El movimiento anti-cuarentena en Estados Unidos

Las protestas contra el confinamiento, pues, reflejan una larga tradición estadounidense de oposición a la intervención gubernamental sobre las libertades individuales, que estarían garantizadas por la Constitución.


A mediados de marzo, Estados Unidos comenzó a implementar la política de cuarentena “quédate en casa”, recomendada por la Organización Mundial de la Salud frente al avance pandémico del Covid-19. Si bien la aplicación de aislamiento social y del cierre de negocios fue estableciéndose en diferentes tiempos según los estados, ciudades o localidades, para el mes de abril el bloqueo fue casi total, sobre todo en lo referido a la actividad comercial. Aunque en Estados Unidos la cuarentena no es absoluta y las personas pueden salir a la calle – respetando las distancias y utilizando barbijos –, la detención de la economía se hizo evidente rápidamente, generando más de treinta millones de nuevos desempleados, cifra record desde la crisis de 1929.

Inmediatamente, una importante cantidad de sectores comenzaron a proclamarse y manifestarse en contra de esta política de confinamiento, apelando tanto a razones económicas como políticas. Si bien estas marchas fueron generándose espontáneamente a lo largo del país, hay que tener presente que el mismo Donald J. Trump desde los inicios de la pandemia se encargó de subestimar sus efectos. En tal sentido, ha apoyado explícitamente a las protestas por medio de discursos que apelan a que la población se libere de esta política “intrusiva” en las libertades individuales de los ciudadanos estadounidenses. En su cuenta personal de Tweeter, el 23 de marzo el presidente afirmó que “no podemos permitir que la cura sea peor que la enfermedad”.

Por otra parte, Trump apoyó abiertamente las manifestaciones en contra de las medidas de confinamiento al declarar que algunos gobernadores estaban llevando las medidas al extremo puesto que, en sus palabras, “nuestro país no fue construido para ser apagado”. En una serie de tweets, el 16 de abril el presidente posteó abiertamente un llamado a “Liberar Michigan”, “Liberar Minnesota” y “Liberar Virginia”, refiriéndose a tres estados que son gobernados por la oposición demócrata. En el último caso, además, Trump apeló a que los habitantes de Virginia defiendan la Segunda Enmienda. El primer mandatario afirmó, asimismo, que “esta gente ama a su país, lo que quieren es volver a trabajar”.    

Mayormente grupos conservadores y votantes de Trump han sido las personas que marcharon contra las políticas estatales de bloqueo, fundamentalmente declarando la necesidad que tienen de trabajar para poder sostener a sus familias. Muchas de estas manifestaciones fueron abiertamente convocadas por miembros y legisladores republicanos, fundamentalmente dentro del Tea Party, sector ultraconservador del partido republicano. Con slogans como “Dame libertad o dame Covid-19”, estas agrupaciones marcharon en la mayoría de las capitales estatales.

Una de las manifestaciones más importantes ocurrió en el estado de Michigan, zona con numerosos casos de coronavirus y, por lo tanto, con medidas restrictivas más rígidas. Allí el 15 de abril miles de manifestantes fueron convocados a través de Facebook por la Operación Gridlock – operatoria de la Michigan Freedom Fund y de la Michigan Conservative Coalition – , que los instó a detener el tránsito frente al Capitolio estatal durante más de ocho horas, reclamando su derecho a la libre circulación y a trabajar. En una clara campaña contra la gobernadora demócrata, Gretchen Whitmer, una de las premisas en esta y otras marchas fue oponerse a lo que los manifestantes denominaron “estado niñera”, apelando que velar por la salud de los ciudadanos obligándolos a cerrar negocios o a quedarse en sus casas no es un derecho de los gobernantes. Siguiendo esa línea, el 30 de abril la capital de Michigan (Lansing) volvió a ser epicentro del conflicto al marchar cientos de hombres armados pertenecientes a los Proud Boys – agrupación miliciana de extrema derecha – hacia el Capitolio, quienes compararon a Whitmer con Adolf Hitler, por querer imponer un totalitarismo impensado en los Estados Unidos.

Las protestas contra el confinamiento, pues, reflejan una larga tradición estadounidense de oposición a la intervención gubernamental sobre las libertades individuales, que estarían garantizadas por la Constitución. Tal como se expresó Chris Vitale, un votante de Trump de Detroit: “Estados Unidos no es el lugar más seguro del mundo, pero sí se supone que es el más libre”. Por su parte, un manifestante del estado de Washington afirmó que “el hecho de que yo esté protestando no significa que crea que los conglomerados sean una buena idea, yo sólo creo que el gobierno no tiene la autoridad de prohibirlos”.

El fenómeno es bien complejo porque, además de la necesidad de trabajar y sostener cierta estabilidad económica, lo que está en juego para estos sectores son las propias bases del sistema estadounidense, al que entienden como un exponente de la libertad. El hecho de que los gobiernos estatales hayan impuesto medidas tan restrictivas, les hace sentir que se tambalean las bases liberales del país, temiendo la fórmula por medio de la cual a mayor poder del Estado, más perdida de libertad individual. Resurge así entre ciertos sectores el fantasma de la “tiranía”, es decir el abuso del poder del Estado en pos del aplastamiento de los ciudadanos. Ciertos grupos temen que el gobierno utilice a la pandemia para imponer un mayor control estatal. Este es un temor que los sectores más conservadores, entre los que se encuentra el presidente Trump, vienen divulgando hace décadas. En Jefferson City, Missouri, una de las pancartas de protestas declaró directamente que “la tiranía se expande más rápido que el virus chino”.

Este es un fantasma que, dese la independencia estadounidense, se ha mantenido vivo entre ciertas porciones de la población que promulgan la pequeñez estatal más extrema. Entre estos sectores, por supuesto, se encuentran los más conservadores y extremistas de derecha. Bajo la bandera y el lema de “Don’t Tread On Me” (“no me pisotees”), los mismos rechazan toda autoridad estatal que pueda llegar a poner en peligro a la Constitución y a las libertades individuales.

El ex-juez Andrew Napolitano, actualmente analista político de la cadena Fox News, ha sido durante toda su carrera un referente constitucionalista. En las última semanas se ha dedicado a defender la postura que considera a la cuarentena un acto inconstitucional que los gobernadores no pueden sostener sin el apoyo legislativo. Por eso mismo, realizó un explícito llamado a que la ciudadanía se resista a estas medidas e imponga su voluntad abriendo los negocios y haciendo una vida normal. Napolitano ha expresado que es necesario defender las enmiendas constitucionales ya que las mismas fueron establecidas para limitar el poder del Estado. Defendiendo esta postura ha declarado que “necesitamos resistir la tiranía para poder ser libres”, debido a que “hoy en día estamos siendo gobernados por hombres y mujeres peligrosos… nos han quitado nuestra habilidad de tomar decisiones personales y han utilizado la fuerza para logran la complacencia”.    

En este contexto, la crisis del coronavirus y el confinamiento ha sido una situación excepcional ideal para traer a colación discusiones más complejas como la cuestión de la  tenencia de armas. La misma está garantizada por la Segunda Enmienda y avala el derecho de los ciudadanos a armarse en defensa de sus derechos en caso de que los mismos se vean aplastados por el gobierno. En las últimas décadas muchas personas se han sentido amenazadas ante los intentos gubernamentales de limitar y/o regular este derecho. Han crecido, en consecuencia, las milicias armadas que dicen defender este derecho constitucional. En el sitio web mymilitia.com están agrupadas cientos de estas organizaciones que comparten activamente noticias y foros al mismo tiempo que convocan a los ciudadanos estadounidenses a conformar las suyas propias para combatir los avances estatales. Es notorio que muchas de ellas no tienen más de dos o tres miembros.

Así, las manifestaciones contra la cuarentena fueron aprovechadas por numerosas milicias armadas y también por grupos supremacistas blancos, que desplegaron todo el simbolismo racista confederado e incluso neonazi que están acostumbrados a utilizar a la hora de oponerse a las políticas estaduales y federales. El tema del racismo, pues, es otro factor presente en estas marchas ya que los sectores opositores al confinamiento suelen compartir (aunque no siempre y en todos los casos, hay que ser justos) esta ideología anti-gubernamental acompañada de un radical antisemitismo y discriminación contra las personas no-blancas. Esto se debe a que entre los sectores de derecha más extremistas, la explicación de la pérdida de valores estadounidenses radica en que el gobierno ha sido infiltrado por una conspiración sionista internacional que busca imponer el totalitarismo a nivel global. Dicha conspiración sería llevada a cabo, según esta ideología, por los políticos y los servicios de inteligencia quienes, en este contexto, estarían utilizando al virus para imponer un mayor control estatal sobre las personas.

Algunos sectores más radicales, incluso, consideran que la pandemia será utilizada políticamente para imponer una vacuna que sea nociva para la salud y poder comenzar, así, a implementar políticas de disminución de población. Uno de los principales referentes mediáticos de esta tendencia es Alex Jones, un periodista independiente de Texas que desde su canal Info Wars ha sido un referente de teorías conspirativas de todo tipo además de un ferviente opositor del gobierno federal, del control de armas, de los derechos LGBT y del aborto. Si bien no es un racista explícito, a veces el límite es poco claro en estas ideologías, donde todo se mezcla y todo se reduce a la presencia de conspiraciones de diferente índole. Como medida de reacción contra la cuarentena, Jones ha participado en las protestas de Austin gritando por la libertad de Texas con un megáfono desde su camión de Info Wars.  

Puede observarse la existencia de un fenómeno de interlocución entre el conservadurismo político y el extremismo de derecha. Si bien el racismo y el antisemitismo es el gran divisor que separa a ambas corrientes, ambas son herederas de una tradición que se remonta hasta los orígenes del país y que está simbolizada por la figura de Thomas Jefferson, defensor de las libertades individuales, de establecer un gobierno pequeño y promulgador de la Declaración de Derechos que constituyó las primeras diez enmiendas constitucionales establecidas en 1791. Por eso mismo, alentando la resistencia y las manifestaciones ciudadanas, el juez Napolitano ha declarado el 13 de mayo, citando a Jefferson, que “el gobierno sólo respeta la libertad si teme perder su poder. Hoy en día, la relación entre la gente y el gobierno es el poder”.

El conservadurismo estadounidense ya sea que pertenezca a los sectores sociales y políticos oficiales o a los extremistas más radicales, ha sido y sigue siendo un modelo persistente para explicar y enfrentar las crisis sociales, económicas, culturales y políticas que atraviesa el país. Auto-identificándose con el concepto de “Libertad”, un conjunto de la población en Estados Unidos está dispuesta a cualquier sacrificio – incluso sanitario – en pos de sostener dicha libertad, al menos en apariencia. Ciertos sectores políticos, como el Tea Party, aprovechan la situación de crisis para movilizar estas ideologías y a estas personas en pos de seguir teniendo el poder estatal: ese que sus votantes tanto temen.


Sobre la autora

Ana Bochicchio es Doctora en Historia (UBA).

Diarios Argentinos