La escasez de dólares más allá del bien y del mal

OPINIÓN. Es perfectamente posible y probable que la eliminación de las restricciones a la circulación y actividad económica generen una mayor demanda de dólares, incluso sin un IFE 4, empeorando aún más la escasez de divisas si todo el resto de las variables permanecen constantes.


Desde hace tres semanas se habla de un “giro ortodoxo” del gobierno para con la política económica. Una de las medidas más visibilizadas fue el anuncio de que no habrá un cuarto pago del Ingreso Federal de Emergencia (IFE 4).

Muchos economistas festejaron esta medida dada la característica bimonetaria de la economía argentina (donde el dólar tiene un rol central no solo como moneda de intercambio internacional sino también para atesoramiento) y el supuesto exceso de emisión monetaria para financiar la misma. Es decir, para algunos economistas, en este tipo de países si el gobierno no financia su gasto con recursos genuinos (recaudación) y lo hace con emisión, la presión sobre el dólar aumenta incentivando la devaluación e inflación.

En este artículo vamos a analizar que es perfectamente posible y probable que aún con la eliminación del IFE 4 y la consiguiente emisión monetaria, la presión sobre el dólar continúe e incluso empeore dejando todo lo demás constante.

Una primera pregunta es si hay alguna diferencia en la decisión de demandar dólares por parte de la población, si los pesos utilizados para comprar cada unidad de divisa provienen de emisión monetaria en lugar de provenir de recursos genuinos. Profundizaremos en ella pero la respuesta claramente es no.

Notar que la discusión es fácilmente distinguible en términos teóricos. Nadie con pesos en su billetera está pensando para la toma de decisiones de gasto/atesoramiento si dichos billetes provinieron originariamente de emisión o si fueron recaudados. Es irrelevante. Su disposición a una cosa o la otra es independiente del origen último del dinero.

Acá argumentamos que en un momento dado del tiempo la cuestión fundamental es qué nivel de ingresos tiene la población y cuánto de ese ingreso va a ser gastado generando un aumento de la demanda de bienes y servicios (e importaciones) y cuánto va a ser atesorado en pesos y/o dólares, independientemente de cómo se generó.

Claramente si se reduce el ingreso de la población, es decir si disminuyen los IFE por ejemplo, la demanda de bienes será menor así como la demanda de pesos y dólares para atesoramiento.

Ahora bien, la eliminación del IFE 4 se da en un contexto de apertura de actividades y movilidad de la población, así como de reactivación (aunque sea leve) de la actividad económica. En otras palabras, es perfectamente posible que muchas de las personas que recibían el IFE ahora perciban otro ingreso equivalente. La pregunta es, si un ingreso se modificó por otro, por qué la consiguiente demanda de divisas será menor. Será que acaso en la cabeza de la población figuran modelos de restricción presupuestaria del estado donde comparan cuánto dinero se emite versus cuanto se recauda. Efectivamente, no.

Ergo podemos deducir que la demanda de dólares de una economía en su conjunto no está determinada por el origen del dinero sino por su estructura productiva que determina la cantidad de divisas qué necesita para funcionar así como de los incentivos a atesorar una u otra moneda.

La presión ejercida sobre el dólar que llevó a este mencionado “Giro Ortodoxo” del gobierno, no necesariamente desaparecerá, incluso si en la economía propiamente dicha todos los gastos fuesen financiados de manera “genuina”. Particularmente mientras el nivel de actividad esté incrementándose la demanda de dólares probablemente continúe aumentando, más allá del IFE 4, aunque si a diferente velocidad.

Las restricciones a la circulación aun siguen vigentes en diferentes grados y el gobierno, por lo menos por ahora, no está dispuesto a continuar colocando 10.000 pesos en gran parte de la población más vulnerable. Entonces, la siguiente pregunta es: qué se debe hacer mientras se reduce la demanda de dólares vía una reducción del nivel de actividad económica. Buscar cómo reducir la escasez de dólares  que acecha desde hace décadas al país e impiden crecer de manera sostenida y significativa sería lo ideal.

En conclusión, más allá del denominado por algunos economistas “giro ortodoxo” del gobierno, la restricción externa seguirá operando en Argentina. De la misma forma que lo hizo hasta ahora, independientemente del gobierno de turno, del tipo de políticas implementadas y del origen último del dinero. Por eso es perfectamente posible y probable que la eliminación de las restricciones a la circulación y actividad económica generen una mayor demanda de dólares, incluso sin un IFE 4, empeorando aún más la escasez de divisas si todo el resto de las variables permanecen constantes. El  tiempo ganado en plena pandemia con la reducción del ingreso de la población más vulnerable no debe ser en vano.


Sobre el autor

Silvio Guaita es Licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires, Martillero Público y Corredor Inmobiliario de la Universidad de
Morón y Magister en Economía en la Universidad de San Andrés.

Diarios Argentinos