Segundo semestre, inflación y recuperación de la actividad

Por: Mariano Lamothe

A pocos días de asumir, el gobierno anunció que a partir del segundo semestre, las correcciones iniciales y los esfuerzos iban a mostrar los primeros brotes verdes. La opinión pública aceptó la regla y aguarda ahora que las buenas noticias no se posterguen, enfocando la expectativa en dos ejes sensibles: que se desacelere la inflación y la economía se reanime.

En el primer semestre, los tres aciertos más importantes del gobierno nacional fueron, sin dudas, la salida del cepo cambiario, la resolución del conflicto con los holdouts y las señales contundentes de cambio de política económica. Esa trilogía es clave para la llegada de inversiones externas e internas, que son el motor para un crecimiento sostenible.

En el primer caso, la salida fue rápida y profunda, con un éxito significativo; mientras que la salida del default, no sólo permitió dar fin a un problema muy complejo, sino que resultó una señal contundente de gobernabilidad, al conseguir la derogación de la Ley Cerrojo con alrededor de dos tercios de los votos en ambas cámaras del Congreso, un escenario que a priori resultaba complejo. El tercer logro, ligado a los dos anteriores, es el establecimiento de  una nueva política exterior que se vio materializada con las visitas de presidentes de países claves como EE.UU., Francia, Italia y con el reciente acercamiento del presidente a la Unión Europea. Este nuevo relacionamiento internacional genera efectos comerciales, oportunidades de negocios y abre una perspectiva de apertura que era impensable en los últimos años. En suma, este plan de cambios genera un nuevo clima para el inversor, tanto financiero como en activos reales, amplía las fuentes de fondos, baja los costos al sector privado, y cristaliza múltiples oportunidades que esperan por mayor financiamiento.

No obstante, el gobierno tiene aspectos claves en su agenda de pendientes. No ha logrado tener aún resultados positivos en la población en términos de inflación y reactivación, ha generado marchas y contramarchas con la actualización tarifaria y ha flexibilizado la meta fiscal en pos del consenso político. Esto es una cuestión lógica dada la magnitud de los problemas y el corto tiempo que ha pasado para ver los efectos de las medidas adoptadas.

Para que el famoso segundo semestre comience a mostrar algunos avances, el gobierno deberá acelerar el ritmo para movilizar la maquinaria del Estado en pos de la actividad. Por cuestiones propias de la herencia, pero también por  su curva de aprendizaje en el manejo de la burocracia, la dinamización de la obra pública (factor clave para torcer la inercia y mostrar resultados) sigue aún en stand by. Movilizar la obra pública tendrá impactos ciertos en sectores clave de la economía y permitirá mostrar algunos efectos sobre la actividad que, junto con una desaceleración de la inflación (con tasas levemente por debajo del 2% en el tercer trimestre, y cercanas al 1,5% en el cuarto), generarán un mejor clima en la población.

Pero hay un alerta que el gobierno no ha logrado disipar respecto de la sustentabilidad de su estrategia de solución de los problemas heredados. El principal interrogante es la cuestión fiscal, que pone en jaque la consistencia del programa económico implementado. Esto tiene consecuencias sobre las expectativas de los inversores y, por ende, ralentiza la llegada de inversiones financieras y reales. Ante esto, será crucial que el gobierno presente en septiembre, el presupuesto 2017 en el que definirá si apuntará a mantener la disciplina fiscal para darle consistencia al programa económico.

2016 es un año de transición y no exhibirá resultados de excelencia en las principales variables económicas, pero se aguarda que a partir del segundo semestre, la inflación y la actividad muestren curvas positivas y confirmen que la economía, por fin, comienza el camino del crecimiento.


(*) El autor es gerente de Análisis Económico de ABECEB