Los que limpian después de la guerra

En esta oportunidad, Julián Axat escribe sobre “Vademécum de sobrevivientes” de María Urrutia (La Plata, 1945), editado recientemente por el sello “Prueba de Galeras”, poética sobre la memoria de las catástrofes; las antiguas y nuevas. La necesidad de dar testimonio, para refundar y seguir.

Después de cada guerra alguien tiene que limpiar... Resuenan los versos de la gran Wislawa Szymborska con los que María Urrutia (La Plata, 1945) elige abrir su poemario, y con ellos y el título “Vademécum de sobrevivientes” el proyecto trazado a las preguntas: ¿quién echa los escombros para que puedan pasar los carros llenos de cadáveres?  

Pues -siguiendo a Szymborska-, alguien debe meterse entre el barro, quitar las cenizas, las astillas de cristal, limpiar los trapos sangrientos y reconstruir los puentes… No hay catástrofe humana sin inventario de daños, sin vademécum llevado a cabo por los que sobrevivieron.

Re-ordenar la catástrofe significa, ponerle el lomo el levantamiento de un nuevo mundo: uno piensa en la reconstrucción de ciudades como Leningrado, Berlín, después de los bombardeos de la segunda guerra. Pensamos también en Hiroshima y Nagasaki después de la bomba atómica, y la reconstrucción de Japón.

Los sobrevivientes tienen que volver a armar todo de nuevo, desde los cimientos, desde el escombro, desde los cuerpos NN y las fosas. Desde tierra arrasada (no por algo T.S Eliot tituló su obra cumbre La tierra baldía)

La tarea es, como la de Sísifo, cargando una piedra que se vuelve a caer y así… La sucesión de horrores. El inventario de daños materiales y la continuidad de daños simbólicos y poéticos; y en esto el daño imperceptible es mucho más profundo y abismal que el estrago visible. La poesía del Japón ya no fue la misma después de las bombas. Tampoco lo fue en Alemania la literatura después de Auschwitz.  

Hay cosas que no se cuantifican. Y esa es la tarea de los poetas. Reconstruir la lengua, dar testimonio del peso de los cadáveres en el lenguaje.  Aquí los poetas asumen cierto compromiso profético ante el Ángel del la Historia (el Ángelus Novus, diría Benjamin). 

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La Pandemia de Covid-19 ha implicado en algún punto una dimensión de la catástrofe contabilizable, que las frías estadísticas a diario arrojan la cifra de la muerte que nos adormece y se torna burocrática, como la banalidad del mal de los doctos sanitaristas y el periodismo. Es la dimensión de un inventario imperceptible, aquello que se cualifica en dolores cotidianos, ausencias, distancias, soledades, crueldades.

Sobrevivir a esta realidad obliga al poeta a barajar y dar de nuevo. Es decir, a hacer inventario de las perdidas propias y ajenas. Son nuestros muertos y los de los otros (que también nos pertenecen) que pesan, y en el poeta hacen como deja vú en espejo con episodios anteriores; pues también la poeta  ha sobrevivido a otras calamidades y genocidios, y ya ha tenido -en otros tiempos- que limpiar y reordenar el mundo.

¿Cuántas veces puede alguien sobrevivir? Se pregunta Urrutia. La capacidad de resistencia y resiliencia del ser humano parece infinita. Pero solo lo parece, muchas veces se desfonda.

Como en Szymborska, María Urrutia se siente de la estirpe cuyo destino final está vinculado más a la catástrofe, que al amor. Aunque todavía le quede cierta esperanza; pero por el momento le toca el oficio de “inventariar” hacer “Vademécum”: devolver el aura a las cosas, luego del arrasamiento. Pero eso es, un acto de amor. El amor por re-construir todo de cero. No hay mayor acto de amor que ese.

Pues debajo de toda catástrofe, por más escombros y restos que haya, siempre hay una flor escondida, una chispa que, al hallarla y ponerla a salvo, permite volver a reconstruir el sentido de las cosas. La nueva germinación.

La misión del poeta germinar, volver a creer, dar fe y testimonio para la esperanza de otro mundo posible. Y esto es lo que encontramos en el libro. Hay un procedimiento de tipo “exteriorista” (me recuerda al gran Ernesto Cardenal asignando esa característica a la poesía Nicaragüense) que apela a imágenes del mundo exterior, una poesía objetiva que permite describir el tipo de estrago. Así Urrutia confecciona el vademécum enumerando:

7.823 millones de humanos taladran la corteza/ trabajan gritan se acarician se acoplan se asesinan/ 2.200 millones de niños y niñitas cortan flores/ las deshojan/ patean el vacío de los peluches (…)

O bien:

Dijo la Bolsa de Cereales de Buenos Aires que/ producimos 27.000.000 de toneladas/ de trigo por año y eso alcanzaría/ para que cada argentino coma este año/ 348 kilos de pan/ o sea 1 kilo por día

Si el daño simbólico no es cuantificable. Si las cifras de muertos exhiben total impudicia. Si –acaso- muestran la banalidad del mal, entonces los inventarios  “exterioristas” de la poeta, permiten devolver una dimensión irónica a esas cifras, superponiendo otras:

Dijo el New York Times que en un día el Amazonas/ descarga sobre el Atlántico/ la cantidad de agua equivalente al caudal que necesita/ Nueva York para 9 años y… 

Y la poesía, así como la asume Marta Urrutia, es también un procedimiento político, sutil, de denuncia ante la crueldad del mundo y sus miserias.

En definitiva, un libro imprescindible y necesario para los tiempos que corren. Que hace honor a la poesía como compromiso a fondo con la vida y la memoria, y no como un lujo o mecanismo de goce para unos pocos.

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Por último, no quiero dejar pasar la oportunidad de mencionar a la editorial Prueba de Galeras,  a cargo de María Teresa Reca y de la propia Urrutia.  Un proyecto muy cuidado, en el ámbito de la ciudad de La Plata; que ya lleva editados trece libros, un catálogo de de distintas voces y trayectorias, y del que he tenido el honor de participar.  


María Urrutia

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Un poema

 

X

lo recordado vive   dijeron los juglares

los griegos tallan a sus dioses

los incas trenzan quipus y el mensaje deambula

trescientos kilómetros al día


las historias ruedan de la boca a la boca

ágiles salmones contra la inclinación del tiempo

llegan al sitio

para dejar ahí la sucesión


las cosas nos sobreviven y es conmovedor


la ropa guardiana de los huesos disueltos

(a quién amaste a quién)


debajo de la cama al descuido las medias

(una tiene un agujero donde iba el pulgar)

dónde echaste las anclas   dónde

clavaste el trofeo

cuelga de la percha el saco

perfume de gaviota en la axila

lo huelo resguardada del viento

(no te evapores)

las cosas nos sobreviven y es conmovedor

  

ahora

el plazo es una nave que viaja a las estrellas

ya pisamos la luna

nos ponemos el casco para ir    a la mente de dios


ahora puedo

oír tu voz antigua en la cajita

un gemido resbala del audio


y si fuera un deseo   un ardiente deseo

hasta podría

acostar tu holograma

en las hojas doradas y

abrigarlo.

***


Vademécum de sobrevivientes

María Urrutia

Año: 2021

Editorial: Prueba de Galeras

Para obtener el libro: https://www.facebook.com/PruebadeGalera/


Sobre el autor: Julián Axat es escritor y abogado


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