Elecciones en México: entre la continuidad o el cambio político

Por: Daniela Barbieri

País vibrante, intenso y de latente conflictividad, México se prepara para una elección presidencial que parece que no estará exenta de ninguno de estos ingredientes. El primero de julio de este año los mexicanos van a ir a las urnas para definir su futuro, en una elección que no solo es la más grande de la historia en cuanto a la magnitud de cargos en juego (presidencia, 8 gobernaciones, 500 diputados federales, 128 senadores y más de 1600 ayuntamientos); sino que además pone en jaque varias cuestiones y plantea la disyuntiva entre el cambio y la continuidad.

Hasta hoy, los cargos electivos eran por un solo periodo de seis años, pero a partir de esta elección cambia el tablero político ya que los presidentes municipales podrán ser reelegidos. Por otra parte, está en juego el sistema de poder que gobernó al país por más de 80 años: supremacía del PRI en el Gobierno, que fue interrumpida solo por el PAN en dos periodos. En esta elección, Morena —una nueva fuerza política que aglutina dirigentes de distintos espacios— es quien hasta hoy encabeza todos los sondeos de opinión pública y podría quedarse con la presidencia.

El mapa político mexicano actual tiene supremacía del PRI en los estados y presidencias municipales, seguido por el PAN y una representación menor del PRD (en esta elección en alianza con los panistas). De acuerdo con los sondeos, Morena no solo tendría chances de quedarse con el sillón de Los Pinos, sino que también podría modificar la estructura política territorial del país.

Estados mexicanos según partido político. PRI (verde)-PAN (azul)-PRD (amarillo)

Andrés Manuel López Obrador es el creador y candidato de Morena e intentará por tercera vez consecutiva llegar a la presidencia de México. Con un estilo provocador, se autodenomina como el verdadero cambio para México, apuntando contra la corrupción, y ya se muestra como ganador a cinco meses de la elección.

Por otro lado, José Antonio Meade es quien pretende mantener al PRI en el poder. El candidato del oficialismo es un técnico con experiencia de gobierno que, si bien ha demostrado una sólida formación económica, carece de la experiencia en campañas de sus adversarios y carga con una mochila que por estos días parece cada vez más pesada: un gobierno muy cuestionado por las causas de corrupción y un presidente bañado en sangre por el incremento de la violencia y de los asesinatos, que dejaría el mando siendo el jefe de Estado peor evaluado de la región. Asimismo, las internas dentro de la propia fuerza política, con críticas al candidato por no tener afiliación partidaria y no ser militante del partido, parecerían agravar aún más la situación de un PRI que no está pudiendo hacer pie en los territorios y que eso se ve reflejado en las encuestas.

Ricardo Anaya es el candidato del PAN en alianza con el PRD. Joven, buen comunicador y audaz, aunque sin demasiada experiencia de gobierno. Aspira a que la campaña real aún no ha empezado y que, en un contexto de polarización, el miedo a López Obrador por sus vínculos con Venezuela y el rechazo del electorado a Peña Nieto y transitivamente al candidato del PRI, puedan inclinar la balanza a su favor.

La foto de hoy tiene a Obrador a la cabeza de todas las encuestas por una amplia mayoría, pero sin poder perforar su techo desde hace varios meses. Meade y Anaya pelean por el segundo lugar, aunque con un estancamiento del candidato del PRI y un notorio crecimiento del PAN en el último mes. Teniendo en cuenta que las elecciones en México no tienen segunda vuelta y se ganan por solo un voto, es de esperar un escenario de polarización donde está por definirse cuál de los dos quedará en segundo lugar y peleará con Morena por llegar a la presidencia.

En este contexto, no hay que perder de vista las candidaturas independientes, que ante una elección polarizada se tornarán de mayor relevancia a la hora de disputar el electorado. Por un lado, Margarita Zavala, esposa del expresidente panista Felipe Calderón, quiere ser la primera mujer en llegar a la presidencia de México, y por otro, Jaime Rodríguez “El Bronco”, gobernador de Nueva León, está llevando a cabo una campaña con un fuerte mensaje anti partidos políticos y a favor de la movilización ciudadana independiente. El mensaje de ambos candidatos también apuesta fuertemente al cambio y, en el caso de que sus candidaturas se mantengan hasta el día de la elección, restarían votos a los partidos tradicionales.

Si bien López Obrador parece haber logrado despojarse de gran parte de las críticas que pesaban sobre él, todavía hay dudas sobre su candidatura y en muchos sectores genera temor su eventual arribo al poder por la postura que pueda tomar frente al narcotráfico y por la orientación económica de izquierda que pueda darle a su gobierno. En estos últimos días, increpó públicamente a uno de los analistas políticos más prestigiosos de México por haberlo criticado y encendió todas las alarmas. Fue duramente cuestionado y se le dedicaron columnas de opinión enteras marcando el regreso del “verdadero Obrador”. Pero podemos hacer dos lecturas sobre esta reacción: por un lado, juzgarla lisa y llanamente como tal y coincidir en que su esencia confrontativa y de poca contingencia verbal puede ser su espada de Damocles con tanto camino que aún queda por recorrer hasta el día de la elección. O bien, por otro lado, interpretar que esta jugada política puede no ser meramente una reacción y estar adelantando una estrategia contra los medios y estructuras tradicionales. No olvidemos que no hace mucho Trump utilizó permanentemente en campaña estos recursos, por lo cual fue fuertemente criticado, pero que finalmente su estrategia lo llevó a la presidencia de los Estados Unidos.

El aire de cambio en México es inocultable y el contexto político tiene similitudes con otros procesos regionales y mundiales. Un electorado cansado de la corrupción, con fuertes críticas a los partidos políticos tradicionales e insatisfecho con el funcionamiento de la democracia.

Una encuesta realizada por Pew Reserch Center en 38 países arroja resultados inquietantes, ubicando a México como uno de los países peor evaluados. Solo un 6% de los ciudadanos está satisfecho con el funcionamiento de la democracia del país, apenas un 17% confía en que el gobierno nacional haga lo correcto y más del 40% afirma que un gobierno militar sería una buena forma de gobierno.

El clima de hartazgo ciudadano atraviesa la elección pero todavía faltan muchos meses, la verdadera campaña no ha empezado y no sería bueno subestimar a la maquinaria electoral del PRI. Aunque está demostrado que con la estructura solo no alcanza y que, sin una estrategia clara, que no lo deje a Obrador como el único portavoz del cambio, será muy difícil para el oficialismo poder retener el poder esta vez y corre serios riesgos de que los colores en el mapa comiencen a cambiar.

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