El laboratorio saharaui
ENTREVISTA. El conflicto por el Sahara Occidental ha históricamente mostrado todos los defectos del sistema internacional: colonialismo, pactos espurios, multilateralismo que no funciona, presiones diplomáticas. El retorno a las armas en noviembre, y la decisión de Trump de reconocer la soberanía marroquí sobre los territorios en disputa, precipitó la situación en pocas semanas.
Imagen: © FAROUK BATICHE / AFP
El 21 de octubre de 2020 unas cincuenta personas con las caras tapadas por pañuelos negros, con decenas de neumáticos y palos cortaron la ruta nacional nº1, conocida también como Carretera Transmarroquí que une el puerto de Tánger con el puesto fronterizo de Guerguerat, sobre la frontera de Mauritania. En pocas horas, centenares de camiones que transportan fruta y verdura marroquí hacia los mercados que se encuentran al sur del Desierto del Sahara, y aquellos cargados de pescado mauritano que viajan hacia el norte para llegar a los puertos españoles, comenzaron a acumularse en largas colas en un sentido y en el otro. Estos piqueteros del desierto no tenían ninguna intención de irse rápido. Eran saharauis, el pueblo que vive desde hace siglos en esta zona occidental del Sahara, acostumbrados a condiciones que para muchos otros serían totalmente inhóspitas. Se habían preparado para quedarse por lo menos hasta el 30 de octubre, día en que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debía extender la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (Minurso). Cada seis meses, desde hace 29 años, la ONU renueva su mandato aunque jamás haya cumplido con su principal objetivo: organizar la consulta sobre la soberanía del Sahara Occidental prevista desde 1991.
Cada reunión en Nueva York sobre la Minurso renueva el tibio interés internacional sobre el reclamo saharaui. Los cincuenta encapuchados que bloquean la ruta que une Guerguerat con la frontera mauritana lo sabían, y querían que los ojos del mundo se paren nuevamente en ese trozo de desierto. Como ya pasó en otros tiempos. Esa zona de la frontera había sido declarada como una Franja de Amortiguación desmilitarizada en el acuerdo militar firmado entre Marruecos y el Frente Popular por la Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro (Polisario), el movimiento de liberación del Sahara Occidental. El gobierno marroquí había tensado la relación con los saharaui en 2001, cuando abrió ese paso fronterizo para el intercambio comercial con Mauritania. Luego en 2016 fue aún más allá, asfaltando la carretera. El Frente Polisario se declaró en alerta máxima, hubo movilización de tropas y a comienzo de 2017 se evitó una nueva guerra por la intervención del secretario de la ONU, Antonio Guterres. Pero los saharaui consideran ese paso una violación a los acuerdos de paz y un ejemplo de la condescendencia con que la Minurso trata al gobierno marroquí.
El bloqueo en Guerguerat se extendió mucho más de lo previsto. El 13 de noviembre Marruecos decidió usar la fuerza para desalojar a los civiles que mantenían el piquete. El Frente Polisario interpretó esta decisión como una violación al alto al fuego de 1991, y declaró el reanudamiento de la guerra. Mohamed Alí Alí Salem, embajador en misión de la República Árabe Saharaui Democrática en América Latina y el Caribe, lo dice sin duda alguna: “esta segunda guerra de liberación, provocada por Marruecos al hacer una brecha ilegal, y luego echar a unos manifestantes pacíficos, no va a parar hasta que los saharauis logren recuperar el resto de sus territorios ocupados por Marruecos, y que Marruecos se retire definitivamente de nuestra tierra”.
La larga espera
El conflicto en torno al Sahara Occidental lleva siglos. España obtuvo esos territorios en la repartija que las potencias europeas hicieron del continente africano durante la Conferencia de Berlín en 1885. Su colonización efectiva se hizo muchos años después, y cuando Marruecos logró la independencia y miraba a expandirse hacia el sur, Madrid consolidó su presencia para evitar la pérdida de la colonia. En 1967 las Naciones Unidas comenzaron a pedir que el Sahara Occidental fuera incluido en los territorios en proceso de descolonización, y allí comenzaron las luchas de los saharaui para lograr la independencia. “En 1970 un movimiento pacífico, el Movimiento por la Liberación del Sahara Occidental, organizó una manifestación pacífica para llegar a un entendimiento con la sociedad española, no reivindicando la independencia exactamente sino lo que se llamaba independencia interna, una especie de autonomía, que llevara de la mano de España en unos 15 años a lograr la independencia”, nos cuenta Mohamed Alí Alí Salem, poeta y escritor que ha recibido numerosos premios, profesor en los campamentos de refugiados saharauis, que en los años '90 se sumó a la rama diplomática del Frente Polisario. “Esto se reclamaba en 1970. Los dirigentes de ese movimiento han sido muy clarividentes. Para 1985 España ya estaba en la Unión Europea, no tenía razón de ser el hecho de tener una colonia. Pero la España franquista respondió a sangre y fuego con mucha represión. Murieron más de 100 personas y hubo cientos de detenidos. Al líder del movimiento se lo hizo desaparecer. A partir de ahí los saharaui han tenido conciencia de que era imposible llegar a un acuerdo con las autoridades franquistas por la vía pacífica, y es lo que llevó a que se forme el Frente Polisario en 1973 y se proclame la lucha armada como vía para lograr la libertad y la independencia”.
Los años de la guerra en el Sahara Occidental debilitaron mucho la posición española, en un momento histórico en que la posesión de colonias en África ya no aseguraban más el prestigio internacional, sino todo lo contrario. En 1975, cuando Madrid ya había empezado su lenta retirada, el Rey de Marruecos Hassan II lanzó la llamada “Marcha Verde”, con la cual centenares de miles de marroquíes se instalaron en el Sahara para presionar el deteriorado régimen franquista a ceder ese territorio a la corona magrebí. Cosa que efectivamente sucedió con el Acuerdo Tripartito firmado en Madrid una semana antes de la muerte de Franco, el 14 de noviembre de 1975, con el cual España cedió el territorio del Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania.
“Eso llevó a un éxodo masivo”, recuerda Alí Alí Salem que por esos años debió abandonar sus estudios por los acontecimientos que vivía su tierra, para reanudarlos años más tarde en España. “Alrededor de 200.000 saharauis emprendieron el éxodo y se instalaron en los campamentos en la frontera entre el Sahara Occidental y Argelia. El resto del territorio ha sido bombardeado con napalm y fósforo por la aviación marroquí. Ahora, si los saharaui son marroquíes, ¿porque su aviación los bombardeó con napalm y fósforo que están prohibidos internacionalmente? Marruecos lo que quiere es una tierra sin pueblo. Quiere los recursos del Sahara Occidental. Y aunque ellos lo consideren, nosotros no somos marroquíes”.
Tras la salida de España, en febrero de 1976 el Frente Polisario proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). “Fue, y es aún, una organización precaria”, nos explica Alí Alí Salem, “con una política de autosuficiencia en pequeñas huertas, en pequeños talleres para confeccionar telas y ropa, y a la vez se hizo la guerra contra los dos ocupantes. Hoy hay ciudades de carpas y lonas organizadas como si fuesen ayuntamientos que viven de la ayuda humanitaria. Y esa es la paradoja. Un país riquísimo, con unos recursos inmensos, el fosfato, la pesca, el uranio, el oro el diamante, el petróleo, pero casi la mitad de su población vive en campamentos de refugiados en otro país, gracias a la ayuda humanitaria”.
La guerra se prolongó hasta 1991, cuando se firmó un alto al fuego con la intervención de la ONU y la creación de la Minurso. El referéndum sobre la independencia del Sahara Occidental debía celebrarse de allí a pocos meses, pero jamás sucedió. “Creo que más de 29 años de espera en un proceso de paz para celebrar un referéndum que la ONU tenía comprometido para dentro de seis meses, es una prueba más que evidente de que el pueblo saharaui es un pueblo más que pacífico, que quiere la paz y es capaz de dar todo por la paz. Pero si no es posible lograrla por la vía pacífica habrá que luchar. Porque el pueblo saharaui está legitimado a defender su tierra, su territorio, a luchar por su libertad y no parar hasta lograrla”.
Un laboratorio internacional
“Para las Relaciones Internacionales, la cuestión del Sahara Occidental es un laboratorio donde se pueden encontrar una gran cantidad de variables”, explica Luz Mateo, secretaria de la Cátedra Libre de Estudios sobre el Sahara Occidental de la Universidad Nacional de La Plata, y del departamento de África en el Instituto de Relaciones Internacionales de la UNLP. La cátedra es única en el mundo, y hace un estudio y un seguimiento de lo que sucede en el Sahara Occidental desde la perspectiva del derecho internacional. “Desde el derecho internacional lo más importante es que se realice el referéndum” explica Mateo. “De allí que el pueblo saharaui haga lo que desee, eso es autodeterminación. Que el pueblo en un referéndum libre, justo y transparente elija si quiere un plan de autonomía, si quiere pertenecer a la potencia ocupante, o si quiere independizarse. Desde el derecho internacional eso es lo que corresponde”.
Marruecos se niega rotundamente a la realización del referéndum de autodeterminación. Una vez más, una cuestión internacional se dirime más bien por el peso de un estado y su capacidad de construcción de poder y alianzas, que por su resolución a través de lo que dictan los acuerdos y los tratados. Mientras los saharauis de Guerguerat montaban su piquete en la ruta fronteriza, el gobierno marroquí lograba que un país de peso en toda la región de Oriente Medio como Arabia Saudita aceptara abrir un consulado en El Aaiún, considerada capital de la RASD, acompañando de hecho la narrativa de Rabat sobre la soberanía de ese territorio. En enero ya habían hecho lo mismo Gambia, República Centroafricana, Guinea y Santo Tomé y Príncipe; y mientras Marruecos se preparaba para desalojar la carretera Nacional N1, también anunciaron su decisión en ese sentido Burkina Faso, Guinea Bissau, Zambia y Guinea Ecuatorial. El reconocimiento proclamado por Donald Trump el 10 de diciembre pasado es el moño con que Marruecos corona su estrategia basada en el recurso a la diplomacia bilateral y el poderío por encima de las resoluciones multilaterales. Washington abrirá inclusive una sede diplomática en Dajla, en el sur del Sahara Occidental, una forma de repagar la decisión de Marruecos de reconocer al Estado de Israel. “La posición de Trump no modifica el status jurídico del Territorio No Autónomo del Sáhara Occidental”, aclara Mateo. “Hay un referéndum de autodeterminación pendiente y esa es la única y verdadera salida justa y legal al conflicto. La comunidad internacional hace ya 75 años que ha dejado atrás el modelo en el que los 'dueños del mundo' imponían su voluntad. Se debe cumplir con el derecho internacional lo que, en este caso, significa concretar el referéndum donde el pueblo saharaui exprese su voluntad, como sucedió en Timor Oriental y en tantos otros Estados hoy independientes”.
Según la profesora y abogada de la UNLP, el caso del Sahara Occidental también es un laboratorio para poder examinar desde la perspectiva del derecho internacional la cuestión Malvinas. “Hay dos principios en tensión: por un lado la integridad territorial, y por el otro la autodeterminación de los pueblos. En el caso Malvinas no hay tensión, porque los habitantes de Malvinas no son un pueblo, sino que son descendientes de una población implantada. Es más, nosotros tenemos mucha similitud con la situación del pueblo saharaui. Hay militarización de la zona por parte de una potencia ocupante, población implantada, y los recursos naturales están siendo explotados por el ocupante. Y entre otras cuestiones en común, una de las más importantes es el reclamo regional generalizado: América Latina en pleno apoya la soberanía argentina sobre Malvinas, y la Unión Africana como tal está reclamando la descolonización del Sahara Occidental”.
Sin embargo, el estado argentino ha mantenido siempre una posición distante frente a la cuestión del Sahara Occidental. Argentina es uno de los países que no han reconocido a la República Árabe Saharaui Democrática. El hecho de que se trate de un territorio incluido dentro de la lista de los territorios no autónomos sobre los cuales trabaja el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, al igual que las Islas Malvinas, llevó los distintos gobiernos de la historia reciente de nuestro país a priorizar la labor en el organismo multilateral sin expresarse abiertamente acerca de la ex colonia española.
“Yo lo de ex colonia lo pondría entre comillas”, apunta de inmediato Mateo. “Porque España sigue siendo la potencia administradora de iure. España se fue del Sahara Occidental de manera ilegal. Porque los acuerdos tripartitos de Madrid fueron ilegales. Fue cuando el Rey Juan Carlos se retira de la zona y firma con Marruecos y con Mauritania para darle la administración. Eso no se vio nunca. Además esos acuerdos no fueron publicados en el boletín oficial español en su totalidad. España sigue siendo la potencia administradora de iure. Hay un error, que inclusive repiten algunas autoridades de la Unión Europea, que dicen que hay una potencia administradora de facto -Marruecos ndr-, pero esa categoría no existe en el derecho internacional”.
Aquí hay paz
Tawfiq Slimani es periodista marroquí, trabaja en el periódico Akhbar al Yaoum, cuya traducción sería Noticias al Día. Es un apasionado de la literatura y la cultura argentina. Escribió su tesis de licenciatura sobre la obra de Ernesto Sábato, y espera que se termine pronto la pandemia para tener posibilidad de rumbear hacia Buenos Aires. “Hay una gran diferencia entre la causa de Malvinas y la cuestión del Sahara marroquí”, explica. “Si queremos comparar la causa Malvinas podemos hacerlo con las dos ciudades marroquíes ocupadas por España, Ceuta y Melilla”, las dos ciudades autónomas españolas que se encuentran en territorio africano y que son objeto de una histórica disputa entre Marruecos y España. Y no son las únicas. En el verano de 2002 los dos países estuvieron al borde de una guerra por la presencia militar marroquí en la Isla de Perejil, un islote de rocas a 250 metros de las costas norte de Marruecos y que España reclama como propio. La guerra se evitó tras el acuerdo de que ningún país podría emplazar allí sus tropas, y el estatus del islote de 400 metros de largo sigue siendo aún nebuloso. Para Slimani en todo caso ese tipo de conflictos nada tienen que ver con la cuestión del Sahara. “Cuando hablamos del Sahara hablamos de un territorio marroquí”, sentencia. “En general estamos hablando de una sola cultura, que es la cultura marroquí. Pero en todo Marruecos, y no solamente en el Sahara, hay subculturas que conviven de manera muy armónica. Hasta los saharauis mismos dicen que estamos viviendo en paz, somos compatriotas y conciudadanos. Yo he viajado a Dajla, a Esmara a El Aaiún y uno no se siente de otro lugar. Sí hay acentos, como los hay en Argentina o en Chile, pero hay una muy buena convivencia. Hay una pequeña parte, muy politizada, que lleva este discurso separatista. Pero esta pequeña parte no significa nada en el balance general de los saharauis. No representa nada al fin y al cabo”.
Para la posición marroquí de hecho lo que sucede en el Sahara Occidental es un problema de seguridad interna. Según Slimani forma parte del debate público, pero en una medida mucho menor de la que pensaríamos desde otras latitudes. “Las noticias relacionadas con el Polisario, sus comunicados, sus declaraciones, las tratamos con mucha normalidad en la prensa marroquí. Para nosotros no es un complejo. Tratamos estos asuntos con mucha libertad, y no es un problema” asegura. Inclusive ante la reciente ruptura del alto al fuego, según Slimani, la sensación en la opinión pública es de total normalidad. “Hay unos comunicados del Frente Polisario que hablan de cosas raras, que no están en la realidad. En el terreno pasa otra cosa y todo el mundo lo sabe. Dicen que hay unos disparos y combates pero ¿adónde están? Hoy hay satélites, medios que están trabajando en el Sahara, y no han transmitido nada. Hoy en día podemos grabar con un teléfono lo que sucede en las zonas más lejanas del mundo, en islas y montañas, y acá estamos hablando de grandes ciudades, y no hay quien nos grabe la guerra. En el terreno hay paz, hay desarrollo económico. Los marroquíes están pensando en como mejorar, como solucionar el problema, como llegar a determinados acuerdos, como desarrollar nuestros territorios del sur y hacer avances importantes en lo económico, social y cultural, sobre todo en las grandes ciudades como Dajla y El Aaiún”.
Como era de esperar, la visión del Frente Polisario es diametralmente opuesta. “Hay más colonos en el Sahara ocupado por Marruecos que saharauis. Y los saharauis son ciudadanos de tercera clase en su propia tierra. No hay convivencia”, afirma sin rodeos Alí Alí Salem. “Los colonos son la fuerza paramilitar que utiliza el régimen ocupante marroquí para reprimir a los saharauis ante cualquier manifestación pacífica o cualquier atisbo de reivindicación o de apoyo al Frente Polisario. Muchas veces, además del ejército y la policía los saharauis son reprimidos por los propios colonos. Y los colonos hacen de espías. Hoy el Coronavirus está extendido en la parte ocupada. Marruecos se ha encargado de traerlo, creo que deliberadamente, y no está haciendo nada para salvaguardar la vida de los saharauis. Tenemos casos de muchas personas que han fallecidos por coronavirus, en un momento en que los campamentos de refugiados en los territorios liberados eso no sucede”.
Jaimas hechas con melfas
La profesora Luz Mateo acaba de publicar su libro, Decires nómadas. La lucha del pueblo saharaui por derribar el muro del silencio, en el cual reconstruye historias y prácticas del pueblo saharaui. Un rol muy importante en esa historia tiene que ver con la mujeres saharauis. “La mujer saharaui es de cultura nómada”, empieza a explicar Mateo. “Antes de la colonización y la respectiva sedentarización, los hombres se iban con el ganado, y ellas quedaban a cargo de todo. Luego comenzó la sedentarización tras del Congreso de Berlín entre noviembre de 1884 y febrero de 1885, como ha sucedido en toda África. La vida comenzó entonces a ser como la conocemos al estilo occidental. Pero cuando estalló la guerra en 1975, empezó el éxodo hacia el desierto argelino. Mientras la mayoría de los hombres estaba en el frente de batalla, fueron las mujeres las que construyeron los campamentos de refugiados. Con sus propias Melfas, los vestidos de las mujeres, construyeron las tiendas. Después vinieron las carpas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), y las jaimas. Pero las primeras eran hechas con las melfas de las mujeres saharaui. Y de allí fueron haciendo de a poco toda la organización política, administrativa, educativa y hasta sanitaria de los campamentos. Cuando los hombres regresaron, se encontraron con una sociedad organizada. De ahí la importancia de la mujer saharaui”. Organizaciones de mujeres de todo el mundo acompañan el ejemplo de las mujeres saharaui. Madres de Plaza de Mayo línea fundadora ha estado con ellas y generó lazos de hermandad con las Madres de los 15, asociación creada por las madres de quince jóvenes saharauis desaparecidos mientras intentaban emigrar tras la Intifada de 2005. “Esto no quiere decir que no exista el patriarcado”, aclara Mateo. “Sí es un régimen de patriarcado. Pero donde las mujeres tienen un protagonismo muy grande. Están en la vida política, en el frente de batalla, en todos los lados. De hecho la Unión Nacional de Mujeres Saharauis es parte de la directiva del Frente Polisario”.
La cuestión de los símbolos y de la cultura saharaui es también clave en este conflicto. Alí Alí Salem sostiene que una de las formas que asume la represión en los territorios en disputa tiene que ver justamente con reducir al mínimo los rasgos identitarios del pueblo saharaui. “La Jaima, que es nuestra carpa de lona, el hábitat natural de los beduinos, está prohibida en la parte ocupada del Sahara desde 2010. Y la Jaima forma parte de la vida de los saharaui. Aunque vivamos en ciudades, nosotros necesitamos una Jaima. Porque en el fondo somos un pueblo del desierto, y el habitat en el desierto ha sido siempre la Jaima. Es decir que de alguna manera, ser saharaui, intentar mostrar la mínima señal de identidad, hace que en Marruecos sea percibido negativamente”.
Los conflictos en el conflicto
El que comenzó el pasado 13 de noviembre es quizás el recrudecimiento más grave de los enfrentamientos desde la instauración de los acuerdos de paz de 1991. Aunque no han faltado ocasiones para fuertes protestas, confrontaciones y represión. “El de 2010 ha sido álgido”, recuerda Alí Alí Salem. “Estuvimos a punto de volver a las armas como ahora. En 2010 cuando desmantelaron a sangre y fuego el campamento de Agdaym Izik, que es una zona que está a 18 kilómetros de la ciudad de El Aaiún, la capital ocupada por Marruecos. Ahí el 10 de octubre los Saharauis comenzamos a montar un campamento pacífico reivindicando nuestros derechos sociales, económicos y políticos. Había más de 20.000 personas ahí. Eso fue lo que dio comienzo a lo que luego se llamó la Primavera Árabe. La Primavera Árabe empezó en el Sahara Occidental, con los saharaui reivindicando la autodeterminación y la independencia a 18 kilómetros de El Aaiún, con un campamento de 20.000 personas, bien organizado y pacíficamente. Al cabo de un mes hicieron coincidir el desalojo, con toda la represión y donde ha habido muchos heridos y detenidos, con el inicio de una de las rondas de negociación entre el Frente Polisario y Marruecos. Para intentar reventar la negociación. Fue otro momento álgido donde estuvimos a punto de volver a las armas”.
La Minurso es la única misión de la ONU en el mundo que carece del mandato para supervisar el respeto de los derechos humanos en los territorios donde se despliega. Organizaciones internacionales como Amnesty International denuncian arrestos arbitrarios, censura y amenazas a periodistas, torturas y represión por parte de las autoridades marroquíes en los territorios en disputa. Rabat en estos 29 años ha hecho un trabajo diplomático muy fino para morigerar los efectos que el despliegue de la Minurso podía llegar a tener en lo que considera sus provincias del sur. Desde 2001 ninguna resolución de la ONU volvió a exigir explícitamente la celebración del referéndum de autodeterminación, y muchos ya olvidaron que ese era el objetivo fundamental de la misión internacional que hasta lo lleva en su nombre. En 2006 la ONU instó las partes a presentar sus propuestas para la resolución del conflicto. Allí el rey Mohamed VI, que había asumido el trono siete años antes, explicitó los términos de la autonomía que Marruecos está dispuesto a conceder a los saharaui: Rabat mantendría el control de las decisiones acerca de relaciones exteriores, cuestiones religiosas, constitucionales, la seguridad nacional, y el poder judicial. Y el Polisario mantuvo su exigencia sobre la celebración del referéndum de autodeterminación.
La posición marroquí se ha ido consolidando con el tiempo, especialmente gracias a su labor diplomática. Además de las representaciones extranjeras en territorios del Sahara Occidental, Rabat cuenta con el apoyo determinante de Francia (miembro permanente del Consejo de Seguridad) y Arabia Saudita en los foros internacionales. En 2019 el Parlamento Europeo aprobó un acuerdo de pesca que incluye las aguas frente a las costas saharauis, reconociendo así implÍcitamente la capacidad de Marruecos de disponer de ellas. Otro ejemplo del lento trabajo diplomático de la monarquía marroquí fue su regreso, en 2017, a la Organización de la Unión Africana, que el rey Hassan II había abandonado en 1984 por ser el único organismo internacional que reconoció oficialmente entre sus miembros a la República Árabe Saharaui Democrática. En la ONU, el Frente Polisario es reconocido como legítimo representante del pueblo saharaui.
“Yo creo que el Frente Polisario ha perdido lo que decía tener, que es la supuesta legitimidad histórica y militancia”, nos explica Tawfiq Slimani, una visión que hace tiempo se ha abierto el paso en Marruecos. “Han aparecido unas organizaciones paralelas, que están dispuestas a dialogar con Marruecos y quieren trabajar dentro de esta autonomía amplia que propone Marruecos. El Frente Polisario está agonizando, consumado también por sus últimas acciones, que son puro fogueo para captar la atención internacional. Pero está dando frutos contrarios. La gran muestra de la agonía del Frente Polisario se encuentra en la reciente proclamación del reconocimiento de la soberanía marroquí sobre sus territorios del sur por parte de Donald Trump”.
La declaración de la Casa Blanca obligó al secretario general de Naciones Unidas a volver sobre la cuestión Saharaui en los últimos días. El Frente Polisario había instado la Minurso a abandonar el Sahara Occidental tras el incidente de Guerguerat el 13 de noviembre. Guterres aseguró que la posición de la ONU ante el conflicto “no ha variado”, y que el camino hacia su resolución se encuentra en los marcos establecidos por el Consejo de Seguridad, que sin embargo cada día son menos efectivas.
Derribar los muros
En 1980, en plena guerra, el gobierno marroquí comenzó la construcción de un muro de seguridad a lo largo de toda la frontera del Sahara Occidental. La obra concluyó seis años después, y aún hoy encierra a los refugiados saharaui y las ciudades bajo control marroquí. Son 2720 kilómetros de muro en medio del desierto que para Marruecos representan una fortificación de seguridad contra los ataques del Polisario y para la comunidad internacional un inmenso obstáculo para la resolución del conflicto. Fue a través de ese muro que Marruecos fue lentamente abriendo la brecha que permitió en 2002 prolongar la ruta Nacional N1 más allá del puesto militar de Guerguerat hasta la frontera con Mauritania. Luego vinieron los enfrentamientos de 2016 por la colocación del asfalto, a pesar de que no estuviese prevista ninguna brecha ni carretera en los acuerdos de paz de 1991. Y en 2020 el desalojo del piquete contra esa iniciativa marroquí precipitó la situación.
“Los saharaui dicen que hay dos muros”, cuenta la profesora Mateo. “Hay uno que es un poco más conocido, que es el de 2720 kilómetros, con minas antipersona, 60 veces el Muro de Berlín, el segundo muro más grande de la tierra después de la Muralla China y el más grande muro militar activo. Y está el otro, que es el muro del silencio. La censura, el desinterés de la comunidad internacional por este tema es sorprendente. Ahí está la disputa simbólica, que es la más grande que tienen todavía”.
Desde la perspectiva marroquí, la visión es claramente distinta. “Yo creo que Marruecos ya ha hecho muchas concesiones”, concluye Tawfiq Slimani. “Creo que ya no se puede dar mas. La única propuesta viable, y que tiene toda la credibilidad de los demás estados y del Consejo de Seguridad en Naciones Unidas es la autonomía amplia que ha propuesto Marruecos en 2008. Es una alternativa viable para terminar este conflicto que tiene ya 45 años de vida. Creo que es momento de solucionarlo”.
Pero la situación actual está lejos de encaminarse hacia una solución. El Frente Polisario dio por terminado el alto al fuego y se declaró nuevamente en guerra. Los EEUU alimentaron el fuego con un reconocimiento de soberanía que ya ha sido rechazado por una parte de la comunidad internacional. Pero también sirvió de ejemplo para que otros países piensen en hacer lo mismo. El del Sahara Occidental es un conflicto donde se desnuda en su versión más descarada la actualidad de un sistema internacional injusto, y muchas veces incapaz de ver y resolver las inequidades que genera. A veces, un ejemplo de lo que se debe evitar, especialmente cuando las decisiones tomadas recaen sobre la piel de millones de personas.
Comentarios