Gobernar es pensar lejos

Por: Carlos Leyba

De las cosas que nos pasan y sobre las que nuestra voluntad no cuenta, hoy y siempre, hay las que son el resultado de fuerzas naturales, como la pandemia, o las que resultan de la reverberación de fenómenos que se dispararon allende los mares, como lo fue el boom de las materias primas de principios de Siglo. En ambos casos, las sociedades que las reciben las viven según sus condiciones previas y en esos casos gobernar es conducir la adaptación o el modo de aprovecharnos de esas situaciones.

Pero cuando se trata de construir el escenario y el argumento que conforman la obra de la Nación, producto de la voluntad, las capacidades y las fuerzas interiores, importa –entre otras muchas cosas– tener claro, calcular, cómo pueden terminar las cosas en las que nos empeñamos y comparar el resultado de ese cálculo con el que buscamos al tomar esa decisión. La diferencia entre deseo y resultado es crucial. Ese cálculo es la información necesaria para la prudencia. La prudencia forma parte del talento para gobernar.

Tenemos ejemplos de abismo entre resultado deseado y realidad. Tantos como para pensar que nuestros gobiernos han estado dominados por la imprudencia o por el error de cálculo más allá de lo sabio o legítimo de los deseos que han inspirado la decisión. Nuestro ejemplo magno es la Guerra de Malvinas o el levantamiento del FFCC. Pero veamos los últimos tiempos.

NK y CFK construyeron sus abismos. Uno la 125 que, aconsejada por Martín Lousteau (hoy Cambiemos), iba por unos pesos y terminó con una grieta que se profundiza invadiendo territorios inimaginables. Otro, la “expropiación” de YPF, que aún no hemos terminado de pagar porque los Eskenazi, amigos de la familia Kirchner, nos esperan con una facturita de 3 mil millones de dólares y la operación terminó con una empresa de energía descapitalizada. La tercera fue el intento de creación de la nada de una “nueva y amiga burguesía nacional” y que terminó en escándalos, etc. Es decir la “imprudencia” en las decisiones políticas, no hacer el cálculo de resultados antes de avanzar hace que el remedio resulte peor que la enfermedad y ejemplos hay para regalar.

Mauricio Macri no les va en zaga. Hugo Alconada Moon dice: "Macri (en) reuniones con empresarios muy grosos… les pedía el 1 por ciento del patrimonio… les argumentaba que él exigía el 1% por ciento porque el 99% restante iba a valer mucho más con él como presidente de la Nación" (Perfil). Los pocos que se lo dieron están clamando al cielo, los patrimonios, salvo los fugados, se hicieron papilla. El cálculo entre lo deseado y lo que ocurrió salió muy mal. Las empresas, la mayoría, tenían más valor antes de Macri que después de él. Recordar los ejemplos de sus decisiones que fueron tiros por la culta son incontables, los acuerdos con el FMI, etc.

El talento político también está en saber hacer el cálculo del resultado posible y compararlo con el deseado y eso requiere “pensar lejos".

¿Cómo le está saliendo a Alberto Fernández? Veamos.

En adaptación a la pandemia no le va mal. Pero la cuarentena como método es esencialmente provisorio y obliga a pensar ¿y después? Pero más allá de ese bien pasar, la realidad es que la grieta crece y la economía languidece y su poder se erosiona demasiado temprano. Van solo siete meses. ¿Por qué se erosiona?

Gobernar no es sorprender. Alberto usó la sorpresa, entre otras, con Vicentín, y tuvo que dar marcha atrás; y ahora con la Reforma Judicial. Ambas decisiones han sido sorpresas que no parecen estar gobernadas por pensar largo en el tiempo y en profundidad en el espacio.

No se puede olvidar que la política transcurre en esas dos dimensiones, tiempo y espacio.

El pensar corto es hacerlo fuera del tiempo y del espacio. Pensamiento inútil porque desconoce la prioridad de los resultados y confunde los deseos con la materialidad.  

Las cosas que nos pasan –el deterioro de la calidad de la política y de la dirigencia en general; el deterioro de la sociedad sumida en el drama de la pobreza, la desigualdad y la concentración; la catástrofe económica del estancamiento y la dependencia de los recursos externos– acusan, en nuestra sociedad, una histórica falta de pensamiento largo y, consecuentemente, plagada de consecuencias de los errores de cálculo.

Pensar lejos obliga a establecer prioridades en el hacer público. Gobernar es administrar las prioridades que reclama el futuro. ¿Cuál quiero que sea mi legado?

¿Cuáles son las prioridades, la agenda de los esfuerzos necesarios para salir de esta varadura de medio siglo que nos propone Alberto? 

Si sus actos y sus palabras de las últimas horas tienen un sentido directo, entonces la “prioridad” de Fernández no sería ninguna de las que las personas de a pie imaginamos, sino una curiosa, por no decir exótica, reforma de la Justicia. ¿Será así?

Primero ¿es esta “la oportunidad” para este ejercicio reglamentario?

Estamos dentro de una catástrofe. Aumento del desempleo, de la pobreza, de la desorganización del capital; y mientras aumenta el saldo positivo de la balanza comercial lo es como dramático reflejo de la parálisis económica y, en el mientras tanto, el déficit fiscal sube como evidencia del costo neto de sostener la súper cuarentena. Pero sube sin resolver los problemas sociales y económicos.

Y – por lo que dice el ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires – también sin resolver las terapias intensivas necesarias que había que hacer mientras estábamos encerrados. Vamos camino a medio año de cuarentena y – por lo que dice el responsable de la salud de la provincia – no estamos preparados.

Y fuera de la cuestión sanitaria en el área económica tampoco lo estamos.

¿Por qué en este marasmo Fernández elige esta prioridad?

Dejo de lado el default porque supongo que están haciendo lo necesario. Se que al igual que de la pandemia, salir del default no depende sólo de lo que nosotros hagamos.

En la pandemia, además de nuestra manera de encararla, todo depende de lo que haga la ciencia y la naturaleza. La ciencia, por ahora, se la ve des rumbeada cultivando la idea de una enfermedad que no tiene tratamiento y que sólo hay que esperar a no llegar al respirador. Me cuesta aceptar ese único camino como “el camino”.

El default depende de los bonistas. Y la pelota esta ahí. En ese tema no empezamos por un acuerdo como resultas de una discusión, sino por una oferta que, si bien la hemos ido estirando, nos coloca en el riesgo del escenario del Asno de Buridán. Lo que sí se que lo menos sustentable es un default.

Entre la pandemia y el default, todo indicaría que nuestra prioridad colectiva actual debería ser intentar, con instrumentos económicos y sociales, no quedar entrampados en la inacción. Salir de la inacción o de las tareas meramente reparadoras, es una verdadera prioridad.

Fernández y su equipo, nadie la tuvo tan difícil, no dan señales - hasta ahora - de encontrar una vía de escape.

Pero lo que más asombra es que no parece que los funcionarios del gobierno traten de buscar la luz, sino que tiran bengalas distractivas. ¿La Reforma Judicial, tal vez? Será posible que alguien crea que es esta una prioridad aquí y ahora.

No hay que descartar que la escena en el Salón Blanco sea sólo un “simulacro”, o sea la representación figurada de algo, para escapar de una encerrona: ¿por sus frutos los conoceréis?

Tal vez Alberto espera tiempos mejores para salir al ruedo tal cual él quiere ser y la encerrona no lo deja.

¿Habrá aplicado el consejo del General: “si querés que algo no suceda mándalo a una Comisión”. ¿Qué pasaría si el deseo es que pase el tiempo? En noventa días, por ejemplo, arreglamos el default y le damos prorroga a la Comisión. Llega fin de año, Reyes Magos, verano, fin de la cuarentena. Ponele que la economía mejora (todo lo que baja en general alguna vez sube). Baja el desempleo, la imagen de Alberto crece, clima electoral. Montado en la salida, Alberto logra autonomía para integrar las listas, y se independiza de CFK y del Instituto Patria, etc.

Despertemos y volvamos a la realidad.    

Muchos dudan que la Reforma Judicial sea realmente “su prioridad”; y muchos creen – con fundamento lógico – que es la prioridad de su Vicepresidente.

Dos posibilidades: “simulacro” o verdad. ¿Cómo saberlo? Los frutos.

Al fundamento lógico Alberto lo confirmó designando una Comisión Ad Hoc con una mayoría de abogados afines al Frente de Todos y a dos penalistas de la defensa judicial de la Vicepresidente, sus funcionarios y amigos, acusados en sede judicial y ninguno pobre, es decir, abogados del poder. Pan con pan.

El Presidente, con la integración de esa Comisión, no busca consenso político (están ausentes “los otros”); ni académico (están ausentes los principales académicos del área); ni judicial (están ausentes los representantes del personal de la justicia), etc. Tal vez no lo busca porque sabe que es imposible.

Es que esta Comisión no busca consenso sino confirmación.

Una aclaración sobre el concepto de consenso. En el Parlamento se deciden las leyes y el Parlamento se rige por la decisión de la mayorías parlamentarias. Así debe ser.

Sabemos que las alianzas del Frente de Todos con muchas minorías aparentemente críticas no es más que una variante del Frente de Todos, hay pasados comunes y seguramente futuros próximos.

Y los que son oposición en términos de votos representan una proporción menor que lo que se manifestó en el proceso electoral. Y entre todos los miembros del Parlamente nunca hay una representación precisa de todas las voluntades de la sociedad.

El consenso, las políticas de concertación, le agregan a la democracia la voz de sectores subrepresentados políticamente. Por eso en normas fundamentales, y sin renunciar al valor de las mayorías, la prudencia política obliga a trabajar el consenso. Y la cuestión judicial así lo exige. Volvamos.   

Lo del simulacro no es nuevo en la política nacional: Carlos Menem dijo “si decía lo que iba a hacer no me votaban”. Simulacro.

Lo que no dijo es que no tenía la menor idea de lo que haría y decidió preguntárselo a los que él creía que lo iban a perseguir y se puso al frente, no con las banderas propias, sino con las de los otros y no lo persiguieron. Un recuerdo para contrastar.

Es cierto la Justicia tiene una imagen espantosa. Nadie lo niega. Pero no es por su organización sino por su trabajo.

En enero de este año la consultora Inteligencia Analítica determinó que el 65% de los encuestados consideraba que la imagen de la Justicia era “mala y muy mala”.   

Hay ahí una prioridad. Pero no pareciera ser esta “la oportunidad” para definirla: el parlamento hoy es cibernético; el clima de la sociedad no es el “normal”, estamos todos en cuarentena; en definitiva, vivimos, un clima de proscripción del debate. Cualquiera sea el resultado será provisorio. Nada que se hace sin tiempo dura. Tiempo para debatir y el necesario para que aparezca el fundamento ético. Alberto, así no.

La Justicia puede ser una calamidad pero “reformarla” a los ponchazos y sobre la base del “toma y daca”, que es lo que hizo que esta Justicia sea lo que es, amenaza que el remedio sea peor que la enfermedad.  

Mas allá de los tropiezos parlamentarios probables, la realpolitik criolla ya logró, en lo esencial y clave, el alineamiento a la causa judicial de CFK de la principal espada parlamentaria de Roberto Lavagna. Graciela Camaño –que de ella se trata– en magistral jugada para evitar que el “juez” Rodolfo Canicoba Corral sea investigado, logró un corte de luz con lo que “no se pudo votar”. Con un pequeño generador eléctrico podría haber subsanado el problema. Y la segunda es el barrido de los jueces que votaron en los juicios de CFK, voluntades que pusieron en peligro la absolución de CFK. Sin el voto de Camaño no se podría haber materializado. Esta vez no se cortó la luz. Mucha claridad. Las alianzas de CFK crecen.

Mientras tanto, el gobierno dice, que trabaja en 60 medidas económicas para salir de la crisis. La crisis económica mayor y el riesgo de una social que mas vale no mentarla.

Las malas lenguas sugieren que lo de la “reforma judicial” se anticipa a las medidas – agua en el desierto – para que las provincias díscolas deban “negociar” votos a cambio de recibir “medidas”.

¿Cuáles son esas medidas? No lo sabemos. Conocemos los reclamos de diversos sectores. La mayor parte de los reclamos son por la orientación, por el rumbo. Pero sesenta medidas no necesariamente definen un rumbo: lo pueden marear.

Jaime Campos, el presidente de la AEA, declaró su coincidencia con la CGT en la necesidad, dijo, de coincidir en una “constitución económica”.

Es decir, definir lo que para la mayor parte de los países la palabra “constitución” significa: un marco estable. Que defina el papel del Estado y del mercado en la organización económica, el orden de prioridad de las políticas de aliento en la coyuntura presente y a mediano plazo (consumo, inversión, exportación), la definición a largo plazo de la estructura productiva (industria, sector primario, servicios), el diseño territorial (las prioridades de infraestructura), la distribución social del valor agregado generado, la lucha inmediata y sólida contra la pobreza.

Sobre estos temas el gobierno no se ha pronunciado y – por cierto – tampoco ha definido ni objetivos ni instrumentos. Alberto, recordemos, afirmó no creer en los planes económicos. Pero sí dijo tener objetivos.

Uno de los más comprensivos objetivos económicos es la tasa de crecimiento del PBI. Aclaro: si “el objetivo” de Fernandez es el mismo que el dado a conocer por el Ministro Guzman, hace bien en no exponerlo. Guzman propuso una tasa anual de crecimiento del PBI hasta 2030, de 1,7% anual. Si lo proyectamos en términos por habitante, nos está proponiendo duplicar el PBI por habitante en 2136. Ninguno de los presentes estaremos ahí. No obstante, es una notable mejora con la experiencia registrada desde 1974 a la fecha:  a la velocidad de esos 46 años habría que esperar no 116 años sino 390.

Repetir las definiciones de política económica de los últimos 46 años es proponer el fracaso. Proponer el objetivo de Guzman no sólo no es ambicioso, sino que garantiza un futuro estallido social: una sociedad con 40 % de personas en la pobreza, la infinita mayoría radicada en zonas urbanas y el 50% de los menores en esas condiciones, conforman una bomba de tiempo en aceleración, que sólo la puede desmontar un crecimiento al estilo chino.

Mejor que pensemos cómo lograrlo. La constitución económica que piden la AEA y la CGT, según Jaime Campos, es la que tiene que garantizar ese proceso. Lo único que es inviable, insostenible e insoportable es la continuidad.

Qué difícil es evitar la continuidad. Porque aunque Usted no lo crea hace 46 años que caminamos por la misma ruta, aunque – como en toda ruta – los paisajes son distintos.

Me explico: hace 46 años todos los gobiernos sin excepción han militado en la desindustrialización, unos de manera expresa y entusiasta, otros implicita y con vergüenza, es decir, diciendo que no pero haciendo que si.

¿La clave? Desindustrialización, desempleo y pobreza. ¿Por qué? Eliminando las condiciones necesarias para activar el proceso industrial (promoción, protección, financiamiento). Somos el único país que carece a la vez de promoción, financiamiento y estrategia industrial. Recuerde ya avanzado el proceso, el Canciller Guido Di Tella, como para alentar a la militancia, dijo “la mejor política industrial es no tener ninguna”. Los que lo precedieron lo había hecho y los que lo sucedieron continuaron haciéndolo, hasta hoy.

El equipo de Fernández no está hasta ahora para esta conversación. Pareciera que han decidido dedicarse a otras cosas, como la Reforma Judicial, rechazando  este durísimo debate de rumbo y evitando discutir la enorme cantidad de programas que requiere concretarlo. Pero, finalmente, esta actitud es casi suicida. No hay demasidado tiempo. Las demandas imposibles de satisfacer estan golpeando las puertas.

Dias pasados Matías Kulfas habló de instrumentos. Aseguró que se eliminará el cepo al dólar y los precios máximos. Kulfas anuncia que no habrá una economía de control, a pesar de vivir en una cuarentena económica que, hasta la vacuna, será intermitente. Enorme fe en la capacidad de la recuperación de los mercados.

No piensan lo mismo economistas como Jacques Attali que propuso, para Europa, una economía de guerra. ¿Qué tal?

Kulfas anunció, ademas, importaciones sin trabas y baja de impuestos, y en general “relajación de controles” pero, dijo, debe “haber regulación para evitar factores disruptivos” aunque, aclaró, “la gran mayoría de las importaciones, más del 90%, entra sin mayores dificultades” y dijo “que esperan mejorar eso en los próximos meses”. ¿Este es el escenario de recuperaciòn pos pandemia que imagina el Ministro de la producción?

Kulfas aclaró que “la agenda para la reactivación” la anunciará Alberto Fernández, pero señaló el foco en las exportaciones y la necesidad de un acuerdo económico y social y se detuvo en la minería como uno de los ejes para generar divisas. ¿Cómo?

Todos coinciden en que CFK le dejó a Alberto el campo de la economía, en el que hasta ahora ha hecho poco. Y le sembró su gente en las cajas públicas y en las definiciones políticas y judiciales. Esta claro y mucho mas claro por la acción ejecutiva de estos días.

Pero mientras Alberto privilegia lo no económico, Cristina recibe a los representantes de la cadena agroindustrial que ya presentaron una propuesta y a los representantes de las agrupaciones sociales. Se involucrá en los dos problemas que Alberto posterga: la producción y la cuestión social.

Cuidado Alberto: siempre los “sectores” hablan con quien creen que decide y con independencia del cargo que ocupa.

Alberto debería recordar que la mejor manera de poner en práctica el arte de gobernar es exponer ideas claras de lo que nos proponen hacer desde el Estado para el desarrollo. Es decir, pensar lejos. Y exponerlo.

Proponer un programa, una orientación, capaz de sumar más voluntades que las propias.

Ofrecer la materia prima de un consenso sobre una “constitución económica”, sería ejercer el arte de acordar.

Pero no hay acuerdo posible si no es a partir de una propuesta programática, una prospectiva del futuro y una invitación a que, para hacer una Argentina que valga la pena vivirla, pensemos lejos juntos: la única manera de estar juntos.

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