La estigmatización de los ricos, el fantasma que recorre la Argentina

En este nuevo editorial, analizamos el conflicto sucesorio entre los Etchevehere y el fantasma que agita la oposición: el de una posible abolición de la propiedad privada a manos del gobierno peronista.


El máximo representante del ala moderada de la oposición, el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, salió hoy en defensa de la propiedad privada. Se sumó así al coro de dirigentes y empresarios que, en apoyo al exministro de agricultura macrista y extitular de la Sociedad Rural, Luis Etchevehere, acusan al gobierno peronista -tomado de rehén por el kirchnerismo, según Macri- de querer abolir el basamento del sistema capitalista, el santo sagrado derecho de la propiedad privada. 

Es difícil establecer un diálogo fructífero y serio, que busque solucionar los -graves- problemas que tenemos como sociedad, si las coordenadas del debate giran en torno a que la propiedad privada está en riesgo. Es como cuando -oh, casualidad- Trump acusa a Biden de ser socialista.

"Decir que en la Argentina la propiedad privada está en riesgo es una estupidez profunda. No ha habido ningún gesto en ese sentido". Es lo que dijo el propio Alberto Fernández, en su calidad de presidente de la Nación. Pero las aguas no se calman. Más difícil que atrapar un fantasma es desmentir una fake-news o desmontar una falsa acusación.  





El conflicto familiar de los Etchevehere es por una sucesión. Pero la Argentina es un país hiper-politizado y sobre-ideologizado, con todo lo bueno y lo malo que ello representa. Con ayuda mediática, una de las partes involucradas -Luis Etchevehere-, busca hacer pasar como interés general lo que es un mero interés particular, quedarse con una mayor tajada de una herencia familiar. Algo similar hizo cuando fue ministro de Agricultura, promoviendo desde el Estado el interés de unos pocos -Sociedad Rural & compañía-. 

Funcionarios nacionales poco perspicaces, denunciando a Luis Etchevehere, no hicieron más que ayudarlo. ¿Para qué se meten en un conflicto entre privados? ¿En qué colaboran con sus intervenciones? Y más acuciante, ¿cada funcionario puede salir a opinar como libre pensador? ¿No puede el propio presidente, o su jefe de gabinete, unificar posturas dentro de su equipo de gobierno? No se la pasen a los de amarillo, les dijo Bilardo, a los jugadores de la selección argentina, en el entretiempo de un partido contra un Brasil que nos bailaba. Funcionarios que no funcionan, como dijo Cristina Fernández en su carta.  

Muchas veces se criticó que el peronismo trasladaba sus internas a todo el país. Algo similar ocurre con los ricos en la actualidad. El caso Etchevehere es un ejemplo pero no el único. La resistencia que encuentra la aplicación de un gravamen por única vez a las grandes fortunas, en medio de una pandemia que está devastando al mundo, expresa el mismo patrón de comportamiento. Macri, para no ser menos entre los ricos, practica una verborragia inusual en los medios, anteponiendo su interés a los de la oposición en su conjunto. Al menos así lo ve Carrió, quien pensando en 2023, apoya a Larreta como nuevo líder de Juntos por el Cambio. 

Los ricos se sienten estigmatizados. Cualquier medida con un tinte progresista es considerada como un ataque contra ellos, contra los empresarios, contra la inversión, contra la propiedad privada. Una vez más, el peronismo debe rendir cuentas sobre su adhesión irrestricta a los fundamentos del sistema capitalista. Estar discutiendo esto como problema, a esta altura de nuestra historia, sí que es un problema.   


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