Libros en los pabellones: un puente colectivo hacia la libertad

Ana Sicilia, comunicadora social y periodista, encabeza desde hace cuatro años y medio un proyecto que recorre las unidades penitenciarias de todo el país acercando la literatura y la escritura. En diálogo con El País Digital, nos contó acerca de una experiencia que surgió en la Unidad 9 de La Plata y no para de atravesar muros.

¿Qué pasa en los contextos de encierro?, se preguntó Ana Sicilia hace más de una década atrás cuando estudiaba Comunicación Social la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI) y el país estaba atravesado por una nueva versión de la grieta que emergió a raíz del conflicto con el campo y, en paralelo, los casos de “inseguridad” comenzaban a ganar un lugar protagónico en la agenda mediática con un enfoque estigmatizante hacia los sectores vulnerables.

Tiempo después, la periodista pudo responder su interrogante con creces: hoy con 34 años lleva adelante “Libros en los pabellones”, un proyecto que recorre las unidades penitenciarias de hombres y mujeres de todo el país, entregando libros y acercando la literatura y la escritura a un mundo casi invisible para gran parte de la sociedad.

En diálogo con El País Digital, la exconductora de Crónica TV e IP Noticias nos contó acerca de esta experiencia que no para de atravesar muros y se transformó en una fundación que está viendo la luz. “Se llama fundación AS porque considero que un libro es un as bajo la manga, una última carta que tenemos que jugarla bien y que nos puede ayudar cuando lo necesitemos”, explica.



¿Cómo surgió tu acercamiento a los pabellones?

En el año 2017 Julián Maradeo que coordinaba desde hacía 8 años un taller de escritura en El Ágora, un espacio educativo autogestionado por internos en la Unidad 9 de La Plata, me convocó a dar una charla a raíz de unas notas que escribía en un blog sobre mujeres que se reinventaron. A través de Facebook me invitó a que comparta con los internos este tipo de experiencias.

A mí ese llamado de Julián me sorprendió para bien, porque primero cuando en el 2008 estaba cursando la materia Teorías de las Comunicaciones en la carrera de Comunicación Social en la UNQUI, en un momento que en los medios estaba la famosa “pantalla partida” donde de un lado estaba el campo y el otro “la selva donde aparentemente nos mataban a todos”, me empecé a preguntar las aristas que construían ese clima de “inseguridad” o de “no seguridad”, y notaba que siempre se hablaba de ese tema desde diferentes lugares pero poco desde lo que sucede en las carceles, sólo miramos las unidades penitenciarias cuando hay un motín. Desde ese momento, me interpeló el interrogante sobre lo que sucede en los contextos de encierro.

Y esa llama quedó latente porque en el 2011 comencé una Maestría en Periodismo en la Universidad Nacional de La Plata y el proyecto de tesis que presenté trataba sobre los consumos culturales en los pabellones. Yo me preguntaba cómo interpretaba una persona que está detenida este tratamiento que hacen los medios sobre los hechos delictivos. Finalmente, por cuestiones laborales no pude culminar la Maestría, pero pude entrar a las cárceles desde el territorio y no desde del ámbito académico gracias a la invitación de Julián, a partir de ahí me inicié como tallerista y después surgió Libros en los Pabellones.

¿Cambió tu percepción sobre el ámbito carcelario que tenías antes de entrar por primera vez a la que tenés hoy?

Yo no tenía percepción porque mi pregunta surge a raíz de la no información, del no acceso. En ese momento ni siquiera había tantas series sobre el mundo de la cárcel, no era como hoy en día que está todo tan espectacularizado y se genera una noción que no considero válida porque quizá es una arista de una fotografía general, pero bueno ese es otro tema. Y, entonces, la percepción no la tenía, no me imaginaba ese ambiente. Sí lo que noto es que pasan los años y sigue casi todo igual. Por ahí sí hay pequeños cambios, hoy hay quizá pabellones literarios en 30 cárceles de la provincia de Buenos Aires, el tema es que es tanto lo que se necesita en las unidades. Todavía hace falta sanar el sistema carcelario, es una gran deuda que tiene la joven democracia. Siempre digo que desde Perón y Evita para acá ningún presidente ingresó a las cárceles con la mirada que tuvieron él y ella en su momento, es decir darle robustez al proceso que tiene que atravesar el sujeto en la cárcel. Hoy más allá de algunos avances está todo muy devaluado.





¿Qué es lo que te moviliza para dedicar gran parte de tu vida a Libros en los Pabellones?

Lo que me motiva es el proyecto mismo que de alguna manera tomó vida sólo porque mucha gente lo conoce a través del boca en boca y de las redes que se fue produciendo en estos 4 años y medio. Desde el 2017, fue todo de a poco, libro a libro, pabellón a pabellón y es una maravilla. Cuando estoy en sala de depósito donde tengo los libros para llevar digo guau, esto lo hace la gente que los dona, porque no es que los compro yo.

Entonces, son como distintas partes que sostienen este proyecto: por un lado la gente de a pie que me escribe por las redes todos los días para hacer donaciones y por otro lado las personas privadas de la libertad, porque esto surgió de pabellón a pabellón por el propio interés de los internos e internas, ellos mismos me llaman y me piden libros. Eso armó esta iniciativa que se denominó sola “Libros en los pabellones”, que ya entregó 6 mil libros en 9 provincias y ahora en agosto visito la próxima.

¿Cuándo comenzaste a pensar en la idea de la Fundación?

Desde fines de 2019 me di cuenta que tenía que dar otro paso porque la repercusión del proyecto me excedía. En ese entonces ya había recorrido muchas cárceles y había armado una docena de bibliotecas o canastos con libros, y también había fortalecido “Libros en los pabellones” porque empecé a dar libros en la mano para que sean una especie de regalo, con la idea también de descentralizar la idea de biblioteca y que la relación con las internas y los internos tenga otro tinte. Ahí comencé a pensar en profundizar esta construcción colectiva y, bueno, armar la fundación lleva un tiempo así que después de dos años y medio después está viendo la luz y ya tenemos todo listo para empezar a andar.

Se llama Fundación AS, porque siempre le digo a los chicos y a las chicas que un libro es como un as bajo la manga, esa última carta que la tenemos que jugar bien. Entonces tratemos de tener todos un libro que nos ayude cuando sea necesario y en lo posible siempre. La idea es armar algo integral de acompañamiento y conformar una estructura para contener a aquellas personas que salen de la cárcel y tienen por delante su reinserción en la sociedad.

¿Qué opinión tenés de las representaciones hegemónicas sobre los internos que llegan al público a través de series popularizadas como El Marginal?

Yo separó en dos al tema: por un lado, celebro que se hagan producciones audiovisuales porque dan trabajo a la industria argentina, desde ese lugar me parece bien que el producto tenga éxito. Pero, por otro lado, entiendo que es un negocio y que vender ese mensaje, que es un recorte de una realidad muchos más compleja, es redituable en términos comerciales. Los propios internos me mencionaron esta serie y me dijeron que la mire, como diciéndome vos que estás adentro fíjate qué opinas, porque esta serie nos mata y nos estigmatiza. Por eso sería muy interesante que se muestren otras cosas del ámbito carcelario: el desmanejo de las partidas presupuestarias, en plena pandemia no había ni siquiera lavandina en algunas cárceles, la violencia institucional, qué pasa con el negocio de la comida, etcétera. Por eso digo qué pena que el impacto que tiene El Marginal no la tenga otras producciones como las de César González, sus libros y sus películas, que complejizan más la realidad, solo por citar un ejemplo. Esa es una batalla que tenemos que seguir dando.



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