La librería: Los invisibles, de Lucía Puenzo

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Conocía a Lucía Puenzo solo por su cine, que me encanta. Cuando tuve su última novela en mis manos la vara estaba muy alta. Yo no había leído sus otros textos así que no tenía idea con qué podía encontrarme, ¿iba a ser esta novela tan buena como sus películas? Para no seguir con el suspenso, les digo que sí. Los invisibles, de Lucía Puenzo, es un texto muy duro pero a la vez con momentos de una ternura que desarma.

Editada en la Colección Andanzas de Tusquets, Los invisibles fue primero un corto. Puenzo escribió el guión cuando estudiaba cine con la colaboración de dos chicos que vivían en Once y Constitución y que hacían teatro, Ajo e Ismael. Años más tarde, convirtió ese corto sobre la invisibilización de la marginalidad, la doble moral y perversión de los adultos, la desigualdad y a esos chicos en una novela. Además, según contó en una entrevista, también se convertirá en un largo.

La cosa es más o menos así: tres chicos de la calle, dos adolescentes (La Enana e Ismael) y un nene de 6 años (Ajo), “trabajan” de ladrones —de fantasmas, dirá la autora— para subsistir en las rabiosas calles de Buenos Aires. Su “jefe”, un guardia de seguridad de countries, les “ofrece” un trabajo en Uruguay. Saben (por lo menos los dos más grandes) que no es un trabajo del que puedan salir airosos pero lo agarran igual. No es fácil decir que no cuando sos consciente, como lo son estos personajes, de la fragilidad de tu supervivencia y, además, no conocen el mar. Al fin y al cabo, son chicos, conocer el mar le gana al peligro.

Escrito con un realismo crudísimo, mezclado por momentos con algo semejante a un realismo mágico o a los relatos cientificistas de Horacio Quiroga, el suspenso es trabajado con mucha maestría. Las descripciones y los diálogos proveen los recursos necesarios para que el lector no se olvide, más allá de lo poco usual de las acciones que llevan a cabo, que esos que están ahí son niños y actúan como tales.

La novela no despliega golpes bajos, para nada. Los chicos aceptan su realidad con resignación y valentía, por decirlo de alguna manera. Son leales, se aman, se protegen, son lo único que tienen, y así se manejan. Hay algo de inocencia y mucho de instinto de supervivencia que solo puede entenderse en el contexto de vulnerabilidad en la que viven los chicos como La Enana, Ismael y Ajo.

Los invisibles no es un texto fácil, una termina de leerlo con el corazón estrujado y no es sencillo salirse de ese universo que te construye Puenzo. Deja marcas pero vale la pena.

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