La Unión Europea a las puertas de un hard brexit inminente

Bruselas y Londres protagonizan la novela del año, o de los últimos años desde el referéndum de 2016 que inició el camino de salida del Reino Unido de la Unión Europea. La residencia del primer ministro británico en Downing Street 10 se convirtió en el epicentro de uno de los hechos más disruptivos en el plano internacional.

Bruselas y Londres protagonizan la novela del año, o de los últimos años desde el referéndum de 2016 que inició el camino de salida del Reino Unido de la Unión Europea. La residencia del primer ministro británico en Downing Street 10 se convirtió en el epicentro de uno de los hechos más disruptivos en el plano internacional.

Vale decir que la relación entre ambos distó de ser sencilla. Diversos contrapuntos marcaron su relación a lo largo de la historia desde la resistencia británica a la firma del Tratado de Roma que creó la Comunidad Económica Europea hasta su lento proceso de adhesión quince años después y superada la crisis de la silla vacía impuesta por el presidente francés, Charles De Gaulle.

Incluso en 1975, los británicos habían asistido a las urnas para decidir sobre su permanencia en el bloque en el cual su entrada se había concretado dos años antes. En ese momento los votos serían favorables a la permanencia, pero eso no significaría que el camino de las turbulencias mermara. Distintos gobernantes como Margaret Thatcher y Anthony Blair renegociarían las condiciones y los aportes británicos al proceso integrador en sus respectivos contextos. Aunque sería el expremier conservador David Cameron quien abriría la caja de pandora, llamando a la votación popular de cuatro años atrás en la cual se impondría el leave.


El plebiscito representó sin dudas un golpe político, casi un puñetazo al estómago de la Unión Europea.


Aunque desde lo formal y jurídico aun cuatro años después nada se ha definido. A partir del Tratado de Lisboa de 2007, se estableció el mecanismo a partir del cual un miembro del proceso de integración puede solicitar su salida: notificar al Consejo Europeo de su deseo y entablar un largo proceso de negociaciones que hoy se lleva adelante a contrarreloj y cuyo punto cúlmine y final será el 31 de diciembre.

Durante el mandato de la ex primera ministra Theresa May, el parlamento británico rechazó las negociaciones llevadas adelante con el bloque europeo, así como distintas propuestas para la salida del Reino Unido del bloque con o sin acuerdo, lo que denominamos Soft o Hard Brexit. Las oscilaciones terminaron de hundir a May y elevar la figura del actual premier, Boris Johnson, quien desde el primer día se propuso a cumplir su objetivo de manera decidida, concretar la salida: “Let's get Brexit done!” fue el lema de su campaña en 2019.

En este marco, es importante establecer una diferencia clara: la salida política del Reino Unido (ausencia de voz y voto) del bloque europeo ya se ha concretado en el mes de enero. Los medios de comunicación de todo el mundo cubrieron el momento en que un hombre de traje retiraba la bandera británica de la fila de banderas de los otros miembros de la Unión Europea. 


Por ello, el 1 de enero de 2021 puede ser el momento más difícil si las negociaciones actuales no llegan a concluirse en lo relativo a las cuestiones económicas, dado que el miembro díscolo aun continua formando parte de mercado común europeo.


En este sentido, a pesar de que el pasado domingo había sido contemplado por las partes como el momento bisagra para alcanzar un acuerdo -dado que el mismo debería ser luego ratificado por los parlamentos europeo y británico- y de las declaraciones pesimistas de su reunión en Bruselas, Ursula Van der Leyen y Boris Johnson anunciaron que negociarán hasta el final. ¿Pero en dónde se asientan las diferencias?

Primeramente en la estrategia negociadora. Mientras el bloque del viejo continente quiere lograr un acuerdo marco lo más amplio posible que mantenga la jurisdicción de la Corte Europea de Justicia, el Reino Unido buscar concretar múltiples acuerdos sobre temáticas variadas así como un acuerdo de libre comercio de bienes y servicios. Un tema puntual tiene que ver con los recursos pesqueros, los cuales la UE (con Francia a la cabeza) quiere incluir en el acuerdo ante la resistencia británica. Sin embargo, las negociaciones van mas allá del comercio en general y abarcan temas como finanzas, migraciones y cuestiones fronterizas, entre otras. Sobre este último punto en los últimos meses, diversos medios de comunicación han difundido márgenes de cómo se habían comenzado a edificar en distintas ciudades la construcción de puestos de aduana y control. ¿Era acaso el establishment consiente de que el Brexit era inminente? ¿Había una preparación encubierta a la par de las negociaciones? Lo cierto es que cierta habilidad de Johnson en las negociaciones y su forma caótica de llevarlas adelante embarró el terreno para una UE que se autopostula como un jugador global de reglas claras y formales, lo cual no es posible sin acuerdo.


Un hard Brexit puede golpear a la UE aún más, afectando la recuperación económica especialmente en aquellos sectores donde podrían aparecer nuevamente los aranceles y las barreras aduaneras.


Aunque el show deba continuar, todo indica que parecería ser demasiado tarde para un acuerdo general, y que lo que puede concretarse es más algo limitado o parcial. De cualquier manera las turbulencias serán mayores. La conclusión de las negociaciones no representa para la UE únicamente un nuevo costo económico comercial. El bloque debe enviar una señal muy fuerte, que se escuche en todo el espacio Schengen: a cualquier otro que quiera irse le resultará muy caro.


Sobre el autor: Tomás Bontempo es doctorando en Ciencias Sociales (UBA). Es magister en Integración Latinoamericana (UNTREF) y estudió en la Universidad de Torino (Italia). Es profesor de las carreras de Relaciones Internacionales y Ciencia Política de la Universidad del Salvador (USAL).

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