Siempre nos quedará el chavismo

Elecciones en Venezuela: un balance preliminar.

Con más del 82% de los votos escrutados y una participación superior al 31% el Gran Polo Patriótico se impuso con el 67,7% de los sufragios en las elecciones legislativas de Venezuela. Mucho más atrás con el 18% aparecía la Alianza Democrática, una coalición de los partidos tradicionales AD y COPEI  y en tercer lugar Venezuela Unida con el 4,1%. El porcentaje restante se lo repartían distintas agrupaciones partidarias que participaron en la votación de ayer.

Sin la ansiedad de otras contiendas por la previsible victoria oficialista, la presidenta del CNE Indira Alfonzo comunicó los resultados pasadas las 2 de la mañana hora argentina, en una jornada que se caracterizó por las especulaciones en torno al presentismo electoral.

A continuación van unas viñetas que intentarán explicar qué sucedió ayer en la elección venezolana.

  • Con más de 3 millones y medio de los votos, el chavismo resultó, una vez más, victorioso en unas elecciones caracterizadas por el llamado a la abstención de una parte de la oposición, por el boicot a la votación capitaneado por EEUU con el seguidismo de siempre de la Unión Europea, por la crisis económica dramática que azota al país desde hace más de cinco años, y en un contexto de pandemia inédito para el mundo, y obviamente para Venezuela
  • La cosecha electoral del oficialismo se convirtió en una de las más bajas de su historia. En términos absolutos sólo la elección legislativa de 2005 resulta ser inferior a esta, donde el oficialista Movimiento V República superó por un pelito los 2 millones, en una votación en donde la oposición toda llamó a no votar (volveremos en breve sobre esta compulsa).
  • En términos comparativos el chavismo pasó de los 5 millones y medio de la legislativa de 2015, a los 6 millones 200 de la presidencial de 2018, a los 3 millones y medio de ayer. Es decir, la baja evidente de votos, sin que eso se traduzca en una huida en masa al campo opositor, explica en gran parte el nivel de abstención.    
  • La oposición participante volvió a defraudar las expectativas, y como en el 2018 no resultó ser competitiva frente al aparato chavista. A pesar del casi millón de votos obtenidos por la Alianza Democrática, el antichavismo estuvo muy lejos de sus mejores jornadas electorales en donde logró superar los 7 millones de votos (2013 y 2015) cuando concurrió en unidad, y de los 3 millones de Henry Falcón y Javier Bertucci en las presidenciales de hace dos años.
  • La jornada transcurrió con total normalidad. No se produjeron hechos de violencia, ni sabotajes. El sistema de votación funcionó en forma correcta y no hubo denuncias de fraude por parte de los participantes. El acto electoral se extendió en dos oportunidades y los resultados tardaron en publicitarse por razones de suministro de energía. Demasiado para un país bloqueado, con una crisis económica de grandes magnitudes, con sanciones imperiales demenciales y con grandes carencias sociales.
  • A ojo se puede observar que la traducción de los resultados electorales en bancas parlamentarias le otorgaría al chavismo una amplia mayoría legislativa. De los 277 diputados, el oficialismo se acercaría cómodamente a los 2/3, asegurándose el control del poder legislativo. Un recurso de poder que le brindará al presidente Nicolás Maduro una posición política institucional más ventajosa que la actual. Y le quitaría, como dijimos en las notas anteriores, legitimidad al presidente autojuramentado en plaza pública Juan Guaidó al dejar de ocupar la presidencia de ese poder de Estado.  
  • Para los analistas internacionales durante toda la jornada el número mágico resultó ser la participación electoral. Teniendo en cuenta que en Venezuela, al igual que en EEUU, Chile y Colombia, el voto es optativo, el nivel de abstención representaba un dato a tomar en consideración. Más aún teniendo en cuenta que el antichavismo más duro apostó a una jornada vacía de electores.
  • Finalmente la participación, como dijimos arriba, fue del 31%, muy lejos del 18% que durante todo el día de ayer intentó instalar Guaido y sus aliados internacionales, y  lejos de ese 40% que deseó el chavismo. En términos comparativos esta elección resultó ser similar a la parlamentaria de 2005, en donde el oficialismo participó en soledad ya que la oposición en su totalidad boicoteó la votación, y de la presidencial de 2018 en donde el formato electoral se pareció mucho al de ayer. En la primera, el presentismo fue del 25%, en la segunda de 46%
  • Si tomamos la evidencia empírica comparada, en EEUU hasta el 2018 ninguna elección legislativa alcanzó el 50% (ronda un promedio de 40%, siendo la del 2014 del 36,7%); en Colombia las elecciones presidenciales y legislativas no suele superar (salvo excepciones) el 50%, lo mismo en Chile desde que se declaró el voto voluntario. Ayer, casualmente se votó en Rumania y la abstención tuvo números similares a los de Venezuela.
  • Si nos alejamos de lo cuantitativo, ya que en términos numéricos la votación de ayer está en línea con los países con voto optativo, aunque no en el mismo andarivel de la historia electoral venezolana, en donde el promedio de presentismo supera con creces el 60% desde 1999, nos encontramos con un dilema: ¿Qué significó la elección de ayer para el chavismo? ¿Logró sus objetivos? ¿Lo hizo la oposición antidemocrática?
  • La merma de votos del oficialismo es evidente. El castigo al gobierno, como siempre se desplegó en Venezuela, es a través de la abstención. Es la forma en que la base chavista se comporta ante los escenarios electorales en los que muestra disconformidad con el devenir del gobierno. Lo hizo en diciembre de 2007 con Chávez (3 millones de votos al presidente venezolano en 2006 pasaron a la abstención sin escalas un año después), y lo viene haciendo en gotas homeopáticas desde 2013 con la excepción de 2018 en donde el chavismo, como se detalló arriba, volvió a aumentar el caudal de sufragios. En esta pérdida de votos gravita en forma evidente la situación económico-social a la que Maduro no pudo dar respuestas estructurales. 
  • Ahora, explicar como hace la comunidad analítica nacional e internacional el deterioro electoral del chavismo a partir de su performance económica, es no comprender en todas sus aristas el complejo entramado en el que se desenvuelve la democracia en Venezuela. El país está sometido desde 2014 a un feroz desabastecimientos interno y externos, bloqueos internacionales, sanciones de toda índole, robo literal de sus activos externos (oro en Inglaterra, la empresa Citgo en EEUU, por mencionar dos de muchos), una oposición que tiene como único propósito la salida de Maduro y un entramado regional diseñado con el fin de cambiar de gobierno en su país.
  • Pasar por arriba de esta evidencia, pisotear el contexto geopolítico y el rol de los EEUU en la performance socioeconómica de Venezuela y ubicar en soledad al gobierno de Maduro como único causante de los males del país, resulta ser un análisis ficcional que debería llamar la atención de buena parte de los analistas y especialistas en política internacional. Detenerse en el funcionamiento del sistema de partidos, o del rol del oficialista PSUV, o en las credenciales democráticas del chavismo, sin incorporar al análisis el contexto arriba descripto es someter al lector y a la lectora a un cuento de Asimov en el siglo XXI.
  • En ese marco, la oposición antisistema desplegó una estrategia contradictoria a lo largo de la jornada electoral: denunció un fraude monumental del gobierno y  deslegitimó la elección por su pobre presentismo. Como la caracteriza desde su conformación, su estrategia está íntimamente atada a las decisiones externas. El seguidismo acrítico a la política exterior estadounidense no sólo le resta capacidad de autonomía en sus decisiones (¿qué hubiese pasado de haber participado?), sino también su capacidad de convertirse en una alternativa al chavismo. Más allá de los títulos rimbombantes en los medios foráneos, la figura de Guaidó y la de sus aliados se encuentra muy deteriorada en su propio país.
  • En síntesis: el chavismo no logró una concurrencia electoral cercana al pretendido 40%, pero logró recuperar el control de la Asamblea Nacional. No consiguió el reconocimiento internacional de la UE que tanto pretendió, pero sí de una buena parte de los veedores internacionales que se allegaron a la elección de ayer. No consiguió que la oposición aporte más votos y voluntades, pero obtuvo un triunfo muy significativo: logró realizar las elecciones en paz y movilizó más de 5 millones de votantes en un contexto totalmente adverso, tal vez uno de los peores de su historia.

El 5 de enero se juramentarán los nuevos diputados de la AN. El principal y real objetivo del chavismo se alcanzó en un contexto pandémico. El oficialismo una vez más demostró que continúa siendo el eje en el que se vertebra el sistema político de su país. Pese a su merma electoral, la oposición dividida y manejada a control remoto desde afuera le permite continuar siendo el centro neurálgico del devenir político venezolano   A pesar de la guerra solapada (y no tanto) y de unas condiciones económicas y sociales pésimas continúa siendo el único actor con capacidad de dotar de estabilidad al país. Y no es poco.   

Diarios Argentinos