Entre el virus y la crisis

Por: Ricardo Rouvier

Entre las condiciones de la realidad que vive nuestro país, hay que destacar la negatividad de los indicadores socioeconómicos respecto de la calidad de vida, que ya venían descendiendo desde años antes de la pandemia y que ahora se han reafirmado y acelerado. Sobre ese estado de situación declinante hay que seguir encarando la lucha contra el virus, la deuda exterma y la recuperación económica y social.

Las  estadísticas condenan a nuestros jóvenes a envejecer rápidamente (las nuevas proyecciones de UNICEF alertan que en diciembre de este año, el porcentaje de niños y niñas pobres alcanzaría el 62,9% del total;  pasaría de 7 a 8,3 millones) y sentencian a los adultos mayores (casi la mitad de los 5.7 millones de jubilados y pensionados beneficiarios de la ANSeS cobran el haber mínimo de $11.528 brutos.). Hay incertidumbre sanitaria, económica y además social. También los números confirman lo paradójico o inevitable de flexibilizar la cuarentena en el peor momento. Hay una relación entre contagio y humor social que impide seguir esperando, mientras en algunos lugares del país, se mantiene o se vuelve atrás con la cuarentena.



Entretanto, en el camino, hay infectólogos, economistas y animadores varios que interpretan el incendio. Es doloroso, pero hay que decirlo, los medios de comunicación viven la fiesta del suceso. Patético. Además hay otros condicionantes en el espacio que incluyen la robustez de una deuda externa sobre las arcas casi vacías del Estado y un marco internacional y regional no propicio para mantener los sueños de hace un década. Cae el comercio internacional, aunque se supone que la demanda de alimentos se mantendrá firme. La flexibilización paradójica del aislamiento, ya que los números son cada vez más negativos, señalan la comprensión que la economía y las personas no pueden permanecer cerradas tanto tiempo. Al abrir se estimula el contagio, mientras las cajas registradoras empiezan a andar lentamente. Este tema resulta un punto central en el desencuentro entre la Provincia de Buenos Aires y CABA, que inevitablemente se convierte en político.  

La realidad hegemónica mundial se impone en la región que tiene que ocuparse del “patio de atrás” respecto del centro del complejo financiero/industrial/militar que tiene su sede en Washington. Con la rivalidad creciente de la República Popular China y más lejos de Rusia. Este es un mundo que se ocupa más de sí mismo que del socorro a otras naciones.  

No habrá Plan Marshall para nuestra región pero sí habrá más flexibilidad de parte del FMI, preocupada en que no se cumplan las profecías catastróficas sobre el capitalismo. La demanda principal es que nuestro país necesita dinero fresco para encarar la deuda, y es difícil que el organismo generosamente lo satisfaga.

El Gobierno señala la recuperación, comparada con el cero de los meses anteriores, y sigue caminando por el sendero estrecho que le dejan los factores  externos e internos. El camino angosto obliga a observar con cuidado el caminar, sin que sea esperable las acrobacias en la cuerda elevada. Tal vez, algunos que corren por izquierda al gobierno esperan que este haga un salto mortal, pero nadie asegura la evitación de romperse la crisma.

Las coaliciones muestran varias grietas, pero no hay duda que la oposición se fortalece si el Gobierno pierde sus batallas o muestran que hay un doble comando.  Los ríos de mensajes periodísticos que se ocupan del culebrón Cristina/Alberto, hablan más de lo que saben. La Vicepresidenta conduce un sector del peronismo y, por lo tanto, tiene la legitimidad  de tomar espacios. Es el Presidente el que no quiere, suponemos, institucionalizar el albertismo, aunque alguno quiere que presida el PJ, cosa que en otra época ya hubiera ocurrido.

Se abandonó el estilo que apuntaba a ser armónico con Larreta para ponerlo de nuevo con la distancia del adversario. Esto refuerza las posiciones más duras del PRO y los costados más combativos de ambas alianzas que se ven justificadas unas con otras.  

El Gobierno ha obtenido la media sanción en el Senado de la Reforma Judicial, que ha logrado poco apoyo fuera del voto disciplinado, incluyendo a la silenciosa Ministra de Justicia. Si el oficialismo ve que no logra los votos necesarios en diputados, tratará de no chocar directamente y congelará el proyecto para “más adelante”. No obstante, esto simbolizaría una derrota más importante que la de Vicentín para el Gobierno, por el significado institucional de la Reforma. Seguro podemos decir que gran parte de la sociedad, sin conocer el proyecto, sospecha que pueda haber algún, coloquialmente hablando, enjuague institucional dirigido a la impunidad. Y ya sabemos  que una creencia en una sociedad,  tiene el peso de lo real.

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