Múltiples batallas

Por: Carlos Leyba

Empecemos por las buenas noticias. El ministro Martín Guzmán logró que el 98% de los acreedores de la deuda emitida por el gobierno argentino - sean los créditos recibidos por Mauricio Macri o la deuda renegociada, luego del default de principios del SXXI, por Néstor Kirchner y Roberto Lavagna – aceptaron bajar las tasas de sus acreencias y prorrogar los plazos de pago.

Logramos bajar notablemente y patear por un tiempo, el peso de la deuda externa. Muy bien por ello.

El ministro es un hombre de secuencias. Primero cerró el problema de la deuda y luego dio paso a la apertura de la renegociación con el FMI. Este trabajo seguramente se prolongará hasta bien entrado 2021. Para entonces, si bien previamente enviará el Presupuesto para 2021, anuncia pondrá a disposición de la sociedad su programa de gobierno en lo económico por escrito, como lo prometió en su primer discurso como ministro hace ya ocho meses. Casi un parto normal.

Pero, atención, está en vigencia la situación de difícil definición que es el tema de la pandemia; y si el manejo de la misma se complica, es razonable pensar que – dado los antecedentes de esta gestión – nuevamente ese anuncio, de un un programa hecho y derecho,  se postergue.

Cuando mencionamos “los antecedentes” nos referimos a un cierto orden en el análisis y el modo de resolución de los problemas. Aparece como dominante una suerte de “espera de maduración” o, por ejemplo, “resolver el problema cuando lo tenemos encima”. No parecen anticiparse en base a las señales que el “problema se viene”. Veamos.

Un ejemplo económico es el manejo del cepo cambiario o la cuota de 200 dólares. Este se ha convertido en un “IFE” de los sectores medios que se tiran en palomita a comprar el cupo y venderlo en el mercado negro para sumar 6000 pesos a los ingresos mensuales.

Proyectado, este mecanismo, deja muy poco tiempo para lograr un cambio de humores o de funcionamiento de la economía real. El tiempo es lo que hay “de sobra” en el tanque.

¿Poco tiempo? Sí. O poco como para resistir con las reservas disponibles, que – de no hacer nada - obligará a manipular con el swap chino que implicará nuevos pasos en una dirección geopolítica de la casualidad y no de una definición estratégica.

Sería un paso más en la política gobernada por la necesidad de frenar ante el abismo. Un clásico de los que se demoran: agravan los problemas sin quererlo.

Pero no es sólo en lo económico. Por ejemplo la estrategia ante el virus goza de una extraordinaria parsimonia a la espera de la vacuna o – tal vez- del plasma, y en esa espera, solo hemos ensayado una cuarentena – de verdad la mas larga del mundo – que el Presidente dice que no existe pero la decreta.

Sin embargo y mientras tanto, los Hospitales de Ezeiza y de Cañuelas, han realizado pruebas bastante sólidas con el uso de farmacos que están en el mercado que, dicen los profesionales del sector público, han servido para la prevención; y otros profesionales de Córdoba, y también de Buenos Aires, han realizado ensayos curativos con ibuprofeno inhalable que han dado resultados alentadores.

Ninguno de esos ensayos – dados a conocer por el periodismo – han logrado que ANMAT – a la fecha – haya autorizado los ensayos clínicos que descarten o apruben, la posibilidad de ser utilizados masivamente para no tener que llegar a las últimas instancias. ¿Por qué?

La respuesta no es distinta a la que cabe a la reacción ante la toma de tierras.

Por ejemplo, sin duda que el gobierno conoce el problema habitacional. La excelsa magnitud del presente tiene, como mínimo, 30 años y se fue acumulando con los estallidos de desempleo y pobreza, producidos durante el gobierno de Isabel Martinez (rodrigazo)y la dictadura; y agigantados con mayúscula durante el gobierno de Carlos Menem en el que alcanzaron una altura de la que no hemos podido descender. Los Kirchner no pudieron o no supieron resolverlo; y por cierto Macri ni siquiera debe haber querido a la espera del derrame reparador.

Pero el problema lleva años. Y las tomas son una expresión, seguramente alentada para fines inconfesables, de ese problema. Sin ese problema las tomas no existirían.

Es ridículo cargar sobre la mochila de Alberto Fernández el problema. Pero es cierto que la pandemia y la cuarentena acentuaron las consecuencias. Lo real que “las cosas acentuadas” vienen de antes, mucho antes que Macri llegara al gobierno, y ni hablar del espanto social de la provincia de Buenos Aires.

Siendo así, evidente, sorprende que “las tomas” hayan tomado al gobierno por sorpresa y lo hayan encontrado desatento.

Las respuestas contradictorias son las propias de una gestión sorprendida y desatenta.  

O, y esta es una hipotesis preocupante, o todas las respuestas lentas o contradictorias (cepo, estrategia sanitaria, tomas de terrenos) son la consecuencia de un poder “loteado”.

El loteo es la framentación al interior del gobierno y la ausencia de una melodía común con voces que desafinan.Es que no se nota que haya partitura, particellas y director. Y ese es un problema grueso para un gobierno coral. Mas que ninguno necesita lo que hace sonar a una formación a varias voces como s fueran una.¿Me explico?

Pero volvamos al principio. Bajar tasas, patear pagos y negociar con el FMI, no significa que el peso efectivo de esas cuitas externas nos permita salir corriendo. Menos en una cancha embarrada por la pobreza y la decadencia productiva y social y ahora sometida a la lluvia anegadora de la pandemia que se complica en las zonas más vulnerables del país.

Martín Guzmán, en la nota enviada a Kristalina Georgieva, dijo que el país  cumplió en 2019 con el FMI: bajó el deficit fiscal primario de 3.9% a 0.9% y el de cuenta corriente de 4.9% a 0.9%, ambos sobre el PBI.

Hoy ambos “gemelos” están más complicados y seguirán estándolo para poder poner en marcha la economía, atender la pobreza y combatir la pandemia. Sin embargo, frente a esta situación de extrema complejidad y fragilidad, el gobierno ha desistido de formular, y por lo tanto de pensar, un “plan”.

Un “plan” implica, entre otras cosas, integrar sistemicamente distintas perspectiva disciplinarias y regionales para pensar el futuro, desentrañar oportunidades y formular la “señalética del desarrollo”.

Alberto Fernández, al igual que Cristina, parece detestar la palabra “plan”.

Los Kirchner no tuvieron. Gobernaron “paso a paso”,

 a cada problema una solución y vemos.

Pero para el peronismo de Juan Perón renegar del “plan” es una negación de la doctrina y del arte de gobernar.

La aparición en la política del fundador se inició con el Consejo de Posguerra, a lo que siguieron los Planes Quinquenales y el Plan Trienal de su último gobierno. Con Perón no hubo gobierno peronista sin plan.

Pero sin Perón, los gobiernos que llegan gracias a la memoria del peronismo, gobiernan sin Plan. Pasó con Menem (10 años) con los Kirchner (12 años) y por ahora con Fernández.

Llegados aquí estamos tentados de pensar en la fábula de la “Zorra y las uvas”. ¿Será? ¿O bien será que todo plan es “un compromiso” que supone “concertar” y que evita las sorpresas?

No hay duda que salir de este pantano exige un Plan, sostenido por compromisos y concertado con la política, las organización de los trabajadores y de los empresarios.

Para salir de un pantano hay que bajarse de la comodidad y empujar todos para el mismo lado.

Mas claro imposible y más lejos de esa claridad en los días que corren parece también imposibe.

Concertar para planificar y comprometerse, es construir la paz.  

“La paz es, acaso, el estado de cosas en que la hostilidad natural de los hombres se manifiesta por creaciones, en lugar de traducirse por destrucciones como ocurre en la guerra” Paul Valery. ¿Crear sin paz?

Por favor, dejemos el ajetreado cuadrilátero móvil de la Argentina, que pasa del Parlamento a la TV a la que tan afecta es nuestro Presidente, y miremos ejemplos actuales de otros países a ver si nos inspiran.

Este jueves el gobierno de Francia anunció un “Plan de Relanzamiento” de su economía con 70 medidas.

Vale la pena revisarlo como un ejemplo de articulación del presente y de la vocación de construir el largo plazo.

Dice el documento “el plan de relanzamiento sigue un método estratégico que tiende a incluir a todos los actores alrededor del diálogo y la concertación”.

Esa concertación, esa Mesa tripartita, es lo que reclaman hoy los dirigentes sindicales conocedores como nadie de la dimensión, la densidad y la territorialidad de la crisis que vivimos.

La obstinación de no tener un plan es pareja con la obstinación de no querer concertar. ¿Por qué?

Volvamos a Francia. El Plan de Relanzamiento es “un gran plan de inversiones” – dijo el primer ministro – que privilegia las inversiones a largo plazo  acompañandolas de un empuje fiscal.

Inversiones y zanahorias para atraerlas es el primer mandamiento del desarrollo capitalista contemporáneo. No hay inversiones sin zanahorias, de eso se alimenta el animal capitalista.

La idea francesa es “relanzar la actividad a corto plazo y preparar el horizonte a 2030” y luchar contra el desempleo como objetivo prioritario. Es que Francia enfrenta la peor recesión (11%) desde 1945.  Y el gobierno y los socios sociales, entienden esta crisis como la oportunidad entre otras de, anote, “relocalizar (la producción) para limitar las importaciones, …desarrollar la competitividad…y nutrir soberanía” “ preservar nuestro saber hacer industrial, cientifico y tecnológico (salud,agricultura, educación, industria, digital)” y “acompañar … nuestras industrias” “El relanzamiento será solidario … entre las generaciones, los territorios y las empresas de toda talla”. Inspirador.

Si bien las 60 medidas de Martín Kulfas están en proceso, el ministro finalmente pudo anunciar parte de sus ideas.

En el día de la industria Kulfas anunció los cuatro ejes en los que desarrollará sus medidas de estímulo y apoyo. Financiamiento productivo, desarrollo de proveedores, industrias 4.0, y programa de parques industriales.  

Para el primer tramo hay financiamiento de “alivio” a tasas bajas; en el segundo se propone instalar una suerte de  “banca de desarrollo” que consolide el financiamiento de largo plazo de distinas entidades nacionales y provinciales, destinado a inversiones que apunten al cambio estructural.

Como tercer eje señaló el apoyo financiero a proveedores industriales y tecnológicos de sectores estratégicos (incluyó a la industria ferroviaria y naval) con aportes no reembolsables de hasta el 70% y un Plan de Transformación Digital 4.0 con financiamiento e incentivos fiscales.

Finalmente el cuarto eje es apoyar el desarrollo de 300 parques industriales.

Antes de estos anuncios el presidente de la UIA describía el contexto de los futuros beneficiarios a los que, en la situación actual, hay que pensar como abrirles la boca para que ingieran tantas promesas. Desde 2011, dijo Miguel Acevedo para no ir más atrás, “ perdimos un cuarto de la producción industrial per cápita y se contrajeron un tercio las exportaciones industriales Entre 2011 y 2019 se perdieron cerca de 108 mil empleos en la industria”; la Utilización de la capacidad instalada en la industria estuvo, en junio, al 53,3%.

Kulfas había dicho antes "hay una recuperación importante, pero nada está resuelto". Si, pero no.

Pues bien es en este contexto en el que hay que leer la gran noticia política de los próximos días: el proyecto de impuesto a la riqueza.

En los fundamentos de la ley del nuevo impuesto se sintetiza que su proposito es “brindar la mejor protección a las personas afectadas, evitando en todo lo posible que se vea restringida la satisfacción de necesidades básicas como la salud y la alimentación”. Y al mismo tiempo se trata de “minimizar los impactos negativos en el empleo y en las condiciones productivas de la Nación, apuntando en paralelo a una más rápida recuperación”.

Dos objetivos: brindar protección a las personas y minimizar los efectos negativos (de la pandemia) sobre las condiciones productivas que, en definitiva, generan el malestar de las personas.

A ese último objetivo responden las políticas de expansión del gasto público que se estan ejecutando y todas las que acaba de anunciar el Ministro Kulfas, que lo son para enfrentar la crisis sanitaria y las consecuencias económicas de la pandemia en las empresas.

Y aquí, otra vez, se cuela – como en todo – el loteo, las voces distintas, la ausencia de partitura y de director. Observe.

El texto del proyecto del nuevo impuesto excluye de manera expresa a todos los bienes productivos instalados en el país mientras estos sean de propiedad de extranjeros.

Dos fábricas de galletitas, una nacional y la otra propiedad de una multinacional, el dueño de la primera pagará el impuesto solidario y el dueño de la foránea no lo pagará. Arcor paga, Mendelez no. Algo está mal.

Una clara discriminación que establece que, por el mismo bien, pagan los argentinos y no lo hacen los extranjeros. Es más, si la empresa es una sociedad propiedad compartida por argentinos y extranjeros, los argentinos pagan, los extranjeros no.

Reaccionará Victoria Donda del INADI. ¿O no es una enorme discriminación?  

Toda discriminación subutiliza recursos. Y aquí reduce la base imponible.

Las 500 empresas mas grandes de la Argentina generan un tercio del valor bruto de producción y son el “núcleo duro” de toda la actividad. Dos tercios de ellas poseen participación extranjera, las conocemos como extranjeras, son las “marcas famosas” y responden a conducción, tecnología y financiamiento  “multinacional”. Hablamos de otras capacidades.

Del Patrimonio Neto de las grandes empresas sólo un quinto pertenece a capitales nacionales.

¿En que se inspiró Carlos Heller para redactar este impuesto discriminatorio y achicador de la base? Lo sostiene Máximo K y ¿qué piensa el Fernandez que habló a los industriales?

Heller no tuvo en cuenta la estructura del actual impuesto a los bienes personales. Partiendo de un mínimo imponible de 200 millones de pesos, con las excensiones de ese tributo y la norma que obliga a todas las personas jurídicas a tributar por sus “accionistas” cualquiera sea el monto, habría una enorme ampliación de la base tributaria. Incluiría a todos, nacionales o extranjeros, y además de ser equitativo, porque no discrimina contra los argentinos y en favor de los extranjeros, podría morigerar las tasas de los sectores productivos que, como ha descripto el Presidente de la UIA y receptado el ministro Kulfas, exausto, como está el sector productivo, para salir del pantano necesita de esas 60 medidas de apoyo.

Ampliar la base permite acomodar las cargas. Ese es uno de los dramas nacionales: una economía 40% en negro no exige mucho esfuerzo ni imaginación para cazar en el zoologico. Pedile una factura al verdulero.

Y aunque repartan comida gratis (subsidios) en el Zoo, lo más probable es que enterados de los disparos por sorpresa, los animales primero se resistirán a entrar y una vez adentro esperarán el momento para rajar.

Y mucho más si los bichos nacionales la ligan y los extranjeros zafan.

Peor aún, si muchos de los ricos - a los que Ud., ve en las fotos y hablan como nacionales -  para este proyecto de ley, son extranjeros y no pagan. ¿Por qué?

“Usted dirá que un pasaporte no modifica la índole de un hombre” (J.L.Borges, El soborno)

Si. Pero baja la recaudación y obliga a aumentar la tasa.

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