(«[SIC]») Entrevista a Gonzalo Unamuno: El femicidio en primera persona

Los libros según sus autores. Literatura, industria editorial y actualidad en un mano a mano con escritores y escritoras argentinos.

Gonzalo Unamuno llegó puntual a la cita. Aunque está acostumbrado a dar entrevistas, tiene varios libros publicados y está en contacto con la prensa, la repercusión de Lila, su última novela, no para de sorprenderlo y parece un poco nervioso. No es para menos, la crítica la configuró como la representación de un clima de época que se inició con el #NiUnaMenos y que continúa hoy con las luchas feministas para lograr el aborto legal. “A través de sus luchas, las mujeres van a tirar abajo el patriarcado”, aseguró durante la entrevista.



Tiene 33 años y Lila, publicada por Factotum Ediciones, es su tercera novela. En 2011 publicó Acordes menores para Marion Cotillard, y en 2015 llegó Que todo se detenga, la historia de Germán Baraja, un militante defraudado, reconvertido en nihilista, al que vuelve a escribir como protagonista y narrador de Lila. Según el propio autor, Baraja es un “psicópata integrado” cuyo “plan” es arruinarle la vida a su pareja, Lila.

Unamuno investigó mucho para construir a Baraja y se nota. Fueron varios años de estudio de la psicología de este tipo de personas. Habla del tema con un marcado entusiasmo y explica cómo operan en la sociedad. “Imaginen una persona que no puede sentir genuinamente, que solo puede hacer el mal”, expresó.  

“Vivir con eso también debe ser algo monstruoso, aunque muchos de ellos sean premiados, incluso con la presidencia de Estados Unidos”, disparó, y agregó, convencido: “Es que para muchas cosas te puede terminar siendo útil, porque si vos tenés un país que vive de invadir a otros, por ahí te conviene un tipo que no tenga escrúpulos a otro que se vea totalmente conmovido por tener que tirarle una lluvia de bombas a gente inocente en Oriente Medio”.

En una charla con SIC, Gonzalo habló sobre el proceso de escritura, la intencionalidad de la obra y cómo y por qué construyó a Germán Baraja, su personaje misógino y femicida.



¿Qué opinás de las lecturas que ponen a Lila como la representación de un clima de época que se sintetiza en el #NiUnaMenos? 

Lila es una novela que cuenta la historia de un personaje —que es un psicópata integrado y a su vez es el narrador en primera persona en tiempo presente— que se decide a arruinar la vida de su pareja, que es Lila. Ella es una exactriz de 40 años que está embarazada de él y que es víctima de un plan, de una agenda programática para el mal, que es la que tienen siempre estos personajes.

Yo creo que tiene que ver con un contexto de actualidad porque Lila, en definitiva, es un personaje que se construye a través de la caracterización de los masculinos que van apareciendo y que, de una manera o de otra, son todos exponentes de una forma  de violencia sistémica y patriarcal que termina por hacer de Lila una especie de víctima no solo de su asesino, sino también de la época.

¿Crees que la literatura tiene algún tipo de rol en la deconstrucción del patriarcado?

Creo que lo que trata de reflejar la novela es la violencia a la cual es sometida la mujer desde los primeros minutos de su vida hasta cualquiera sea el desenlace.

Y eso se inscribe en esa línea porque cuando la mujer reflexiona y revé las violencias de las que fue víctima a lo largo de su vida —que esto es algo que antes no se hacía, o por lo menos no estaba tan en tema, tan a flor de piel— llegan a desenmascarar a estos personajes.

Investigaste mucho para construir este personaje. ¿Por qué un psicópata?

El psicópata es alguien que te somete a un vacío muy profundo y que tiene un interminable abanico y un interminable menú de mascaras para ir captando el pulso de la época, ir camuflándose y lograr que, justamente, suceda algo curioso: que la otra persona sea la que lo construya a él.

Él se va alimentando de eso. Cuando eso es desenmascarado, es desmantelado, descubierto, ahí es donde entran los verdaderos problemas del psicópata que, no obstante, siempre tiene que seguir psicopateando.

Es gente que se ahorra la parte emotiva. Tenemos siempre la impresión de que es alguien que nos va a ganar, es alguien imposible de vulnerar, y eso es porque se ahorra toda la cuota emocional que el común de las personas no. Al tener anulada esa parte, no puede sentir como vos, pero puede saber perfectamente cómo vos te sentís, copiar esos gestos y usarlo para la manipulación, la mentira compulsiva, todo lo que extrema este personaje, que además es un misógino, un perverso y todas las cuestiones que entran dentro del diagnóstico psicopático.

Germán Baraja es un personaje muy consciente y alerta de su misoginia. Una especie de varón deconstruido, pero que refuerza y sostiene su machismo. ¿Cuál fue la intencionalidad de esa construcción? 

Germán Baraja es un personaje que vengo trabajando hace cerca de 7 u 8 años, y es el personaje principal de mi novela anterior Que todo se detenga.

En esa novela, él se enclaustra en un departamento en el fin de semana en que tiene su recaída en la cocaína y desde ahí empieza a disparar contra todos los clichés de su época y a enunciarse a sí mismo y a enunciar todas las características de las cuales yo lo doté a este muchacho, que son el nihilismo, la falta de empatía, la drogadicción, la psicopatía, el desapego, la misoginia. Además, es un militante defraudado, alguien que es víctima de una época. Es la generación que quedó ahí tambaleante en la Historia, la que fue criada de mediados de los 90 en adelante.

¿Qué te hizo seguir escribiéndolo?

Cuando terminé esa novela, mucha gente me dijo: “Me gustó, pero creo que construiste un personaje que de alguna manera es tan inimputable que da para algo más, llevalo a una acción, sacalo a la cancha”. Entonces agarré una de las singularidades de su personalidad y dije: “Voy a extremar esta”, y esa es su misoginia.

¿Esta elección tuvo algo que ver con las luchas feministas?

La época te brinda un material y una conciencia de lo que es la violencia hacia la mujer que antes no se tenía. Además, como es un tipo (Baraja) que tiene una capacidad muy notoria para la observación, para aprehender la sintomatología de su época es que yo lo paré ahí.

Hoy te das cuenta de que incluso las formas de la misoginia están enraizadas con un tipo de violencia mucho más rígida, sistémica, amparada por un mecanismo de opresión mucho más agudo y enrevesado de lo que uno suponía.

En esa revisión que uno también empieza a hacer como hombre empieza a darse cuenta de que un montón de las formas de violencia que siempre ejerció tenían que ver estrictamente con el machismo en el cual habíamos sido criados, con formas donde el micromachismo sobrevivía de manera subliminal  en nuestros comentarios, en nuestro humor, en nuestra forma de ser, en los valores que uno resalta. Hoy está todo puesto en cuestión y es ahí donde yo quería ubicarlo a este personaje.

El que entiende esto se da cuenta de que no es una violencia como la que uno podía prever que se ejercía: la violencia física, la violencia psicológica, sino que es mucho más profunda.

¿Cómo fue el proceso de escritura? 

La primera  imagen que se me vino del libro es el cadáver de la mujer embarazada del hijo de su victimario, con este hombre orbitándole alrededor y jactándose de esa bestialidad, del crimen y de todo el plan macabro que se decide a encauzar para arruinarle la vida a la mujer.  

¿Y por qué un femicidio? 

Él ya estaba decidido a arruinar a esta mujer mucho antes de saber que la iba a matar, el hecho de que la termine matando es totalmente secundario y aleatorio. La cuestión del crimen es una cuestión que viene a posteriori, aunque es lo primero que se narra, el primer renglón de la novela.

Lila no es una novela violenta o que tenga golpes bajos. Él se decide a entablar una relación, no es que va y la espera a la salida de la casa y le pega un tiro. Él está en una relación de dos años con ella. Hacen todo lo que hace una pareja a lo largo de esos dos años y después por un factor, por un desencadenante donde ella lo desmantela, ahí es donde se produce la circunstancia del crimen. Yo no soy quien para dar diagnósticos ni estadísticas, no soy psicoanalista, soy escritor a secas pero estoy convencido de que un bajísimo porcentaje de psicópatas alguna vez mata. Lo que cuenta esta novela es el trasfondo, el razonamiento de un tipo, de un misógino, de un perverso. Cómo opera la mente de un perverso que a su vez en este caso no solo es el protagonista sino que es el narrador. Entonces uno todo el tiempo está inmerso en la forma de razonar de lo que viene a ser un psicópata tan agudo como es este personaje.

¿Qué querés decir con “psicópata integrado”?

Vos no podés ejercer ese tipo de violencia si no sos muy consciente del lugar en el que estás. No tengas ninguna duda de que estos tipos se adaptan antes incluso que cualquier otro que sí siente la necesidad del cambio, que tiene el sentimiento de deconstruirse.

Estos tipos se van a adaptar, pero sin sentir la necesidad. Lo van a hacer porque es práctico, los ayuda a permanecer más en el rol, necesitan ineludiblemente camuflarse, entonces tienen que ser muy conscientes. Por eso yo siempre resalto la palabra integrado, para deshollywoodizar  esa imagen que uno tiene de que el psicópata mata. Yo no soy quien para dar diagnósticos ni estadísticas, no soy psicoanalista, soy escritor a secas, pero estoy convencido de que un bajísimo porcentaje de psicópatas alguna vez mata. Incluso el psicópata integrado considera eso como una estupidez propia de hombres que no pueden lidiar con una realidad que los excede y se terminan condenando a pasar toda la vida en una cárcel.

En este caso, yo lo que necesitaba es que tenga un trasfondo mucho más perverso. Que me cuente cómo operan estos tipos y cómo el plan es sistemático. Hay gente que tiene un plan sistemático para arruinar vidas, conscientes de eso.        

Y eso es otra de las cosas que me atrajo de contar, no solo el material que te brinda la época, sino que me parece que el perverso no está tan narrado de esta manera, por lo menos en nuestra literatura. Sí está muy contado en las series, siempre es atractivo para un personaje para el cine, desde “La naranja mecánica” o algunos personajes de Lamborghini, no es un personaje que esté ausente pero siempre opera como un factor secundario o aleatorio y además tiene casi en la totalidad la contracara, el contrapeso de el FBI, la Justicia, la Policía, la detective valiente que lo termina encerrando. Acá no, acá triunfa el mal, si se quiere o el mal es el que termina arruinando todo porque esta gente también a la larga termina siendo víctima  de su propia falta de sentimientos.

¿Por qué elegiste el nombre de la víctima para el título? 

Lila es la protagonista, pero nace muerta. Desde la primera línea de la novela ya es un cadáver. Yo lo que quise es que ella sea contada a través de la violencia o la caracterización violenta de todos los personajes masculinos que van apareciendo en su vida.

Lila es esa víctima a la cual deliberadamente una violencia sistémica y patriarcal arruina la vida. Eso es lo que yo quiero exponer con el  título, por eso  lleva el nombre de ella porque, de alguna manera, es la multiplicidad de formas de  las cuales un sistema puede atentar contra la mujer.  

¿Te sentís parte de una generación de escritores que surgió a lo público postcrisis 2001? 

Nosotros somos la camada de escritores que nace a lo público o al acceso a la edición con la explosión de lo que son las editoriales independientes, el movimiento de lo autogestivo y esto tiene que ver con la ausencia del Estado.

Todo el fenómeno contracultural que se desprende de ese “Que se vayan todos” hasta la llegada del kirchnerismo y los primeros años que devuelven un poco la esperanza o la fe en la política. Nosotros somos esa generación, esa es nuestra formación.

Nuestra generación, un poco como fue siempre, es la de los escritores que tienen que escribir en la cola del pago fácil, desde el celular. Nadie vive de la escritura.

Estás totalmente desmitificado, sabés que ya no pones en jaque casi ninguna circunstancia y eso es muy bueno porque el no estar en un lugar rígido, del cual uno espera que el escritor tenga cierta imagen, te permite una libertad muy grande a la hora de escribir.

La imagen del escritor ya estaba totalmente abajo y, gracias a dios, es muy importante que el escritor haya sido bajado de ese pedestal porque era muy tirana esa figura y,, además la manejaban 3 o 4 tipos, que eran el canon. Hoy, si se quiere, es mucho más democrático, no sé hasta qué punto eso favorece o no la calidad literaria, aunque ya eso es otro tema.

Esa imagen de escritor se terminó, felizmente, y habla también de la democratización de toda una generación que ya por biología nos empieza a tocar el hecho de ser la voz cantante o los que tengan de alguna manera la preponderancia o el rumbo de a dónde va la cosa en estos momentos.

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