Fin de ciclo

Por: Martín Astarita

Salvo un milagro, en octubre Alberto Fernández ratificará el triunfo de anoche y se convertirá en el próximo Presidente de la Argentina. A continuación, ofrecemos algunos elementos de análisis para ser profundizados más adelante, con una lectura en detalle de los resultados alcanzados a lo largo del país.

¿Qué define una elección presidencial en la Argentina? La tesis tradicional indica que, al menos desde 1983, las elecciones presidenciales en la Argentina se definen, centralmente, por la evaluación ciudadana sobre la gestión del presidente de turno. Si las cosas van bien encaminadas, los Presidentes reeligen (Menem y Néstor-Cristina). SI las cosas van mal, hay recambio (1989, 1999 y 2015).

El macrismo y sus analistas satélites, a partir de lo ocurrido en las legislativas 2017, quisieron revisar esta tesis. Sostuvieron que se había operado entre los argentinos un cambio cultural, según el cual, una porción cada vez mayor de la sociedad ahora votaba por “valores” (la República) y no tanto por lo material. Esta nueva explicación presentaba algunas deficiencias. Especialmente, obviaba un hecho central, que es que en 2017 la economía se había recuperado y el macrismo había frenado -pospuesto- el ajuste.

La elección de ayer enterró este revisionismo y reestableció la hipótesis tradicional: la gente, mayoritariamente, elige en función de la evaluación que hace sobre el gobierno, sobre todo en lo que se refiere a la marcha de la economía.

La unidad del peronismo, la clave. La política argentina es imprevisible, suele afirmarse. Sin embargo, hay algunas tendencias que tienen la fuerza histórica similar a la de una ley. Una de ellas es la invencibilidad electoral del peronismo cuando se encuentra unido. Para estas elecciones, el peronismo tomó nota de lo que ocurrió entre 2013 y 2017 y reunió en un mismo frente a la gran mayoría de sus fragmentos: Alberto, Cristina, Massa, Kicillof, los gobernadores, los intendentes bonaerenses. Fueron pocos y con escasa representación (Urtubey, Pichetto) los que se quedaron afuera.

Lo que ocurrió ayer también echa luz sobre la elección de 2015: en aquella oportunidad, el macrismo no triunfó por haber socavado la base electoral del peronismo, sino, en lo fundamental, porque unió al espacio no peronista tras de sí (los huérfanos de la política, según Torre) y se benefició al mismo tiempo de la división peronista.

El peronismo sigue siendo la fuerza que representa a los sectores populares. Con la llegada de Macri a la presidencia se habló mucho de la posibilidad de que el peronismo deje de existir o bien, que se convierta en una fuerza predominantemente de centro-derecha, con menos preocupación por lo social y más inclinada a contentar al mercado. Hubo una dirigente política que rechazó con firmeza esta reconversión: Cristina Fernández. Y hubo una base social que se mantuvo con ella, inalterable aún en los peores momentos (bolsos de López). Paradójicamente, la derrota legislativa de 2017 le sirvió al kirchnerismo para dar testimonio de vida (política). Fue un primer aviso que el macrismo no supo escuchar, aunque el mensaje fue claro: “si al gobierno le va mal, si continúa el ajuste, el kirchnerismo está con vida para ser una oposición con expectativas de ganar”. Es lo que entendió tempranamente Alberto y su famoso “Con Cristina sola no alcanza, pero sin Cristina no se puede”.

Cabe decir que, frente a la teoría de que el macrismo se había convertido en hegemónico, ni aún en sus momentos de esplendor (legislativas de 2017) pudo penetrar en la base social del peronismo, esto es, en los sectores bajos y medio-bajos de la sociedad argentina.  

La debacle del macrismo no empezó con la crisis cambiaria. Empezó en 2017 con las grandes manifestaciones populares en contra de la reforma previsional. Después de ganar las legislativas 2017, el gobierno tenía consenso en el Congreso para aprobar todas las reformas (la previsional, la fiscal, la laboral, la electoral). Pero pasaron cosas: básicamente, el pueblo movilizado en la calle.

Mala praxis. La crisis cambiaria de 2018 no fue por un cambio en las condiciones internacionales. Fue por la errada política económica del macrismo, que nos dejó expuesto a cualquier cambio externo.

El fracaso de los CEOS. La derrota de ayer no es una simple derrota electoral. El macrismo vino a cambiar la estructura social y económica del país. La sociedad argentina le mostró ayer que fracasó. Fracasó la idea del poder económico gobernando sin mediación. Fin de ciclo.


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