Fakecracia: Una pandemia de odio y desinformación

OPINIÓN. Actualmente hay una ausencia de regulaciones a nivel local e internacional sobre las noticias falsas. El uso de jurisprudencia vinculado a la difamación es la única puerta que se puede encontrar para soluciones legales cuando las noticias falsas están afectando a los ciudadanos.


La epidemia que nos rodea incluye, además del covid-19, otros virus que se han propagado con igual fuerza y con una capacidad destructiva que puede comprometer la sustentabilidad de lo que conocemos como democracia. 

La pandemia por el coronavirus puede pasar. Sin embargo, la pandemia de la desinformación y el impacto que esta tiene sobre la calidad de la democracia puede perdurar por mucho tiempo más. 

En términos de comunicación política la desinformación rompe los cimientos de funcionamiento del proceso de la política como tal. Para abordar el fenómeno es necesario visualizar las distintas dimensiones que lo componen:  

 

1.     La información es la base con la que tomamos decisiones, corresponde a la asociación conceptual que hacemos entre un significante (un hecho, una palabra, una imagen) y el significado que le atribuimos a ello. La desinformación es el impacto que se genera en la ciudadanía producto del contacto con información falsa. ¿Cómo llega esa información errónea a la ciudadanía? El fenómeno de las noticias falsas (fake news) no es nuevo, pero sí su alcance ha crecido inusitadamente gracias al uso de redes sociales como principal vía de comunicación. 

Cuando la ciudadanía no cuenta con información fidedigna para evaluar a los actores políticos se rompe el proceso de la democracia liberal. En cada período electoral, o en cualquier momento de un período de gobierno, la ciudadanía,basada en información fidedigna tiene la oportunidad de evaluar el accionar del gobierno. He ahí el rol de los medios de comunicación, quienes a través de la construcción de la agenda pública ofrecen un resumen de la realidad social a la ciudadanía. Sin duda este es un insumo más, entre otros, pero de gran relevancia si la información es preparada por periodistas profesionales e independientes, que ejercen su tarea con total libertad (mundo ideal). 

Al construir información que se hace pasar por periodística, pero que en realidad está construida por militantes políticos y que además no está basada en hechos reales o con asidero científico, y se transmite esa información con las características estéticas de una noticia a través de las redes sociales, se puede ir confundiendo al electorado, hasta colocar a ciertos actores políticos en el gobierno. América Latina sabe de esta situación. 

 

2.     Pero si las noticias falsas se utilizasen solamente para tratar de seducir al electorado de turno, esta situación afectaría en el plano electoral y posteriormente en la sostenibilidad de un gobierno ante la opinión pública. Sin embargo, la desinformación ha tomado una característica distinta. Se ha convertido en el elemento central en la comunicación política en América Latina utilizado para construir relatos de ataque a sectores específicos de la población y en situación de vulnerabilidad:población LGBTIQ, periodistas, defensores de derechos humanos. 

A través de la difusión de información falsa en redes sociales que busca estigmatizara estos grupos de la población, se busca pasar una agenda política cuyo epicentro gira en torno a la producción de discurso de odio. 

No existe una definición consensuada sobre qué es el discurso de odio. Las Naciones Unidas consideran que discurso de odio es cualquier forma de comunicación de palabra, por escrito o a través del comportamiento,que sea un ataque o utilice lenguaje peyorativo o discriminatorio en relación con una persona o un grupo sobre la base de quiénes son o, en otras palabras,en razón de su religión, origen étnico, nacionalidad, raza, color, ascendencia,género u otro factor de identidad. En muchos casos, el discurso de odio tiene raíces en la intolerancia y el odio, o los genera y, en ciertos contextos,puede ser degradante y divisivo.

La reproducción de estos mensajes crece a gran velocidad a través del uso de redes sociales y alimentada por el fenómeno de bots. La diseminación llega a tal punto que se constituye en una violación a los derechos humanos, que muchas veces pasan dela esfera virtual a ataques directos físicos a los grupos anteriormente mencionados. 

América Latina llora sangre por el asesinato de periodistas, defensores de derechos humanos y población LGBTIQ, por poner un ejemplo de otros tantos grupos. La reproducción de discurso de odio en redes sociales, ha sido uno de los responsables. 

 

3.     Hay un tercer desafío en la reproducción de información falsa y vinculada al discurso de odio: la ausencia de regulación ante estos mecanismos de difusión. Viendo a los CEO de Facebook y Google declarar ante el Congreso delos Estados Unidos podemos constatar que estamos desengañándonos masivamente respecto a lo que ya podemos calificar como promesas incumplidas de las redes sociales. Lo que en algún momento se constituyó para la ciudadanía en una esfera de comunicación para la participación ciudadana, hoy es dominada y presa de bots  que a través de la utilización de inteligencia artificial buscan manipular la construcción de mayorías en la“opinión pública” de las redes sociales. 

Tras este conjunto de bots existen cuentas madre que reproducen contenidos que buscan específicamente atacar a ciertos grupos de la población, concretando con total impunidad campañas de difamación que buscan denigrar a grupos de la población en vulnerabilidad. Muchas veces estas informaciones son utilizadas como base para otras acciones que incluyen desde acciones judiciales (criminalización de periodistas y defensores de derechos humanos) hasta amenazas físicas (amenazas y asesinato de periodistas y líderes sociales). 

 

Este grupo es el corazón de operaciones que buscan manipular la construcción de la realidad,pero sobre todo aniquilar a todo aquel grupo que no sea funciona a los intereses de los grupos que promocionan estos ataques. Una vez más se está mimando el funcionamiento básico del modelo de la democracia. 

Este escenario es un desafío para la región.Actualmente hay una ausencia de regulaciones a nivel local e internacional sobre las noticias falsas. El uso de jurisprudencia vinculado a la difamaciones la única puerta que se puede encontrar para soluciones legales cuando las noticias falsas están afectando a los ciudadanos. 

Las iniciativas de chequeo de hechos funcionan como un mecanismo de defensa contra la desinformación y la promoción del discurso de odio. El trabajo entre periodistas, organizaciones no gubernamentales y medios puede ser una poderosa alianza para combatir contra la promoción del discurso de odio.

¿Qué hacer? Uno de los próximos pasos decisivos debería ser la desestructuración de estas redes de impunidad digital que se han constituido en la agencia de relaciones públicas de las estructuras criminales, especializadas en aniquilar a todos aquellos que piensen diferente.Para ello es necesario evidenciarlas y la academia tiene un rol a jugar en este sentido. No comprender que esto es un asunto de emergencia para nuestras frágiles democracias es hipotecar la estabilidad democrática en la región.


Sobre el autor 

Matías Ponce es Doctor en Comunicación Política por la Universidad de Santiago de Compostela, España. Master en Políticas Públicas y Gobernabilidad por la Universidad Complutense de Madrid, Master en Ciencia Política por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Tiene 15 años de experiencia profesional como consultor en comunicación estratégica en diversos países de América Latina. Profesor Visitante en varias universidades latinoamericanas. Coordinador de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Comunicación, Autor de libros Fakecracia (2020), Pepe es el Mensaje (2018), Medios de Lucha (2017), Caudillismo, e-política y teledemocracia (2013). Ha escrito más de veinte artículos sobre comunicación de gobierno, políticas de comunicación y transparencia.

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