Macri pasó por Rosario con un frío acto por el Día de la Bandera

El presidente habló 6 minutos en una ceremonia casi sin público. Otra vez hubo vallas y fuerte custodia por temor a escraches. Los veteranos de Malvinas se retiraron enojados porque no los dejaron desfilar.

El presidente Mauricio Macri participó por segunda vez durante su mandato de los festejos por el Día de la Bandera en la cuna de la enseña patria, la ciudad de Rosario. Al igual que el año pasado, las celebraciones populares del 20 de junio comenzaron una vez que el presidente ya había partido con su comitiva, puesto que como ya se hizo costumbre bajo la gestión Cambiemos, un vallado perimetral impidió a los rosarinos tengan libre acceso a los alrededores del Monumento a la Bandera, que cumplió 60 años ese mismo día aunque el dato pasó totalmente desapercibido. El operativo no permitió que nadie que no tuviese la autorización necesaria pudiera acercarse a menos de 300 metros a la redonda del palco. Además, el acto no tuvo a los veteranos de la Guerra de Malvinas como protagonistas, ya que ni siquiera se hizo el desfile cívico por primera vez desde la recuperación democrática.

Fugaz

La ceremonia fue breve. Se izó la bandera en el mástil mayor del Monumento, que cabe recordar está en proceso de restauración a cargo de la firma Creaurban, integrante del grupo de empresas ligadas a la familia presidencial a través de Ángelo Calcaterra, primo de Macri. Luego hablaron la intendenta Mónica Fein y el gobernador Lifschitz, quienes de forma más o menos diplomáticas mecharon sus reclamos en medio de reivindicaciones a la figura de Manuel Belgrano. Fein recordó que Rosario no tiene acceso al crédito internacional desde 1999 y afirmó que “la ciudad quiere seguir creciendo”, en clara alusión a la negativa de los concejales del PRO a autorizar el endeudamiento público por 150 millones de dólares que solicitaba el Ejecutivo local.

En tanto, y fiel a su estilo, Lifschitz se ubicó en el medio, repartiendo críticas a las gestiones kirchneristas pero también al PRO. Le pegó a los actos protagonizados por Cristina Fernández, argumentando que estaban politizados y que se había desvirtuado el verdadero carácter de la fecha patria. Pero a su vez, también espetó que se deben resignificar los actos del 20 de junio y volver a tomar contacto con la gente, en una clara crítica a las ceremonias cerradas del gobierno actual. En las palabras del gobernador pudo observarse la cercanía de la campaña electoral, que en la provincia el socialismo entiende polarizada con el macrismo.

A su turno, Macri pronunció un escueto discurso –apenas duró unos 6 minutos y afirman que fue el más corto de la historia dado por un presidente un 20 de junio- frente a autoridades nacionales, provinciales, municipales y militares, dentro del espacio resguardado por los metros y metros de hierro de la doble reja que según las estimaciones costaron casi 500 mil pesos. Además, hubo una férrea presencia de custodia de policías y gendarmes que examinaban cuidadosamente a cada una de las contadas personas habilitadas para ingresar a la zona, que no fueron más de 600 y entre los que se encontraban niños de 10 años de dos escuelas primarias y cadetes de institutos de las fuerzas armadas y de seguridad que juraron lealtad a la insignia patria. Los periodistas, en tanto, debieron conformarse con ver todo desde un corralito algo alejado del palco. Sólo un grupo de manifestantes ingeniosos lograron vencer el cerrojo al colocar un cartel de “libertad a Milagro Sala” atado a un cúmulo de globos celestes y blancos, que sobrevolaron la zona durante un rato.

“Belgrano es una fuente de inspiración para este momento de cambio en Argentina”, dijo el jefe de Estado, en una alocución en la que recorrió una vez más los conceptos de unidad, futuro y optimismo sumados a la arenga del “sí se puede” ya característica de sus discursos, en los que siempre se percibe la mano del coach macrista Jaime Durán Barba. Incluso se animó a decir que la inflación en el país “es la más baja desde el 2009”, aunque no aclaró qué rebusque estadístico le permitió hacer semejante afirmación.

Luego del acto oficial, que duró tan solo media hora, Macri se retiró con prisa y en su auto blindado llegó hasta la zona sudoeste de la ciudad, donde visitó a una pareja de emprendedores. La visita, perfectamente armada según el manual PRO que mostró al presidente y la primera dama Juliana Awada compartiendo el mate con los responsables de un negocio de encomiendas que le habían escrito una carta, también trajo polémica. Es que dentro de un grupo de vecinos que habló con la televisión local y afirmó haber concurrido "espontáneamente" a saludar al mandatario, hubo una mujer que fue rápidamente identificada como asesora del bloque de concejales macristas, lo que hizo suponer una puesta en escena. Luego de la visita, que duró unos minutos, un helicóptero depositó a Macri en el aeropuerto de Fisherton, donde subió al avión que lo llevaría de vuelta a Buenos Aires. En total pasó unos 100 minutos en Rosario.

Protestantes
 
Mientras el presidente hablaba, afuera del área de exclusión integrantes de la Multisectorial Contra los Tarifazos realizaron una volanteada para repudiar los incrementos en las boletas de luz, agua y gas que impulsó el Gobierno Nacional y que provocaron el cierre de 3500 comercios y pymes en toda la ciudad en el último año. En la manifestación un hombre bailaba chamamé disfrazado de buitre con cara de Macri y otros sostenían carteles sobre el ajuste que aplica su gestión. La protesta llegó hasta las inmediaciones pero fue detenida por el operativo de seguridad. Afortunadamente, este año no hubo que lamentar heridos por la acción policial, como sí sucedió el año pasado en un bochornoso episodio que terminó con un concejal peronista que sufrió un bastonazo en la cabeza, entre otros heridos. “El Monumento es de todos”, se quejaron los miembros de la Multisectorial, que debieron conformarse con quedarse a un par de cuadras del ícono rosarino.

 "El blindaje de fierros y fuerzas de seguridad muestran que el presidente ya no puede salir a la calle, porque donde va es escrachado por la política de exclusión que practica. Pero además es la confirmación de que todo lo que dicen sobre el diálogo es un relato, porque no escuchan a nadie" manifestó a El País Digital Juan José Sisca, una de las caras visibles de la organización que reúne a pequeños empresarios, comerciantes, organismos de defensa del consumidor y sindicatos. El referente dijo que intentaron llegar al lugar donde estaba Macri para expresarse “contra el tarifazo que está haciendo un daño irreparable en toda la ciudadanía, que no puede hacer frente al pago de la tarifa de estos servicios públicos esenciales". "Pero nos encontramos con un Monumento, que es de todos, totalmente secuestrado en un acto para pocos. Que hayan gastado 500 mil pesos en poner rejas mientras le sacan las pensiones a los discapacitados habla por sí solo", señaló.

Cambia, todo cambia

Históricamente, los festejos por el Día de la Bandera fueron apropiados por el pueblo rosarino hasta convertirse en una actividad masiva. Desde la vuelta de la democracia, el antiguo desfile de las fuerzas armadas fue de a poco transformándose en una fiesta cívica. Los soldados fueron reemplazados y superados por un importante y creciente número de ciudadanos de a pie, y cobraron protagonismo los ex combatientes, las entidades tradicionalistas y gauchas y también las colectividades extranjeras. En los últimos años, con la venida de la ex presidenta en varias oportunidades, la actividad comenzó a llenarse de contenido político. La presencia de banderas de organizaciones sociales y partidarias afines al kirchnerismo hizo enfadar algunas veces a las autoridades locales socialistas, aunque la polémica nunca pasó a mayores.

Pero todo cambió en 2016: aparecieron las restricciones y el vallado perimetral, el listado de autorizados para ingresar y el despliegue de fuerzas de seguridad. El desfile cívico se hizo antes del acto oficial y casi sin público por decisión de la organización de la ceremonia, a cargo de Nación. Las actividades cívicas, culturales y gastronómicas a cargo de provincia y municipio, debieron esperar hasta la tarde y comenzó a marcarse un fuerte contraste entre acto oficial y celebración popular. Por la mañana temprano, un clima frío protocolar, rejas y policía. Desde el mediodía y hasta la tarde, espectáculos musicales, ferias y asado a la estaca.

El nuevo paradigma molestó a los funcionarios del Frente Progresista, que afirman tener otra perspectiva sobre lo que debería ser el acto patrio. Así lo explicó el secretario de Cultura de Rosario, Guillermo Ríos a este medio: "Todo lo que tiene que ver con la seguridad y la custodia no lo definimos nosotros, lo decide Presidencia de la Nación. La verdad que no está bueno que se pongan vallas y se filtre el acceso a la gente. No es la política del municipio ni del Gobierno de Santa Fe. A nosotros nos gusta plantear actos participativos, por la tarde pasaron unas 100 mil personas por las actividades culturales", se diferenció el funcionario.

Por su parte, la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, justificó el duro operativo: "Hay que dividir a la gente que quiere ir al acto del Día de la Bandera de la gente que quiere ir a tener una actitud agresiva contra el Presidente", dijo sin pelos en la lengua. "Es un mecanismo de seguridad que se hace en estos actos masivos. No hay nada especial. Lo que pasa es que hubo en el último tiempo algún tipo de manifestaciones que no han sido lo más democráticas", dijo la ministra en alusión a los escraches que afrontó Macri en algunos actos públicos, como el sucedido hace pocos días al visitar el partido bonaerense de Tigre.

En tanto, los ex combatientes de Malvinas fueron corridos de a poco: el año pasado debieron desfilar más temprano y en esta ocasión finalmente ni los dejaron marchar. También les requirieron presentar de antemano un listado de integrantes para autorizarles el paso por el cerco de seguridad. Ambas decisiones cayeron muy mal entre la comunidad de veteranos, que ya se habían convocado frente al mástil cuando les avisaron del nuevo requerimiento. La sorpresa se convirtió en enojo, tristeza y disgusto, y finalmente, de forma espontánea, decidieron retirarse en medio del acto como forma de protesta, tras denunciar un "vaciamiento de contenido nacional y participativo" de la ceremonia oficial. "Nos robaron el 20 de junio, nos robaron la fiesta, nos robaron lo popular", declaró el secretario del Centro de Ex Soldados y Combatientes en Malvinas de Rosario, Omar De Benedetto. Los veteranos escucharon el himno y antes de los discursos se retiraron enojados por la ausencia del desfile cívico. "Nos fuimos a festejar junto al pueblo", remató.

Lecturas políticas

La modalidad del acto despertó visiones encontradas en los dirigentes políticos de distintas fuerzas. Mientras los funcionarios macristas defendieron las nuevas características de la ceremonia, todo el arco opositor repudió la poca participación ciudadana en la misma y el dispositivo de seguridad montado para alejar al presidente de posibles manifestaciones críticas a su gestión.

En ese marco, el diputado provincial del PRO Roy López Molina manifestó: “Estoy muy contento de que pueda participar el presidente con el gobernador y la intendenta, con vecinos tranquilos y participando. Vamos recuperando la normalidad que nunca teníamos que haber perdido, que sea un acto para todos y no para la política”. El legislador consideró que este año hubo “menos presencia de vallas y de controles de seguridad que el año pasado”. “Los violentos van perdiendo fuerza, cuando se alejan del poder del Estado”, agregó y consideró que se desarrolló "un nuevo 20 de junio que recuperó su mística”. En esa línea, el concejal macrista Carlos Cardozo aseguró que "cualquier vecino que quería participar lo pudo hacer", aunque sea algunos metros detrás del vallado. "Se había desnaturalizado el acto, era una fiesta del kirchnerismo que el año pasado quiso generar un escándalo y se produjeron hechos de violencia. Este año se ve que empezamos a retomar el camino de la institucionalidad", sindicó.

 Uno de los críticos fue el concejal del Movimiento Evita Eduardo Toniolli, que en 2016 sufrió un golpe en la cabeza por parte de la policía que custodiaba las vallas. “Dos concejales y cinco asesores aplaudiendo. Los rosarinos afuera. Para los liberales institucionalizar es achicar. Qué pena", afirmó. Sin embargo, también apuntó contra la actitud de Lifschitz y Fein. "Pero lo que más me apena es la sumisión de las autoridades locales, otrora grandes leones para discutir nimiedades, hoy gatitos sumisos ante el atropello", criticó. La edil del FPV Norma López lo secundó: "Fue un acto triste y elitista, desapegado de las costumbres de los rosarinos".

 El diputado provincial del Frente Social y Popular Carlos Del Frade lamentó por su parte que "el espíritu de Belgrano se quedó del otro lado de las vallas. El legislador aseguró que "el Monumento fue secuestrado por un presidente que hace lo contrario de lo que hubiera hecho Belgrano" porque, sostuvo, "en el discurso de Macri hubo cosas que nada tienen que ver con el prócer".

En tanto Héctor Cavallero, diputado provincial del PPS y ex intendente rosarino dijo a este portal que le pareció "una vergüenza" que se realice "un acto de 20 minutos sin declaraciones a la prensa, con un presidente que prácticamente se fugó del lugar". "Basta de 20 de junio enjaulados y sin participación popular masiva. Los rosarinos, los santafesinos y todos los argentinos sufrimos un nuevo destrato del centralismo porteño", calificó.

Lo que está claro es que, ante todo,  la fiesta cívica más importante de la ciudad fue desprovista de ánimo festivo, y terminó reducida a un pequeño palco donde tres funcionarios se apuraron a terminar sus breves discursos, como si no quisieran estar allí, en especial el presidente, a quien se lo vio incómodo y casi fastidioso. Por otra parte, la brutalidad de las justificaciones de la ministra Bullrich dejaron al desnudo que las exageradas medidas de seguridad tuvieron más que ver con el temor de Macri a pasar un mal rato político por recibir silbidos, insultos y abucheos de quienes no acuerdan con su gestión que con la integridad física del presidente de la Nación.

En todo caso, más allá de las simpatías políticas, fue difícil encontrar un rosarino que haya quedado conforme con el acto del Día de la Bandera versión 2017. Quienes apoyan al presidente, porque no pudieron verlo para expresar sus simpatías. Y los que no lo votaron ni lo harían, porque sus reclamos no fueron escuchados y quedaron escondidos tras kilómetros de vallas y uniformes policiales.

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