Gobernar como Penélope

Por: Carlos Leyba

El eslogan fuerte del gobierno es “Haciendo lo que hay hacer”. Habla de acción y de necesidad.

A veces lo necesario requiere decisiones que sólo pueden ser evaluadas imaginando lo que evitan. Mal menor para evitar uno mayor.

Un ejemplo es la de una gangrena que requiere amputación. Se evita un mal mayor pero se genera un desequilibrio permanente.

Ese desequilibrio sólo puede aceptarlo el amputado, sí y sólo sí, reconoce que algo mucho más grave habría acontecido si la amputación no se llevaba a cabo.

El discurso de Mauricio Macri es que “no hay un camino alternativo”. Haciendo lo que hay que hacer equivale a “no hay camino alternativo”.

Cuando uno escucha esas afirmaciones dramáticas –que tienen como propósito cerrar la discusión necesaria, y más, dado los resultados del “camino inevitable”– se inclina por la poesía: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

Antonio Machado nos sugiere que no hay tal cosa como un camino inexorable, ninguno que no se pueda mejorar, porque el camino hay que hacerlo: no está hecho.

Es primario afirmar “no hay camino alternativo”. Y el gobierno no lo aprende a pesar de que ha cambiado muchas veces.

Este gobierno marcó su voluntad (no exenta de aires de heroísmo) señalando una dirección afirmando que era la única posibilidad. Luego cambió de ruta como consecuencia de haber generado inquietudes y preocupaciones colectivas no previstas.

Esos cambios han terminado por generar la inversión del eslogan. Se ha transformado, ahora podría ser: “Haciendo lo que hay que... deshacer”.

En el listado del hacer y deshacer está el programa “deshaciéndonos de las Lebac” cuya expansión desmesurada fue producto de “lo que hay que hacer” y de “no hay alternativa”, resulta que ahora hay obligadamente otra alternativa y se hace lo que antes “no había que hacer”.

No eran pocos los simpatizantes PRO que advertían la “bola de nieve” de las Lebac, esta generosa facilidad para el carry trade; y la concurrente depresión del tipo de cambio real.

Depresión que impedía la generación de dólares comerciales para agenciar la eventual devolución de los dólares que entraban atraídos por la tasa de las Lebac, y que escaparían cuando alguien se diera cuenta que el “rey está desnudo”. La manada huye. Llamen al FMI.

Si alguien en el gobierno hubiera tenido el tino de advertir que ese camino era generador de un desequilibrio muy superior a la baja velocidad en la que “descendía” la inflación,el gobierno no hubiera hecho lo que creía, por no medir las consecuencias, que era lo que “hay que hacer”. Eso nos costó –en definitiva– 25 mil millones de dólares y la larga recesión que nos espera.

Deshacer lo que antes fue “lo que hay que hacer”.

El estilo Penélope de gobernar: tejer y destejer.

Lo primero que informa esta práctica contradictoria, es improvisación, poca profesionalidad y reflexión, y nula evaluación de los impactos de lo que se va a hacer.

No está bien que improvisación, ausencia de profesionalidad y de reflexión, sean dominantes en el ejercicio del gobierno. Pero hay más y lo contamos al final. Como veremos no se trata sólo de improvisación.

Lo mas grave es la no evaluación previa de los impactos que –una vez hechas las cosas– llevan a deshacer lo hecho acerca de lo que antes se predicaba su imperiosa necesidad.

Se afirmaba que todo camino alternativo sería de una colosal gravedad y sin embargo se deshace “lo que hay que hacer”.

Ministros y hasta el presidente han avalado la acción ante “la imperiosa necesidad”, la amputación para salvar la vida. Y frente a la reacción –no evaluada previamente– surge la segunda acción: deshacer lo hecho. Doble trabajo, doble costo.

El primer caído en la contradicción es el capital de la confianza que tienen los aliados y el incremento del rechazo de los adversarios, enemigos, opositores, críticos.

A nadie escapa el costo social de esa desconfianza.

En otros términos, te digo que sí o sí vamos para allá y –como no había leído el pronóstico– en el camino llueve y entonces vamos para otro lado. Preparaste la valija para temporada de verano y terminamos en la nieve. Todo mal: pagué y no puedo salir del hotel.

Veamos lo que deja el día. El secretario de Energía, con acuerdo del presidente, autorizó a las empresas a facturar ex post facto un plus sobre el gas consumido y ya pagado. Un problema jurídico y un escándalo político.

Ese plus estaba dirigido, finalmente, a que las empresas concesionarias de la extracción de gas, puedan beneficiarse de la devaluación.

La “gentileza” de las petroleras, obtenida en la primera negociación, fue que los consumidores podrían pagar el adicional de compensación por la devaluación en 24 cuotas. Con intereses de 47,50 por ciento anual.

Mauricio Macri para apoyar el extremo dijo: “La energía hay que pagarla. Aquello que te regalan, a la larga va a costar más”.

Clarito: estamos haciendo lo que hay que hacer, gangrena, amputación y si no, final de juego.

Agregó: "Soy el primero en saber lo que está costando, pero es el camino correcto”. “No podemos mentir más… un país sin energía no tiene futuro… Me desvela que cumplamos las cosas en las que nos comprometemos. Suelo escuchar a gente que propone cosas demagógicas, que son mentira y que nos van a llevar de vuelta a los mismos problemas que tenemos desde los últimos 70 años…  porque no hay un camino alternativo".

A las pocas horas de estas declaraciones el gobierno desistió de intentar el cobro a los consumidores de un adicional a lo ya pagado. Para no enfrentarse con las empresas, deshizo lo que “hay que hacer” pero pondrá dinero con destino final a las petroleras. ¿Por qué?

Un subsidio que, según el marketing oficial, es a los consumidores. Pero para otros se trata de un subsidio a las empresas productoras.

Para sostener una posición u otra hay que conocer los costos reales. La relación costo precio revela para quién es el subsidio o, si quiere, la transferencia.

De lo que no hay duda es que ahora es un subsidio que lo paga el Estado Nacional. Más serio: las empresas aceptarían hacerse cargo de una parte ¿Y entonces? ¿Es tan sencillo pasar de un reclamo de 100 a conformarse con una parte? Mmmmm.

En la terminología previa del PRO esta nueva decisión que revierte el cobro a los consumidores propuesto por Iguacel y ahora lo pone a cargo del Estado y de las empresas, son “cosas demagógicas, que son mentira y que nos van a llevar de vuelta a los mismos problemas que tenemos desde los últimos 70 años”. El gobierno dice: “Pero, a pesar de pensar eso, lo hacemos igual”.  

Una vez más “haciendo lo que vamos a deshacer”. ¿Reflexión previa, evaluación?

Finalmente el Gobierno se hace cargo de parte “de la deuda”. La abonará en 30 cuotas hasta el 2021. ¿Será una deuda?

Una vez más fue la mecánica de no medir las consecuencias la que produjo la reversión.

Esto tiene que ver con el modo de gobernar, el aislamiento, la debilidad conceptual de gobernar sin escuchar todas las voces. Sin estudiar a fondo los problemas. Sin evaluar sistemáticamente las consecuencias. Eso es gobernar.

En esta discusión se discute quién paga. Pero no se discute lo principal. ¿Cuál debería ser el precio del gas en boca de pozo, cuál es el costo del concesionario?

¿Cuánto cuesta extraer el gas y el petróleo del subsuelo? El Estado no lo sabe ¿Por qué? Todavía rige la respuesta del exministro JJ Aranguren en el Parlamento: “No sé”. El ministro no pudo, no supo, no quiso responder.

Sin embargo, las empresas conocen los costos de extraer gas y petróleo. Si no los conocieran serían irracionales. Y no lo son.

Lo que nos pasa es que, hace largo tiempo, los dirigentes de la política han comprado la “doctrina” que los precios del gas y el petróleo deben alinearse con los precios internacionales y los costos no importan. Eso es la dolarización de este insumo estratégico. La dolarización de la cabeza.

Esto es lo que se trata de imponer para un bien (o un servicio) que sólo se importa en períodos de alta demanda  (dejando de lado un porcentaje básico habitual), que se extrae de bajo tierra y del que casi todo el trabajo es local y se paga en pesos.

La explotación del gas y del petróleo son concesiones. El Estado cede por un determinado plazo la explotación de los yacimientos y lo hace en función de contratos.

La lógica de la concesión no es entregar en propiedad lo que está en el pozo, sino remunerar al concesionario por su trabajo de extracción y puesta a disposición de los que serán los usuarios.

Esas tareas tienen un costo (operación, amortización, lógica rentabilidad) nadie puede dudar de la sensatez de este planteo.

Pero ¿cuál es la lógica de remunerar al precio internacional, por ejemplo, del petróleo o al precio del gas que importamos? REPSOL compró YPF a más o menos 10 dólares el barril; y hay contratos locales de provisión de gas a largo plazo que se firmaron muy por debajo de los 2 dólares el MBTU. Además el precio del petróleo, oligopólico, fluctúa con las tensiones geopolíticas ¿Dónde está el mercado?

Por otra parte, mientras en Estados Unidos el MBTU de gas natural se cotiza entre 2 y 3 dólares, el ministro Dante Sica afirmó en Clarín, el domingo pasado, que “Vaca Muerta tiene costos que nos permiten tener niveles de productividad similares a los de Estados Unidos”.

Además merece indagarse si no es posible explotar el gas convencional a menores precios. Pero, como es obvio, mientras el gobierno mantenga subsidios extraordinarios para Vaca Muerta no habrá mas inversiones en convencional donde las reservas existentes, y ante el aluvión de gas que promete Vaca Muerta, dejan de tener sentido y deberían explotarse para paliar los costos de la importación por indisponibilidad de esa oferta.

Un capítulo central, del debate necesario de políticas de Estado, es discutir en profundidad toda la cuestión energética. Repensarla. Transparentar concesiones, costos, auditar, cumplir las funciones obligatorias del Estado concedente.

Esta crisis, este hacer y deshacer, es la deriva de no haber habilitado un debate independiente con el horizonte de una política de desarrollo de largo plazo.

Y ese debate no es posible si no somos conscientes de la enorme capacidad de lobby del sector energético que condiciona la información y las decisiones públicas.

Los “cuadernos” pusieron al descubierto el peso y la capacidad de lobby de los concesionarios que, paradojicamente, obtienen todo su poder económico y político, de lo que les brinda el Estado, la política y la burocracia.

Obra pública, energía, transporte, sistema financiero, servicios varios, son “concesiones”; y desde hace décadas han condicionado todas las políticas. El estilo Penélope de gobernar, además de improvisación como avisamos más arriba, denota la “prueba y error” de la presión del lobby. Vamos hasta donde aguante la opinión pública.

No está bien ese diseño de política como cultura de gobierno y pone en evidencia la debilidad de un Estado que no programa y no forma consensos. Lamentablemente no es una exclusividad del PRO, los mismos males ocurrieron durante el período K y la gestación articulada es obra del menemismo. En realidad el gobierno estilo Penélope es la consecuencia de la ausencia de la Política, así, con mayúscula.

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