Maternidad y vida sexual: buscar el equilibrio

Por: Walter Ghedin

Ser madre es una experiencia vital que ubica necesariamente -y en la mayoría de los casos- a la mujer en un vínculo de apego con su hijo, una especie de unidad indivisible signada por las necesidades fisiológicas y afectivas del bebé y la concreción de un deseo fundamental que tiene mucho de amor, pero que también responde a motivos inconscientes (continuidad de la especie, normativas de género, presión social, etc.). Siempre se ha dicho que la mujer puede “hacer varias cosas al mismo tiempo”, sin embargo el vínculo con el bebé focaliza toda su atención, preocupación y afectos, dejando de lado la relación con su pareja o por lo menos no se le concederá por un tiempo la prioridad que previamente tenía. Las madres saben que es así, y la mayoría de las parejas entienden la nueva distribución del amor. Ahora bien ¿este saber o comprensión forma parte de una lógica esperable (fisiológica o natural) en respuesta al apego, o es una conducta social “naturalizada”, es decir, una normativa que transforma la complejidad del “ser mujer” en el rol único de “ser madres”?

Madre se nace

Desde el punto de vista biológico, la secreción de la hormona oxitocina potencia las conductas de unión entre la madre y su hijo. Fue denominada la “hormona del apego”. Sus acciones estuvieron por años limitadas a la mecánica del parto, la lactancia y las conductas de maternaje. Además de ser la responsable de activar los sentimientos de cuidado de la prole, juega un papel fundamental en los comportamientos de apego y en el olvido de sucesos traumáticos de índole social. La oxitocina desarrolla la empatía, la ternura, la generosidad, y los comportamientos democráticos en los grupos. Es llamada también la “hormona del cariño”; su liberación ayuda a sentir placer. El máximo estímulo físico son las caricias y el contacto erótico-sexual: los mimos, el recuerdo de una situación agradable, mirar fotos de seres amados, disfrutar de un encuentro sugestivo, disparan su producción.

Madre se hace

La presión de los modelos culturales configura los sentimientos y produce conductas congruentes con el desarrollo del rol de madres: responsabilidad, contención, cuidado físico, cobertura de las necesidades del bebé, así como también culpa, autorreproches, angustia o indiferencia defensiva, cuando por diferentes motivos (trabajo, dificultades económicas, atender a otros hijos, quejas maritales, etc.) no se puede cumplir con el rol. Las madres primerizas tendrán más dificultades para integrar las demandas externas con las exigencias internas; es decir, aquellas que provienen de los mandatos inflexibles de “cómo ser madres”. Las más duchas saben que no existe ninguna fórmula preestablecida, y que ser madres las enfrenta al desafío de buscar su propio estilo, atendiendo e integrando con libertad y flexibilidad las diferentes demandas. En esta línea de reflexión las madres estarían en condiciones biológicas, afectivas y sociales de incluir a sus parejas en el vínculo con el hijo y además preservar la vida en pareja. En el consultorio escucho a muchas parejas justificar la pérdida del deseo y de los encuentros sexuales por la llegada del niño. Entiendo que la dinámica de la relación se modifica con la presencia de un bebé (el ejemplo de los despertares de madrugada para calmar el llanto del niño basta y sobra para ilustrar los cambios). No obstante, siempre es posible recuperar momentos de intimidad, quizá más breves e interrumpidos, pero encuentros al fin. Hay parejas que ansían condiciones ideales para el encuentro: tiempo laxo, disponible; físico cuidado y bien dispuesto; sensualidad, humor, un buen restaurante, con luz de velas, hotel con jacuzzi y desayuno; y un discurso romántico de noviazgo. Fantástico si se cumplieran todos estos deseos. Pero no vale la pena esperar a que se den las condiciones ideales. El compromiso está en encontrar en la vida diaria, en la cotidianidad, las claves para que la pareja no postergue sus responsabilidades afectivas y sexuales. Las mujeres madres están preparadas para hacerlo: desde la biología, la oxitocina incrementa la capacidad de cariño, ternura y erotismo. Desde lo cultural las mujeres han logrado cambios notorios y fundamentales en los roles de género. ¡Cómo no van a poder entonces equilibrar las conductas maternales con aquellas que configuran su rol de mujer deseada y deseosa!  

Tips para el reencuentro  

“Ser madre” no te exime de “ser mujer”.

Ser mujer es desarrollar todas tus capacidades, no solo la de ser madre.

Defiende la intimidad de la pareja. No dejes que los demás influyan en la vida privada ni presionen con comentarios tendenciosos sobre las exigencias inflexibles de la maternidad.

No construyas ideales para estar con tu pareja, cualquier momento puede ser una oportunidad para el reencuentro.

No culpes a la maternidad por la indiferencia o la falta de deseo sexual.

Intenta recuperar el erotismo de tu cuerpo: masajes, caricias, masturbación, etc.

Propone una serie de acciones que puedan compartir: bañarse, desayunar, encontrarse a la hora del almuerzo o la cena; hablar de ustedes, de cómo está cada uno. Recordar a cada momento que además de padres son una pareja.


*Médico psiquiatra. Sexólogo.

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