Las jornadas monetarias y bancarias del BCRA

Reeditadas luego de dos años sin actividad, en el marco del 85avo aniversario del Banco Central, han finalizado las Jornadas Monetarias y Bancarias 2020.


Reeditadas luego de dos años sin actividad, en el marco del 85avo aniversario del Banco Central, han finalizado las Jornadas Monetarias y Bancarias 2020 (JMB). Fueron 4 paneles en formato de 14 seminarios online (incluyendo el video de cierre), enfocados en debatir acerca de los desafíos que enfrentan los Bancos Centrales y los Gobiernos del mundo en un contexto signado por la pandemia del COVID-19, así como a analizar las perspectivas que se abren a futuro en un nuevo escenario global.

Participaron 13 expositores que incluyeron académicos de la talla del premio nobel de economía Joseph Stiglitz, integrantes de organismos internacionales como la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, y hacedores de política económica como el Presidente del BCRA, Miguel Ángel Pesce y el Ministro de Economía de la Argentina, Martín Guzmán.

Los siguientes datos pueden dar un pantallazo general del éxito de las jornadas. Los 14 videos publicados de las JMB 2020 alcanzaron 5.844 visitas. Un 75% más que las de las JMB 2017, que en igual cantidad de videos acumularon 3.335 reproducciones. Asimismo, la retención de la audiencia de cada video ha sido cuatro veces mayor a la media histórica del canal de YouTube del BCRA. Finalmente, si bien los videos se reprodujeron mayormente en Argentina (85% de las visualizaciones), también fueron vistos en Estados Unidos, España, Italia, México, Perú y Colombia.

En cada panel hubo un rico debate sobre una amplia variedad de temas relacionados con los efectos de la pandemia, que por razones de espacio no podemos discutir aquí con el detalle que merecen. En su lugar, hemos elegido concentrarnos en tres tópicos que de alguna manera han servido de hilo conductor de las Jornadas .

En primer lugar, acalorada ha sido la discusión sobre la naturaleza de la crisis del COVID-19 y, dado ese diagnóstico, sobre las medidas económicas más adecuadas para afrontarla. Por un lado, algunos y algunas economistas analizaron la pandemia como una típica crisis de demanda efectiva, es decir una crisis causada por una contracción de los componentes autónomos de la demanda agregada. En este contexto, abogaron no solo por la continuidad (e incremento) de las políticas monetarias expansivas -pero especialmente fiscales- que permitieran superar más rápidamente una recesión de magnitud solo comparable con la Gran Depresión de los años 1930. Otras visiones, sin negar la posición anterior, hicieron en cambio mayor énfasis en las restricciones de oferta causadas por el COVID-19 –típicamente a la movilidad de recursos- y, sin negar la necesidad de políticas expansivas, insistieron en la necesidad de que su implementación considerara debidamente esta dimensión del problema.

Un último aspecto de este debate emergió en algunas posiciones al señalar las diferencias estructurales entre países centrales y periféricos y en sus efectos en las capacidades relativas de enfrentar la crisis. Hicieron particular referencia, aunque a veces solo implícitamente, al concepto de “jerarquía de monedas” y su pariente cercano de “dependencia financiera”, que da cuenta de la fuerte asimetría que existe entre las monedas de los distintos países como reflejo de su diferente poderío económico y posición geopolítica a nivel global. Mientras algunas economías desarrolladas, típicamente EEUU, Europa o Japón, emiten moneda que es aceptada como reserva de valor, y por ello pueden aplicar políticas monetarias expansivas, emitir deuda en su propia moneda o incluso monetizar déficits sin riesgo de enfrentar problemas externos, ello no ocurre con los países de la periferia, que se ven por ello mucho más limitados en su capacidad de tomar este paquete de medidas. E incluso si logran el objetivo deseado de aumentar la producción y el empleo, deben siempre estar atentos a los potenciales efectos negativos sobre el sector externo, causados en este caso por un problema estructural: la “dependencia tecnológica”, que puede resumirse en la necesidad de estos países, debido a los agujeros en su matriz productiva, de recurrir a insumos y bienes de capital importados para satisfacer sus necesidades de producción y consumo.

No debe sorprender entonces que, como corolario de estas discusiones, hayan aparecido una y otra vez, tanto la necesidad de regular adecuadamente los flujos de capitales para evitar los efectos nocivos de la dependencia financiera, como la de implementar políticas que impulsen un cambio estructural al promover la industrialización de las economías emergentes, potenciar sus exportaciones y superar así la dependencia tecnológica.  

Como mencionábamos, los expositores han abordado a lo largo de las Jornadas el problema de la inestabilidad financiera global causada por la movilidad irrestricta de los flujos de capital y el desafío que implica la necesidad de regularlos adecuadamente. En particular, un segundo tópico que llamó la atención de los distintos paneles giró en torno al rol de un nuevo actor que ha contribuido a amplificar este fenómeno en los últimos años, los fondos globales de liquidez. En el actual contexto de globalización financiera caracterizado por la dinámica centro-periferia, este tipo de flujos de capital, con su comportamiento procíclico, se ha constituido en un factor central de vulnerabilidad externa de las economías emergentes, y han contribuido a acentuar los impactos negativos de la pandemia en los niveles de empleo y producto, así como también sobre la desigualdad.

Precisamente, el tercer y último punto que queremos destacar aquí giró en torno a la cuestión distributiva, pues no escapó a la atención de los expositores la creciente desigualdad observada en las últimas décadas a nivel global. Y en este sentido, los participantes de las Jornadas llamaron la atención sobre una potencial paradoja causada por las medidas de política implementadas para enfrentar la pandemia. Los instrumentos que se han utilizado para impulsar a la economía han sido, principalmente, la reducción de la tasa de interés y la expansión monetaria, que, en los hechos, han tenido un impacto más fuerte sobre el valor de los activos financieros que sobre el crecimiento, agravando aún más los problemas de la redistribución de la riqueza. Por último, se enfatizó la importancia de dar un debate en el seno de los foros internacionales con el fin de consensuar y coordinar acciones que permitan mejorar la distribución del ingreso a nivel global.

 Para finalizar, no es menor remarcar el esfuerzo realizado por el BCRA para volver a organizar las JMB en este contexto complejo, evento que, junto con la reedición del Premio de Investigación Económica Dr. Raúl Prebisch y el relanzamiento de la Revista Ensayos Económicos,  se enmarca en una política activa para recuperar el perfil académico de la institución.

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