Geografía de la grieta

Por: Carlos Leyba

La palabra “grieta” supone una abertura larga y estrecha, que divide a dos partes cada una con identidad. La suficiente identidad como para que cada una de ellas se perciba a sí misma como la antítesis de la otra. Es decir la grieta es lo que separa a una de otra; y al ser la grieta una separador carece de identidad. La grieta es lo que no es.

Dicho esto, la grieta pensada como el abismo que hace imposible “el avance” del otro, genera en los actores una cultura de consolidación del territorio, barreras defensivas. Murallas que reducen la mirada.

Todos los portadores de ADN que permanecen en un territorio pero que pertenecieron al otro territorio, han sido exterminados; y si hay signos de subsistencia, al portador de esos rastros se lo expulsa del territorio.

Las operaciones de limpieza han sido extremas y públicas, en el territorio Cambiemos. Es que estamos hablando de la “grieta” entre el territorio de Cambiemos y el territorio K Cristinista.

En ambos territorios hay o ha habido, ADN residuales de otros “campos”. Por ejemplo, ADN peronistas en las versiones montoneras, menemistas, duhaldistas, nestoristas, peronistas de Perón, etc.

La lista de esos ADN que están en Cambiemos es enorme, son ministros o legisladores, son multitud. Los expulsados, segregados, también. Entre ellos el mas destacado, de origen menemista, es Monzó.

Y – si bien de otra manera – también pasa en el territorio K Cristinista. La expulsión de Alberto Fernández es una con notable retorno; y la cuasi expulsión de Florencio Randazzo es también una muestra del clima asfixiante que rige en ese territorio para el disenso. Disenso que no es de carácter doctrinario o programático, sino disenso de piel, de las coordenadas personales.  “No te quiero más”.

En ese contexto, sobre el que volveremos, carece de significación un tercer espacio, protagonista, territorio, que tenga por definición ser el espacio de la “no grieta”.

Un tercer territorio que se pretenda con esas características, por su mera existencia, es una “isla”. No forma parte de ninguno de los dos territorios a los que define la grieta y por lo tanto es un espacio en el medio de la grieta que sostiene una grieta a un lado y otra grieta del otro lado. Es una isla rodeada por dos grietas. No hay otra manera de pensarlo.

Cualquiera sea la estrategia, resolver el problema de la grieta es aproximar los territorios o – lo que es lo mismo – colocar un puente para que se produzca la unificación natural de las almas dispuestas y que encuentren ese puente para sortear la grieta. Una isla no resuelve ese problema.

La Alternativa Federal y ciertos sectores del radicalismo, más pequeños grupos autodenominados progresistas se plantean – con distintos protagonistas y distintos métodos - formar ese tercer espacio que, como hemos dicho, se piensa como una isla.

Aclaremos. Una tercera, cuarta o quinta fuerza política serían mas que saludables para fortalecer el proceso democrático. Sin duda. Pero la construcción de una nueva fuerza para ser la herramienta para cerrar la grieta es, en sí misma, una contradicción. Para cerrar la grieta o se mueven los territorios preexistentes hacia un punto de encuentro o se construye un puente. Pero respecto del cierre nada se logra con una tercera fuerza. Nada se logra con el escenario de los tres tercios como único objetivo.

Es legítima y saludable una tercera fuerza: ninguna de las dos, que se nuclean detrás de quienes son o han sido presidentes, están en condiciones de superar – con sus visiones y sus ideas – los desastres que han desarrollado.

El presente es un desastre, como lo fue el que dejó Cristina y como lo era el que dejó la Alianza y como lo fue el de la Convertibilidad. Eso es indiscutible.

La decadencia argentina, si miramos los números que realmente importan, tiene 45 años de edad. Ni uno más ni uno menos.

Las mentiras - estúpidas, necias, faltas de inteligencia – que ha instalado, en el territorio de Cambiemos, el Presidente de la Nación dan vergüenza ajena. La afirmación “70 años de decadencia hasta que llegué yo” contiene el proyecto de construcción de una grieta con la Historia.

Un signo miserable de esa construcción de la grieta histórica, para todo tiempo y terreno, es el haber eliminado a los próceres de los billetes que emite el BCRA y sustituirlos por animales. Es también una manera de medir la distancia Patria entre Mauricio Macri, Presidente elegido por la mayoría del pueblo, y – por ejemplo - Juan Perón, tres veces elegido Presidente por la mayoría del pueblo.

Esa medida  justamente pasa por el valor del pasado, las raíces, la historia, el humus de la Patria. Veamos.

Cuando se nacionalizaron los ferrocarriles, Perón no dudo en llamarlos Urquiza, Roca, Sarmiento, Mitre, Belgrano, San Martín, los nombres de hombres que había construido la Nación heredada.

El padre de Mauricio, a quién él – una vez muerto – llamó, en el programa de Luis Majul, delincuente, llegó al país en la década del 40 (setenta años ha) con una mano atrás y otra adelante. “Albañil de Tandil”, inmigrante, hizo una inmensa fortuna. Fue protagonista de los concesionarios durante la Dictadura, el gobierno radical y el menemismo.  

Más adelante, apreciado lector, tendrá las cifras que refutan la estupidez de la decadencia de 70 años y se preguntará cuánto le debe la decadencia de los últimos 45 años a la “oligarquía de los concesionarios” que no es, por cierto, la de los productores ganaderos o industriales, sino de los que han vivido del usufructo de los bienes del Estado en estos 45 años de espantosa decadencia.              

Volvamos a “la grieta”. Los odios de los líderes de los territorios que la constituyen, por un lado. Por el otro, la precaria idea de la construcción de una isla que lejos de ser un puente duplica el problema. Lo dijo el Cardenal Poli con todas las letras y con todas las palabras de Francisco: encuentro, puente. Ese 33 % que no está ni quiere estar en los territorios de Cambiemos o en el Cristinismo, es parte del 66% que odian a unos y a otros. Pero dentro de este 33% puede surgir la vocación de construir el puente. ¿Cómo? Tejer mediante el diálogo, iniciado desde abajo, de todos con todos en torno a grandes temas que urge solucionar.

Un orden con algunos ejemplos de lo que debe ser el debate sobre los temas a resolver y la manera de hacerlo. Por ejemplo, sacar de la vida de la pobreza a los niños, no se puede demorar un día más. Detener la fábrica de pobres hasta que el crecimiento genuino genere la incorporación. Terminar de manera inmediata con la dolarización de la energía. Son concesiones y por ese trabajo debemos pagar costos auditados más una utilidad razonable. Congelar el 100 % de los empleos públicos de todos los niveles y redistribuir, previa formación, el personal administrativo excedente en tareas de salud, asistencia, seguridad, trabajos comunitarios. Aplicar normas, ya sugeridas en otras notas, que permitan impedir el cobro de jubilaciones por discapacidad mal otorgadas e impedir vía declaraciones patrimoniales y de ingreso, las jubilaciones otorgadas a personas que no han trabajado. Impedir mediante regulaciones estrictas la fuga de capitales. Incentivar la inversión reproductiva y las exportaciones de valor agregado. El puente entre las grietas se construye con propuestas compartidas concretas a los problemas centrales.

Nadie ignora la existencia de los juicios por cohecho que atraen, con razón, la atención de los medios. Las fortunas, con nombre y apellido, son injustificables y hay que hacer lo imposible para que una Justicia digna establezca la verdad de los hechos, recupere el dinero mal habido y sancione las condenas para que se cumplan. Ese acuerdo es esencial.

Debe incorporarse, si fuera legalmente posible, todo el pasado sancionando una ley que establezca que los delitos de cohecho no prescriben e investigar todas las denuncias del pasado inmediato y del que no lo es y que investigue todas las sospechas sobre la administración presente.

Si no somos capaces de ese acuerdo, si no somos capaces de designar jueces y árbitros que nos den a todos garantías de justicia, no hay manera de liquidar la grieta porque se está acumulando la basura debajo de la alfombra. Es difícil pero hay que intentarlo.

Lo que no es “tratar de cerrar la grieta” es la construcción de una isla. Necesitamos un puente. El puente del encuentro.

“La grieta” es una hendidura; conceptualmente es aquello que impide la la solución de un conflicto. Una grieta “cruje”.

Estamos sometidos al “escenario geográfico de la grieta”.

Pero además tenemos muchas otras grietas. No sólo la política.

La grieta social proyecta una sombra espantosa sobre el futuro. Es la grieta entre el continente de los que no son pobres y el de los que definitivamente lo son.

En uno de ellos se desarrolla una vida en que es posible aproximarse a la vida media de las personas que habitan el primer mundo. El territorio de la “buena vida”. No es igual para todos los que lo habitan.

Están ahí quienes se piensan como ciudadanos globales con consumos y vida cotidiana en los que predomina el hábito del primer mundo. Y también están allí los que aspiran o merodean ese mundo y perciben que no están lejos. También están los que cada tanto participan y que cuando les toque estarán preparados para hacerlo.

Grieta por medio en el otro territorio se desarrolla una difícil supervivencia.

Son, aquí y ahora, millones de argentinos para los que entre su territorio de vida y el de la “buena vida”, hay una grieta suficientemente extensa, ancha y profunda, que cruzarla - a la búsqueda de la “buena vida” que transcurre del otro lado - es literalmente imposible.

No hay manera de cruzar el territorio por los propios medios.

La grieta social es un verdadero abismo a futuro.

El territorio de la “buena vida” tiende a concentrarse (modelo económico de distribución regresiva del ingreso) y el de la “vida en pena” tiende a superpoblarse.

Como se sabe el hacinamiento es la madre de la violencia.  Allí están los más de 13 millones de personas bajo la línea de pobreza, el 50% de todos los menores de 14 años, y una fecundidad que denota una demografía muy distinta a la de hace 40 años atrás.

¿Estamos condenados a la grieta social? La grieta social no ha crujido ¿Podrá hacerlo?

La otra grieta, que nos asegura un futuro difícil, es la económica. No es una sola, por cierto, pero para simplificar en términos de productividad nos limitaremos al dilema histórico de la ciudad y el campo. La industria y el agro.   

Nuestro sector agropecuario tiene una productividad insuperable. No es sólo producto de una naturaleza privilegiada. A ese don heredado de la Providencia, se le suma un know how acumulado desde las generaciones nacidas con el amanecer de la Patria.

La líneas de arado de la estancia “Los cerrillos”, el manual agropecuario ISO 9000 de Juan Manuel de Rosas y los textos de manejo agropecuario de José Hernández, el poeta criollo; fueron mojones que atestiguan el nivel y la pasión por el trabajo agrario, que permiten afirmar, sin ninguna duda, que las bases sólidas de la Argentina moderna y progresista, la construyeron las generaciones de criollos que generosamente recibieron a los hombres y mujeres de otras patrias que quisieron habitar nuestro suelo: trabajo y generosidad, virtudes criollas, detrás de esta inmensa productividad agropecuaria.

Dones y virtudes innegables construyeron un territorio económico de inmensa productividad. Un territorio a todas luces insuficiente para contener y brindar las mejores condiciones de vida a 44 millones de argentinos.

La necesidad de albergar a una población creciente, la vocación para brindar a todos una vida decente, llevó a construir un territorio de la industria que fuera capaz de completar lo que el trabajo rural brindaba. Tempranamente y cuando ya hacían sus armas las industrias en el país, Carlos Pellegrini – el único piloto de tormentas de nuestra historia – anunció un trabajo imprescindible: “sin industria no hay Nación”.

Sin construir ese territorio de la industria, para albergar a todos los que forman la Nación, la Nación no se forma.

Nuestra realidad es que mientras, en lo económico, el territorio de lo agrario goza de una extraordinaria productividad que ha crecido sin pausa, el territorio de la industria, imprescindible y complementario para hacer de lo nuestro una Nación, es una construcción, tan necesaria y posible, como incompleta.

Y de esa incompletitud de este territorio y la productividad del otro territorio agrario, surge una grieta descomunal que “cruje” al compás de la crisis del sector externo.

Un territorio de alta productividad y otro de una productividad estancada como consecuencia de las decisiones equivocadas de la política económica de los últimos 45 años.

Así como la grieta social separa artificialmente la unidad de la Nación en dos territorios. En uno se brindan las condiciones de la “buena vida”; y en el otro se agiganta las condiciones del malestar. La grieta económica, la productividad del continente rural y el atraso de productividad del continente industrial, nos perturba la visión del futuro.

Unir los territorios a los que separa la grieta social es una prioridad colectiva e inmediata. No es fácil.

Pero el primer paso hacia la solución es el puente, el encuentro, o como queramos llamarlo, que repare las distancias.

Sin el puente es imposible pensar la Nación como proyecto de vida en común. Sin proyecto de vida en común no hay destino para las futuras generaciones.

De la misma manera unir los territorios de la economía, las colosales distancias de productividad entre el territorio agropecuario en su conjunto y el territorio industrial en promedio, es el principal desafío del presente: toda la estrategia económica de largo plazo debe estar centrada en lograr una transformación cualitativa del territorio económico de la industria.

El puente, lo que una el nivel de productividad de ambos territorios para hacerlos uno, requiere de una estrategia de desarrollo que no admite dilaciones.

De la misma manera que la pasividad frente a la grieta social hace que se convierta en abismo irreparable; la grieta de ambos territorios productivos exige una política (la política es finalmente asignación de recursos) que transforme y viabilice el desarrollo conjunto de ambos.

Las estadísticas se han convertido en boca de Mauricio Macri en petardos falsos para disculpar, con la mentira del pasado, sus lamentables fracasos. Observaremos la fecha de origen de la actual decadencia nacional.

Mentir, la mentira presidencial de 70 años de decadencia, sobre el origen de la grieta social es un flaco favor para el ánimo de resolverla. En 1974 los pobres eran el 4% de la población, 800 mil personas. Hoy son el 32% de la población, 13, 4 millones de personas. La población se duplicó y las personas bajo la pobreza se multiplicaron por 16,8 veces. Ocurrió en los últimos 44 años.

En la década de los 70 del SXX el Gasto Publico era aproximadamente 23% del PBI. Hoy representa aproximadamente el doble. La industria generaba 23% del PBI y hoy la industria de transformación orilla 15%.

Martín Lagos y Juan Llach, señalan que  entre 1870 y 2008, hubo siete “etapas del desarrollo respecto del mundo avanzado”. La etapa de mayor crecimiento fue la de 1963/1975 (3,32 por ciento anual del PBI ph), superior a la de los países avanzados y lejos de la de 1870/1910 (2,72 por ciento anual). (“Claves del retraso y del progreso de la Argentina” Temas, 2011, pag. 31).

“A principios del SXX… el PBIpc de un argentino osciló entre el 70% y el 80% del de un australiano, una relación que se mantuvo relativamente estable hasta mediados de los años 70” … si durante …(1975/90) la Argentina hubiera mantenido la tendencia de crecimiento que llevaba desde 1930 hasta 1974 (un promedio de 1,7% anual), nuestro ingreso por persona sería, no el 43% del australiano que hoy tenemos, sino el 73%, un valor identico al que tuvimos a principios del SXX” Federico Sturzenegger, “Yo no me quiero ir”, Planeta, pag,50/51.

¿Podemos seguir tolerando que un presidente desconozca lo mas elemental?

Según Penn World Tables (2019), como todas las series largas disponibles, en el período 1950/1974 el PBI por habitante crecio a 3,09% anual acumulativo y en 1975/2014 a 0,97%.

Estas cifras señalan cuando se abrió y empezó a crujir la grieta social y económica. La fecha coincide con el surgimiento dominante del pensamiento de Mauricio Macri que, como el personaje de Moliere, “habla en prosa sin saberlo”.

Con esa deformación estadística, sobre ambas grietas, Macri milita y hoy conduce un territorio de la grieta política en la que habita aproximadamente 30% por ciento de la población.

El otro territorio de la grieta política lo conforma el 30% que habita el territorio kirchnerista que tampoco entiende que durante doce años, desde su inicio, al desperdiciar la oportunidad única del viento de cola, nada hizo para transformar la economía nacional: aumentó el peso de un Estado fallido en educación, salud, seguridad, infraestructura, no logró, ni intentó, atacar la raíz de la pobreza, continuó vaciando la estructura industrial e incrementó el monocultivo exportador: es decir contribuyó a la grieta económica y a la grieta social.

Macri y el Kirchnerismo representan sin duda la grieta política, inmensa, profunda. Pero en ninguno de esos territorios políticos se diseña, se madura, una estrategia política para lograr cerrar las grietas social y política.

La disputa está instalada en aumentar la grieta política: todos los días el PRO y el kirchnerismo actuan en espejo para mantenerla.

La desgracia mayor de estos días es que en ambos territorios políticos, que comandan Mauricio y Cristina, no ha surgido nada que se proponga realmente superarlas. Cristina pone a quien puede reemplazarla en los debates presidenciales (ella jamás responde) y a quien pueda echar sombras sobre la calidad de los juicios (ella no podría hacerlo siendo candidata). Que ella seguirá siendo la Jefa Política del gobierno que puede que encabece Alberto Fernández no sólo quedó estampado en el dedo regio que lo ungió sin preguntarle a nadie, sino que en el primer acto lo puso absolutamente claro dijo “Me siento obligada a cambiar este presente”. No hubo un “nosotros” porque no existe ni puede existir. Para los que frecuentan las metáforas del pasado, les informo que Héctor Cámpora, el fiel, el leal, en realidad lo traicionó a Perón. Una vez en la presidencia dio paso a los que aspiraban a “conducir al Viejo”. Y ante la evidencia de la traición perpetrada, Perón le pidió que cumpliera con la lealtad y se redimió renunciando. Perón ganó con muchos más votos que lo que había hecho Cámpora. Si Fernández 2 aplica las decisiones de Fernández 1, todo fluirá.

En el otro territorio las “deslealtades” están disparadas. Los furcios o fallidos de Marcos Peña y Diego Santilli son de antología. Y radicales y algunos PRO piensan cómo zafar de tanta, pero tanta bronca social, frente al estrepitoso fracaso económico.

En los territorios consolidados no está nada garantizado. Lo único es que la grieta continúa.

La única manera de unir los territorios políticos es un puente para que en cada territorio ocurran espacios de encuentro.

¿Un tercer territorio del 40%? Es decir, es una isla y no un puente que procure conformar una mayoría en la que queden aislados los extremos, de cada territorio, a cada lado de la grieta.

Sin esa fuerza, sin ese vigor, no hay manera de superar las grietas que ocluyen el futuro que son la social y la económica.

Mientras la política ramplona discute protagonismos, el ejercito de pobres aumenta y las industrias se cierran. No se trata de construir una tercera grieta sino un puente entres las que ya existen. Lo dijo Francisco desde que Duran Barba asumió la conducción del gobierno y desde que CFK no pensaba arrepentirse de sus pecados. Lo dijo el 25 de mayo el Cardenal Poli: tragarse sapos. Mirar de costado al amigo tuerto. Buscar un puente. Parece obvio. Pero no se da solo. Lo que nos pasa que a la decadencia social y económica se le suma la colosal decadencia de la política controlada por hombres pequeños frente al tamaño de los desafíos.

El puente para superar la grieta política y la resolución de las grietas social y económica encuentra a la política huerfana de la virtud pedagógica, gobernada por el chip electoral y la shistorm de las encuestas.

La virtud pedagógica de la política es el requisito para construir el orden en el desorden social y económico y el progreso en el pantano del estancamiento. Celebramos el nacimiento de la Patria con un sentimiento extraviado.

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