Pobreza y desigualdad en América Latina: ¿Un problema sin solución?

Históricamente la región es una de las más desiguales del mundo ya que los países que la componen tuvieron desarrollos muy dispares en las últimas décadas. ¿Cuál es el estado de situación actual?¿Cómo es el futuro para la región?

Un recorrido por las principales variables sociales y económicas revela los altos niveles históricos de desigualdad que padecieron – y padecen - los países de la región.

Sin embargo, en los indicadores sistematizados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en el año 2019, se pueden observar grandes disparidades entre los diferentes países que componen la región.


Desigualdad

Para medir la desigualdad se toma como indicador la forma de distribución del ingreso en los hogares latinoamericanos a través del índice GINI. América Latina es una de las regiones más desiguales del mundo en cuanto a ingresos, y existen grandes disparidades entre los países que la componen.

En la actualidad, el índice GINI general de la región alcanza un promedio de 0,465. Los países de menor desigualdad (con cifras por debajo del 0,400) son Argentina, El Salvador y Uruguay; mientras que los más desiguales son Brasil y Colombia (GINI por encima de 0,520).

Sin embargo, en los últimos 15 años se pudo observar un proceso general de reducción de la desigualdad por ingresos en la región: el GINI cayó un 13,6% en 16 años, es decir, un 0,9% por año. El promedio simple de los índices de 15 países retrocedió de 0,538 en 2002 a 0,477 en 2014, y a 0,469 en 2017, antes de llegar a 0,465 en 2018.



El relevamiento de CEPAL encontró también que entre 2014 y 2018 cuatro países redujeron sus niveles de desigualdad de manera significativa: Bolivia, El Salvador y Paraguay registraron caídas acumuladas del 7% o más. Por otro lado, Brasil fue el único país en el que se observó un aumento del GINI superior al 3%.

Al ser medido el ingreso en relación a la línea de pobreza de cada país se obtiene la brecha de ingresos en términos absolutos (a diferencia del índice GINI que es un indicador relativo). Según esta medida, en diez países de la región se registró un aumento en la brecha entre los sectores de menores ingresos y los de mayores ingresos. 

Si se complementa el GINI con el indicador de ingresos absolutos se pone en mejor perspectiva metodológica la desigualdad en América Latina. Por ejemplo, en Chile y Panamá – dos países cuyos índices de desigualdad relativa disminuyeron – registraron un aumento de la brecha de ingresos absoluta.

Para los sectores más pobres el ingreso creció el equivalente a 0,03 veces la línea de pobreza, mientras que el ingreso del sector más rico creció entre 0,36 y 0,59 veces la línea de pobreza.


La estructura social de América Latina

A la luz de los datos aportados por CEPAL se vislumbra que los países de la región tuvieron procesos dispares en cuanto a la reducción de la desigualdad. Pero queda un interrogante abierto: ¿Lograron estos diferentes procesos un cambio en la estructura social de América Latina?

Según el informe, entre 2002 y 2017 se observó en la región un proceso de crecimiento relativamente importante de los sectores medios. Este fue un doble movimiento de movilidad social: se redujeron los estratos de ingresos bajos del 70,9% al 55,9%, y a la vez aumentaron considerablemente los estratos de ingresos medios del 26,9% al 41,1%.



El crecimiento de los sectores de clase media se enmarca en el proceso regional de reducción de la pobreza. Los pilares de dicho proceso fueron las mejoras de los ingresos per cápita de los hogares, claros avances en los sistemas de protección social, implementación de transferencias públicas a hogares de menores recursos, incrementos de los ingresos laborales de los trabajadores y crecimiento de la participación femenina en la fuerza de trabajo.

Sin embargo, y a pesar de las mejoras obtenidas en los últimos años, la estructura social mantiene su forma “piramidal”. Es decir, las sociedades latinoamericanas mantienen altos niveles de desigualdad: tres de cada cuatro habitantes es pobre o tiene ingresos bajos.

Hoy los estratos de ingresos intermedios representan 15,7% de las personas, los de ingresos medio-altos solo al 4,5%, y los estratos de ingresos altos corresponden al 3% del total.

Al analizar en mayor profundidad surge que uno de los estructuradores más importantes de la posición socioeconómica en Latinoamérica es el tipo de inserción laboral de los integrantes de las familias. Según la CEPAL la inserción más frecuente entre los ocupados de los estratos bajos es el trabajo independiente o por cuenta propia no-profesional (36,2% de los Ocupados).

Además, en los estratos bajos y medios, alrededor del 50% de los ocupados son asalariados privados, mientras que en los estratos altos este porcentaje cae al 38%. Mientras, los asalariados públicos son proporcionalmente más significativos entre los ocupados de estratos altos, de los que representan casi el 26%. Pero disminuye al 14,5% entre los ocupados de estratos medios y solo el 5,6% entre los de estratos bajos.

A contrario sensu de los preconceptos, se desprende de los datos del informe que un tipo de inserción laboral específica no es por sí solo un determinante de la posición socioeconómica en los hogares latinoamericanos, sino que la estructuración social es un entrecruzamiento de una serie de variables como el tipo de trabajo, su calidad, sus ingresos, la estructura familiar, el género, etc.


Pobreza

Según el CEPAL, desde 2015 se ha verificado un aumento en los niveles de pobreza, y especialmente de pobreza extrema (indigencia). A pesar de este panorama desfavorable en el promedio regional, entre 2017 y 2018 disminuyó en la mayoría de los países. Sin embargo, dadas las malas performances económicas del grueso de la región, para 2019 se prevé que vuelva a aumentar la pobreza total y la indigencia en el agregado regional.

Se proyecta que este año las tasas llegarían al 30,8% para la pobreza y al 11,5% para la indigencia en la región. Según el relevamiento, las causas principales serían una caída del 0,9% de la tasa de crecimiento económico per cápita prevista y en las bajas expectativas sobre el desempeño económico que podrían tener algunos países de la región (especialmente en Argentina y Venezuela).

Ya en 2018, alrededor del 30,1% de la población de América Latina era pobre, mientras que un 10,7% se encontraba bajo el umbral de la pobreza extrema. En total, aproximadamente 185 millones eran pobres y 66 millones de personas eran indigentes.



En el último año la cantidad de pobres en la región superó en 2,3 % a la registrada en 2014, el equivalente a alrededor de 21 millones de personas. A la vez, la indigencia creció 2,9% (20 millones de personas más que en 2014). Dicho empeoramiento se explica principalmente por un desmejoramiento y el incremento de la pobreza en Brasil y Venezuela.

CEPAL destaca que en el periodo 2008 – 2014 el papel de la redistribución ha sido fundamental, como complemento del crecimiento económico, en la reducción de la pobreza. A la vez que evitó aumentos en contextos de deterioro económico: entre 2014 y 2018, en siete de los trece países de la región que redujeron la pobreza predominó el “efecto distribución”.

En este sentido, las políticas que mejoran la distribución del ingreso pueden contribuir de manera crucial a aumentar las posibilidades de alcanzar las metas de reducción de la pobreza hacia el año 2030. CEPAL proyecta que si se asume una misma tasa de crecimiento anual del PBI per cápita (1%) junto con una caída de la desigualdad equivalente a una reducción del índice de GINI del 1% por año, la incidencia de la pobreza alcanzaría el 20,1%.



“Si bien este valor está todavía por encima de la meta, implica un mejoramiento en el desempeño regional de 5,2% en comparación con un escenario sin cambios en la distribución. En este escenario, la incidencia de la pobreza extrema a 2030 alcanzaría un 7%, cinco países reducirían la pobreza a la mitad y seis países reducirían la pobreza extrema a un 3%”, sentencia el informe de CEPAL.