La deuda según Macri, o cómo esconder un elefante en un departamento

OPINIÓN. Asistimos en la Argentina a un gigantesco ejercicio de maquillaje estadístico. La tarea es ardua: se trata de minimizar la emisión de deuda del gobierno de Juntos por el Cambio y hacerla parecer menor a la que tomó el del Frente de Todos. También se intenta disimular su responsabilidad en ese endeudamiento, atribuyéndolo al déficit fiscal heredado del gobierno anterior.

Asistimos en la Argentina a un gigantesco ejercicio de maquillaje estadístico. La tarea es ardua: se trata de minimizar la emisión de deuda del gobierno de Juntos por el Cambio y hacerla parecer menor a la que tomó el del Frente de Todos. También se intenta disimular su responsabilidad en ese endeudamiento, atribuyéndolo al déficit fiscal heredado del gobierno anterior.[1] Como veremos, es un desafío parecido a esconder un elefante en un departamento.

 

  • ¿Cuánta deuda pública emitió Macri?

Hay (al menos) tres versiones para un dato que debería ser muy sencillo de establecer. Está lo que dicen las estadísticas del Ministerio de Economía de la Nación: durante el gobierno de Macri, la Administración Central emitió el equivalente de 42 mil millones de dólares de deuda neta en promedio anual.


Está lo que dice el ex ministro Hernán Lacunza: esa emisión fue de solamente 18 mil millones de dólares anuales.[2] Y está lo que dice el ex presidente Mauricio Macri, que a la deuda emitida por el Gobierno Central le agrega la colocada por el Banco Central: su cálculo da un promedio anual de 12 mil millones de dólares.[3]


¿Cómo es posible tener versiones tan diversas? La explicación reside en que tanto Macri como Lacunza se equivocan en sus cálculos. Para explicarlo empezaré con un ejemplo numérico.

Imaginemos un país en donde el Estado debe 2.000 millones de dólares y 1.000 millones de pesos, y en donde – como en los tiempos de la Convertibilidad – un peso vale un dólar. Monto total de la deuda pública: 3.000 millones de pesos, si se la expresa en moneda nacional, 3.000 millones de dólares si se la expresa en moneda extranjera.

Llega un nuevo gobierno y coloca deuda por 500 millones de dólares. ¿Puede el nuevo gobernante decir: “Yo no he tomado deuda”? Poder, puede, pero sería una mentira muy evidente. Acto seguido, devalúa el peso, que pasa a cotizar a 2 pesos por dólar. ¿Qué pasa con la deuda pública?

Antes de la devaluación, la deuda total era de 3.500 millones de dólares, o 3.500 millones de pesos. Ahora, con el nuevo tipo de cambio, esto ya no es así. Medida en moneda nacional, la deuda aumentó a 6.000 millones de pesos (2.500 millones de dólares multiplicados por 2, más 1.000 millones de pesos), pero medida en dólares, la deuda emitida en pesos disminuyó de 1.000 a 500 millones de dólares. La deuda total se redujo entonces de 3.500 a 3.000 millones de dólares, el mismo valor que tenía antes del nuevo endeudamiento y de la devaluación.

¿Puede el gobierno afirmar “yo no he tomado deuda”? Sigue siendo una mentira tan grande como antes de devaluar: endeudarse y devaluar son dos actos distintos; el segundo no anula el primero. La devaluación no hace desaparecer los 500 millones de dólares de deuda nueva; al revés, ahora será más difícil reembolsarlos, si el gobierno recibe sus ingresos en pesos. Pero ahora es más fácil maquillar la falsedad.

El truco consiste en no observar directamente lo que se quiere medir, esto es, la emisión neta de deuda pública (en nuestro ejemplo, 500 millones de dólares), sino en deducir esa emisión de la variación entre el monto total medido en dólares de la deuda pública al principio y al final del período (en nuestro ejemplo, da 0 dólar). Pero en ese cálculo se omite el “ajuste de valuación”, es decir la depreciación de la deuda en moneda nacional por el equivalente de 500 millones de dólares.

Vayamos al caso argentino. El Cuadro 1 muestra cuánta deuda tomó la Administración Central entre 2016 y 2019 y el período que va de enero de 2020 a julio de 2021; también muestra cómo evolucionó la deuda pública. Estas fechas no corresponden con exactitud a los gobiernos de Macri y de Fernández, pues le faltan al primero las operaciones realizadas entre los días 10 y 31 de diciembre de 2015, en tanto las efectuadas entre el 10 de diciembre de 2019 y fines de ese año deberían atribuirse al gobierno siguiente. Al no disponer de la información con el grado de detalle necesario, presento estas cifras como una aproximación de la deuda tomada por cada gobierno.

Cuadro 1. Deuda Bruta de la Administración Central: Flujos y variaciones,

2016 a 2021, en miles de millones de dólares









Total acumulado

Promedios anuales


2016

2017

2018

2019

2020

20211/

Macri

Fernández

Macri

Fernández

Deuda al inicio del período

240,7

275,4

320,9

332,2

323,1

335,6





Financiamiento

94,7

139,5

131,3

98,6

198,6

51,6

464,1

250,2

116,0

158,0

Amortizaciones

44,3

83,7

75,4

93,2

175,2

44,0

296,6

219,3

74,2

138,5

Financiamiento neto

50,4

55,8

55,9

5,4

23,4

7,5

167,4

30,9

41,9

19,5

Ajuste por valuación

-8,6

-9,4

-51,9

-14,1

-10,5

0,8

-84,1

-9,7

-21,0

-6,1

Otros 2/

-6,9

-0,9

7,3

-0,5

-0,4

0,0

-1,0

-0,4

-0,2

-0,3

Deuda al final del período

275,4

320,9

332,2

323,1

335,6

343,9





Fuente: Ministerio de Economía de la Nación, Secretaría de Finanzas.

1/ Corresponde al período enero-julio

2/ Incluye Emisión de bonos de consolidación, Otras emisiones, Avales netos de cancelación, Letras en garantía, Atraso de interés deuda no presentada al canje y Acuerdo deuda no presentada al canje.

Sumando los datos anuales, vemos que la emisión de deuda total, tanto en pesos como en dólares (el financiamiento bruto) acumuló 464 mil millones de dólares entre 2016 y 2019, y 250 mil millones a partir de 2020. Parte de esa emisión fue realizada en pesos, convertidos aquí en dólares al tipo de cambio de cada operación.

Gran parte de ese financiamiento se utilizó para cancelar las deudas que llegaban a vencimiento: durante el gobierno de Macri se amortizó deuda (en pesos y dólares) por el equivalente de 297 mil millones de dólares; durante el gobierno de Fernández fueron 219 mil millones de dólares.

La diferencia entre el financiamiento bruto y las amortizaciones arroja el financiamiento neto, que es el dato que responde a la pregunta: “¿cuánta deuda se tomó?”. Vemos que entre 2016 y 2019 el gobierno central emitió deuda neta por el equivalente de 167 mil millones de dólares, lo que da un promedio anual de 42 mil millones. La deuda neta que tomó el actual gobierno en poco más de un año y medio llega a 31 mil millones de dólares, lo que significa algo menos de 20 mil millones de dólares en promedio anual.

Cabe subrayar que este cuadro no incluye ningún cálculo, estimación o ajuste de nuestra parte: no hacemos más que presentar de manera sintética las cifras publicadas en distintas fechas por el Ministerio de Economía, la mayor parte de ellas durante el gobierno anterior. Pero en vez de constatar con la mera lectura de las estadísticas oficiales cuánta deuda tomó cada gobierno (el “financiamiento neto”), los economistas de Juntos por el Cambio buscan deducir ese dato de la comparación entre los niveles de deuda (medidos en dólares) al inicio y al final de cada período. Y se equivocan.

Hernán Lacunza observa la diferencia entre el saldo a noviembre de 2019 (313 mil millones de dólares) y el saldo a principios de 2016 (240 mil millones), y deduce que el gobierno tomó 73 mil millones de dólares en cuatro años: algo más de 18 mil millones de dólares en promedio anual.

Hay una pequeña diferencia con los datos de la deuda del cuadro 1, ya que éste considera su valor a fines de diciembre (y no noviembre) de 2019. Si damos fe a lo que expuso el ministro Martín Guzmán ante la Comisión Bicameral de seguimiento de la deuda externa, el dato de nuestro cuadro sería el más apropiado, porque entre el 1º y el 10 de diciembre la deuda aumentó en 8 mil millones de dólares (y en todo el mes creció 10 mil millones). Pero este detalle no altera el cálculo de manera significativa: en vez de 18 mil millones se obtendría 20 mil millones en promedio anual durante el gobierno de Macri.

El problema principal, que es lo que invalida este cálculo, es que éste no tiene en cuenta los 84 mil millones de dólares de “ajustes de valuación” negativos. Omiten el hecho fundamental que las sucesivas devaluaciones de la moneda licuaron la deuda emitida en pesos, cuando se la mide en dólares. Este “error” divide por dos el monto de la deuda tomada en esos años, y así los responsables evitan tener que explicar qué hicieron con la totalidad de los 167 mil millones de dólares de financiamiento neto del que dispusieron.

En base a ese grueso error contable, Lacunza estima que el gobierno en el que participó tomó deuda por 18 mil millones de dólares anuales. ¿Cómo hace Macri para llegar a 12 mil millones? Incluye al Banco Central en sus cálculos.

Al sumar algunos pasivos del BCRA a la deuda pública del gobierno nacional, se amplía la deuda en pesos que resulta licuada por las fuertes devaluaciones, y de ese modo se reduce todavía más el saldo final medido en dólares, comparado con el saldo inicial. Luego, como vimos, se deduce el endeudamiento neto de la diferencia entre deuda inicial y final, medidas en dólares, que debe arrojar 48 mil millones de dólares (12 mil millones en promedio anual).

No está claro si Macri y sus economistas sólo sumaron algunos pasivos del BCRA a las deudas del Gobierno Central, o si consolidaron los balances de la Administración Central y las del Banco Central, eliminando las deudas existentes entre las dos instituciones, como los “Adelantos transitorios” del BCRA al Tesoro Nacional y los cuantiosos títulos públicos en cartera del BCRA. Es difícil discutir cifras que no están sobre la mesa.

Lo que está claro es que Macri persevera en el error (horror) contable, y lo agranda con algunos pasivos en pesos del BCRA, aunque no está claro cuáles.

  • “La deuda es hija del déficit”

Esta afirmación, que realizó Mauricio Macri en su entrevista televisiva y que repiten políticos y economistas de Juntos por el Cambio, es discutible por dos motivos: uno es contable y el otro se refiere a la causalidad.

Desde el punto de vista contable, más que de una falsedad, se trata de una verdad a medias. Cuando existe un déficit fiscal, ese déficit debe ser financiado mediante la emisión de deuda neta y/o la disminución de la inversión financiera neta. Tenemos aquí una relación directa entre déficit y emisión neta de deuda, aunque no hay que olvidar la eventual liquidación de activos financieros, que es otra forma de financiar un déficit.

Sin embargo, existe otro factor que puede ser aún más importante que la emisión neta de deuda para explicar la evolución del stock de deuda. Para entenderlo, observemos el Cuadro 2, que presenta los mismos datos que el Cuadro 1, pero en pesos.

Cuadro 2. Deuda Bruta de la Administración Central: Flujos y variaciones,

2016 a 2021 (primer trimestre), en billones de pesos



2016

2017

2018

2019

2020

2021-I

Deuda al inicio del período

3,1

4,4

6,0

12,6

19,3

28,2

Financiamiento

1,4

2,3

3,5

4,4

13,8

2,0

Amortizaciones

0,7

1,4

2,2

4,1

12,2

1,7

Financiamiento neto

0,8

0,9

1,4

0,4

1,6

0,2

Ajustes por valuación

0,6

0,8

4,9

6,5

7,3

2,4

Otros

-0,1

0,0

0,2

0,0

0,0

0,0

Deuda al final del período

4,4

6,0

12,6

19,3

28,2

30,9

  en % del PBI

53,1

56,5

85,2

88,8

102,8

101,5

Fuente: Ministerio de Economía de la Nación, Secretaría de Finanzas.

Vemos que, a partir de 2018, no es el financiamiento neto (asociado al déficit fiscal), sino los ajustes por valuación los que explican la mayor parte del aumento de la deuda. Ocurre que las mismas devaluaciones que licuaron el valor (medido en dólares) de la deuda emitida en pesos, y redujeron así el stock total de la deuda pública (medida en dólares), también aumentaron el valor (en pesos) de la deuda que fue emitida en moneda extranjera.


Las devaluaciones hicieron explotar el stock de la deuda pública, que pasó de 3,1 a 19,3 billones de pesos durante la administración de Macri, y llevó la relación deuda/PBI de 52,6% a fines de 2015 a 88,8% a fines de 2019.[4]


Por ende, el aumento de la deuda no se debió solamente a la existencia de un déficit fiscal significativo y persistente durante ese gobierno, sino sobre todo a su decisión de emitir una cantidad muy elevada de deuda en moneda extranjera (101 mil millones de dólares en cuatro años) para, entre otros usos, cubrir gasto público en moneda nacional.

Como ocurre de manera habitual en los ciclos financieros, ese endeudamiento acelerado en moneda extranjera, desvinculado de proyectos productivos que podrían haber generado las condiciones de su repago, dio lugar a una reversión brusca de los capitales privados, apenas se percibió un riesgo elevado de default o devaluación. La salida de capitales terminó por producir las devaluaciones que contribuyeron a llevar el endeudamiento al elevado nivel que conocemos hoy.

La aseveración según la cual “la deuda es hija del déficit” es entonces engañosa en tanto y en cuanto se asume que “madre hay una sola”, cuando en realidad son varios los factores que explican el incremento de la deuda.

También es discutible por la causalidad que indica: muchas veces, hay una interrelación entre ambas variables. Hay situaciones en las que la abundante oferta de crédito permite mantener un déficit o induce a aumentarlo; y una vez que la deuda alcanza los niveles a los que llegó con Macri, la mayor carga de intereses genera buena parte del déficit fiscal.

En 2019, todo el déficit fiscal se explica por el pago de intereses sobre la deuda pública (llegaron a 5,2% del PBI). En tal caso, el déficit es la consecuencia de la deuda, y al mismo tiempo la alimenta. Tenemos un círculo vicioso más que una causalidad unívoca.

Es por ende sorprendente que Macri y sus adláteres repitan que durante su gobierno redujeron un déficit heredado del gobierno anterior (Macri lo cifra erróneamente en 6% del PBI) y entregaron el gobierno a Fernández con las cuentas fiscales en equilibrio.

Si consultamos la Cuenta Ahorro-Inversión-Financiamiento del Sector Público Argentino no Financiero, observamos que el resultado financiero se deterioró durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner, al pasar de un déficit de 2,3% del PBI en 2012 a uno de 4,7% del PBI en 2015. Pero luego, con Macri, ese déficit aumentó a 6,4% del PBI en 2016, 6,5% en 2017, 5,8% en 2018 y recién baja a 4,3% (no a cero) en 2019.

Lo que hace Macri es referirse al resultado primario (que excluye el pago de intereses) en vez del resultado financiero, que los incluye. Pero para examinar la relación entre déficit y emisión de deuda, el resultado pertinente es el financiero: lo que se paga por intereses incide sobre la necesidad de financiamiento tanto como los demás gastos.

Puesto a justificar por qué el resultado fiscal que hay que considerar es el primario y no el financiero, Hernán Lacunza expresó: “Para el análisis se computa superávit primario y no financiero (primario más intereses) porque los intereses pueden considerarse endógenos al nivel de deuda y con poco margen de acción para la política. Si no hubiera déficit, no habría deuda; si no hubiera deuda, no habría intereses.”

A mi entender, si lo que el análisis busca es comprender la dinámica de la deuda y no esconder una realidad que incomoda, no es racional excluir de ese análisis el pago de los intereses. La justificación de Lacunza es por demás endeble. Veamos.

Una segunda mirada al cuadro 2 mostrará al lector que la deuda al final de un período cualquiera depende de tres factores principales: la deuda recibida del período anterior, el financiamiento neto emitido (vinculado con el déficit financiero) y los ajustes por valuación.

Decir que “si no hubiera déficit no habría deuda” es erróneo, ya que aun si no se incurriera en déficit alguno, existiría la deuda de períodos anteriores. Lacunza debería decir: “si nunca en la historia hubiera habido un déficit no habría deuda”, pues de otro modo tendríamos una “deuda al inicio del período”, que devenga intereses.

Si existe una deuda inicial, y si para colmo parte de ella está en moneda extranjera y el gobierno devalúa, entonces la deuda aumenta por ajustes de valuación, y no por el financiamiento de un déficit. El hecho hipotético de que un nuevo gobierno consiga el equilibrio fiscal desde su primer día de mandato no elimina el impacto de los pagos de intereses sobre las cuentas públicas, porque en ningún país se empieza un gobierno sin ninguna deuda pública. 

A esta objeción conceptual que merece la tesis de Lacunza cabe agregar otra fáctica: no es cierto que, para fijar la tasa de interés, haya “poco margen de acción para la política”. 

Recordará Lacunza que durante su gestión como ministro de Hacienda de la Nación la tasa de interés de la política monetaria llegó a 86% nominal anual (129% efectiva anual), muy superior a su nivel actual de 38% (45% efectivo anual). La tasa de interés promedio sobre la deuda pública en dólares estadounidenses, que llegaba a 4,6% anual a fines de septiembre de 2019, bajó a 0,4% anual a fines de marzo de 2021, gracias a la exitosa reestructuración de la deuda pública. La renegociación con el FMI busca reducir la tasa de interés que se paga a ese organismo de 4% a 1% anual.

De hecho, uno de los cambios más notorios en la política económica del actual gobierno es que disminuyó de manera radical el pago de intereses en el gasto público e incrementó el gasto primario corriente y de capital. 

En suma: el gobierno de Juntos por el Cambio fracasó en su objetivo anunciado de eliminar el déficit fiscal (así como la pobreza, la inflación, la corrupción, el estancamiento económico, etc.). Todo lo que consiguió fue cambiar la composición del gasto público, aumentando el pago de intereses y reduciendo todo lo demás: jubilaciones, salarios, educación, salud, ciencia y tecnología, inversión pública, etc.

Y, por cierto, tampoco redujo el endeudamiento público: éste aumentó por un déficit que fue mayor al de las administraciones que lo precedieron y por la pésima opción de endeudar al país en moneda extranjera para financiar gastos en pesos, y devaluar después.

  • Esconder el elefante

Los argumentos de los dirigentes de Juntos por el Cambio apuntan a dos objetivos: por una parte, tratan de minimizar la deuda que emitieron. Por la otra, tratan de rehuir su responsabilidad en ese endeudamiento.

Ya mostramos cómo contravienen las reglas de la contabilidad, tanto para subestimar el monto de la deuda pública neta emitida durante su gobierno como para ignorar importantes factores que incidieron en el monto de la deuda. Lo notable es que esos datos (el financiamiento neto y los factores que explican la variación de la deuda) están disponibles en las estadísticas oficiales sin necesidad de ningún cálculo.

Parecería que los economistas macristas invierten el método del análisis cartesiano. René Descartes planteaba que, cuando el espíritu enfrenta una dificultad, es preciso dividir esa dificultad en tantas partes como sea posible y necesario para resolverlas.

Lo que hacen los macristas es tomar las distintas partes (la deuda en moneda extranjera y la deuda en moneda nacional), cada una de las cuales se puede entender de manera unívoca, y mezclarlas, de manera que la comparación de agregados heterogéneos en diferentes fechas (y con diferentes tipos de cambio) induzca a error.

En vez de apuntar a “ideas claras y precisas” (idées claires et disctinctes), complican lo que era simple, y obtienen ideas oscuras y confusas. Hay aquí una voluntad deliberada de negar la evidencia, de no verla.


A ello se agrega el intento de banalizar el nivel del endeudamiento alcanzado a fines de 2019. La relación entre la deuda pública y el PBI no era elevada, afirman, si se la compara con otros países de la región. El problema, continúan, no es el nivel de la deuda sino la falta de crecimiento económico; otros países latinoamericanos con una deuda similar, pero con mayor crecimiento económico, exhiben bajos niveles de riesgo país y acceden al crédito externo a tasas bajas.[5] 


Es como si se dijera que el elefante que tenemos en el departamento en realidad es un perrito faldero y que todos los vecinos tienen una mascota similar, por lo que no habrá problemas con el consorcio.


Sobre este tema también existen estadísticas publicadas y confiables. Bastaría consultar las de la CEPAL para constatar que, en Argentina, la deuda bruta del gobierno central (estimada en 90% del PBI a fines de 2019) era la más elevada, por amplio margen, de toda Latinoamérica. Le siguen en importancia Brasil (76%), Uruguay (54%), El Salvador, Colombia y Honduras (48% del PBI). En México esa relación era 36% del PBI, en Chile 28%, en Perú 25%. La verdad es que la tasa de endeudamiento de la Argentina duplicaba la tasa promedio de América Latina (46% en promedio simple).[6] 


Hay aquí un intento de esquivar responsabilidades: la deuda que dejamos no es tan elevada, aducen, el problema es el bajo crecimiento que heredamos; y eso no es culpa nuestra, ya que venía de antes. Y una vez más, el argumento se basa en la negación de una información estadística ampliamente disponible.

Hernán Lacunza da un paso más: acusa al actual gobierno de haber deteriorado la sustentabilidad de la deuda pública. Compara para ello algunos indicadores de la deuda pública en 2019 y el primer trimestre de 2021. Vale la pena completar ese cuadro con los datos de 2015, para ver también cómo su propio gobierno incidió en la sustentabilidad de la deuda pública. Asimismo, agregamos algunos indicadores que Lacunza no estimó relevantes para este análisis.

En el Cuadro 3, destacamos en amarillo los indicadores que ese autor toma en consideración en su artículo ya citado de Perfil. Esos indicadores muestran un incremento de la deuda total, la deuda externa y la deuda en moneda extranjera, expresadas como porcentajes del PBI, de las exportaciones y de las reservas.

Sin embargo, no se observa un aumento desmedido de la deuda bruta total: medida en dólares crece un 3,9% entre fines de 2019 y fines del primer trimestre de 2021, y medida en pesos aumenta un 58,5%, que está en línea con el aumento del IPC en ese mismo período (53,1%). El stock de la deuda en moneda extranjera permanece estable (crece un 1%), y el de la deuda externa (es decir, la contraída con acreedores no residentes) disminuye un 4,6%.

Si esos valores aumentan como proporción del PBI y las exportaciones, se debe sobre todo a la fuerte caída del denominador. Recordemos, en efecto, que se toma el PBI y las exportaciones de los 4 últimos trimestres, lo que incluye el segundo trimestre de 2020 (el peor de la pandemia). Esos valores se corregirán a partir del segundo trimestre de 2021, por lo que no indican un deterioro significativo y duradero de la sostenibilidad de la deuda.

Si tenemos en cuenta que durante el período bajo consideración el gobierno tuvo que enfrentar la pandemia del Covid-19, con el elevado costo fiscal que trajo consigo, el deterioro de esos indicadores de sustentabilidad de la deuda luce muy moderado.

Lacunza omite otros indicadores interesantes, en especial los que muestran la notable disminución del servicio de la deuda (que incluye pago de intereses y vencimientos de capital). Este cae de 19,6 a 15,9% del PBI, y de 85,1 a 65,1% de los recursos tributarios. En el caso del pago de intereses, disminuyen de 4,2 a 1,9% del PBI y de 18,2 a 7,9% de los recursos tributarios.

Cuadro 3. Deuda Bruta de la Administración Central: Composición e indicadores de sostenibilidad, 2015, 2019 y primer trimestre de 2021




2015

2019

2021-I







Deuda bruta total

240,7

323,1

335,6

En miles de millones
Deuda con el sector privado, bilateral y multilateral

102,9

194,0

200,1

de dólares
Deuda externa 1/

65,1

155,9

148,8


Deuda en moneda extranjera 2/

148,9

249,9

252,5


Deuda en moneda local 2/

73,8

71,6

80,6


Deuda bruta total 2/

2,9

19,3

30,6

En billones de pesos
Deuda en moneda extranjera 2/

1,9

15,0

23,2


Deuda en moneda local 2/

1,0

4,3

7,4


Deuda bruta total

52,6

88,8

101,5


Deuda con el sector privado, bilateral y multilateral

22,9

53,7

60,5

Como % del PBI
Deuda externa

13,9

42,8

45,0


Deuda en moneda extranjera

36,0

69,0

77,0


Intereses totales pagados

2,0

4,2

1,9


Servicios totales pagados

10,0

19,6

15,9

Como % de las
Deuda en moneda extranjera

212,6

311,6

390,2

exportaciones
Deuda externa

90,8

195,0

229,9

Como % de las
Deuda en moneda extranjera

582,4

556,1

637,8

reservas
Deuda externa

248,7

348,1

375,9

Como % de la
Deuda en moneda extranjera

69,3

77,8

76,0

deuda total
Deuda en moneda nacional

30,7

22,2

24,0

Como % de los
Intereses totales pagados

7,9

18,2

7,9

recursos tributarios
Servicios totales pagados

38,9

85,1

65,1

1/ El dato de 2015 corresponde al 30 de junio

2/ No incluye la deuda no presentada al canje.

Fuente: Ministerio de Economía, Secretaría de Finanzas

Lo que Lacunza tampoco muestra es la situación a finales de 2015. La comparación con fines de 2019 da una idea de lo que significó el gobierno de Juntos por el Cambio para el endeudamiento de la Argentina.

El stock de deuda total crece un 34% medido en dólares y 565% medido en pesos, lo que lleva la relación deuda/PBI de 52,6 a 88,8% del PBI. Aumenta sobre todo la deuda externa (140%), que pasa de 13,9 a 42,8% del PBI. La deuda en moneda extranjera pasa de 69 a 78% de la deuda total.

Por su parte, la deuda con entidades externas al sector público, es decir con el sector privado, los Estados extranjeros y los organismos multilaterales crece un 89%, y pasa de 23% en 2015 a 54% del PBI en 2019. Este es un indicador clave para la sustentabilidad, ya que las deudas intra-sector público son sencillas de renegociar y no representan una carga financiera para el sector público en su conjunto. Notemos que esa deuda apenas crece durante el gobierno de Fernández: sólo 3,1%.

Son también indicadores críticos la deuda externa como porcentaje de las exportaciones (pasa de 91 a 195% entre 2015 y 2019), que indica un problema significativo para la balanza de pagos, y los intereses pagados como proporción de los ingresos tributarios, que más que se duplica de 7,9 a 18,2% entre esos años. Esto significa que casi uno de cada cinco pesos recaudados en 2019 tuvo que destinarse al pago de intereses de la deuda. Es cierto que Lacunza excluye el pago de los intereses de su análisis.

Podemos concluir que Macri, Negri, Laspina, Rodríguez Larreta, Vidal y los economistas de Juntos por el Cambio descubrieron y tratan de aplicar el único método efectivo para esconder un elefante en un departamento. Que todos cierren los ojos.


Sobre el autor: Economista. Profesor del Doctorado de Desarrollo Económico de la Universidad Nacional de Quilmes. Ex funcionario de CEPAL y UNCTAD.


REFERENCIAS

[1] Una discusión más breve de algunos de esos temas fue publicada en el Suplemento Cash de Página 12, el 29 de agosto de 2021.

[2] Véase su columna de opinión en Perfil del 28 de agosto de 2021. 

[3] Entrevista televisiva con Joaquín Morales Solá, Todo Noticias, el 16 de agosto de 2021.

[4] La deuda registrada a fines de 2015 (2,9 billones de pesos) difiere de la deuda inicial en 2016 (3,1 billones) debido a una reestimación de la deuda no presentada al canje.

[5] Véanse las declaraciones del presidente del interbloque Juntos por el Cambio, Mario Negri, en conferencia de prensa del 12 de febrero de 2020, y la intervención del diputado Luciano Laspina en la Comisión Bicameral de Seguimiento de la Deuda Externa el 26 de agosto de 2021. 

[6] Véase CEPAL, Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2020, Santiago de Chile, diciembre de 2020. El promedio simple citado no incluye a Bolivia, Haití ni Venezuela.

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