Tal vez sea un ejemplo a imitar. ¿Será?

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