El Estado Desarrollista Escondido y la Pandemia

OPINION. El concepto del estado desarrollista merece una reflexión, más ahora que las crisis recurrentes en las economías capitalistas avanzadas, particularmente en Estados Unidos, han traído de vuelta la discusión sobre los limites del neoliberalismo


El concepto del estado desarrollista merece una reflexión, más ahora que las crisis recurrentes en las economías capitalistas avanzadas, particularmente en Estados Unidos, han traído de vuelta la discusión sobre los limites del neoliberalismo. Hace una década la crisis financiera impulsó una revalorización de la política fiscal, y se habló de un retorno del maestro, por las ideas de John Maynard Keynes. La pandemia ha traído la discusión sobre la necesidad de planificación al centro de las discusiones sobre política económica. Tres décadas después de la caída del muro de Berlín, y del colapso Soviético, la historia se ha vengado, y ha dado señales de seguir viva.

El concepto del estado desarrollista normalmente se relaciona con las experiencias asiáticas de la posguerra, de Japón a China, incluyendo particularmente a Corea del Sur, usando como punto de partida el trabajo de Chalmers Johnson, y sus varios seguidores, Alice Amsden, Ha-Joon Chang, Peter Evans, y Robert Wade, para citar los más relevantes que tienen a Friedrich List como precursor. Pero la lógica del estado desarrollista esta relacionada, como notan Stephen Cohen y Brad De Long, en su libro Concrete Economics: The Hamilton Approach to Economic Growth and Policy, a la experiencia de Estados Unidos, y las ideas de Alexander Hamilton, que fue la inspiración de List, y uno podría ir más allá y decir que el caso inglés es el original, una vez que en última instancia era la inspiración del propio Hamilton en su famoso Informe sobre las Manufacturas.

Parece razonable suponer que lo que John Brewer llamó el Estado Fiscal-Militar inglés es en última instancia el estado desarrollista original. Y esta centrado en la capacidad de endeudarse más o menos sin limite sin peligro real de default. O sea, para tener un estado desarrollista se requiere ser hegemónico o próximo y asociado al país hegemónico. El aumento de los gastos militares, el tamaño de la marina de guerra, y la complejidad burocrática, que obligaron a un mayor crecimiento del aparato del estado, y a una acumulación de deuda pública por encima de 260 del producto–administrada por el Banco de Inglaterra, el agente fiscal del tesoro–son las marcas del estado desarrollista inglés. La historiadora Priya Satia, en el reciente libro Empire of Guns: The Violent Making of the Industrial Revolution, discute como las políticas de compra del estado inglés, particularmente en lo militar, fueron centrales para la Revolución Industrial.

Estados Unidos, al contrario del mito sobre el libre mercado, siempre tuvo al estado desarrollista como el principal impulsor del crecimiento. No solo el estado desarrollista fue central en el propio país, pero además el estado desarrollista asiático fue posible por lo que los economistas brasileños Carlos Medeiros y Franklin Serrano llamaron, siguiendo un concepto de Immanuel Wallerstein, el desarrollo por invitación. Por ejemplo, Daniel Immerwahr relata, en su libro How to Hide and Empire: A History of the Greater United States, como las compras del gobierno estadounidense fueron centrales para el desarrollo de Toyota, la célebre empresa del ‘just in time’ y el Toyotismo que se sobrepuso al Fordismo estadounidense. Toyota estaba quebrada a la víspera de la guerra de Corea, y lo que la salvó fueron las compras del Pentágono. Les transferían la tecnología y les garantizaban demanda, y además en el contexto más general del desarrollo japonés, Estados Unidos les levantó la restricción externa.

Estados Unidos no solo escondió un Imperio, como dice Immerwahr, pero además mantiene a su estado desarrollista en las sombras, o escondido, para usar la expresión del sociólogo Fred Block. La razón es justamente la contradicción de la ideología neoliberal, en ascendencia desde los años 70, de un lado, y las necesidades de promover política industrial y garantizar el predominio de las corporaciones estadounidenses a nivel global. Esa necesidad de apoyar a las corporaciones nacionales quedó más evidente con la guerra comercial impulsada por el saliente presidente Donald Trump, en medio al choque de capitalismos, como lo ha llamado Branko Milanovic al enfrentamiento hegemónico entre el capitalismo liberal-meritocrático estadounidense y el capitalismo político chino, siguiendo un término de Max Weber.

La pandemia ha exacerbado esa necesidad y expandido el margen de acción del estado para promover el desarrollo, particularmente en el área de la salud, como yo había notado hace algunos mesesEstados Unidos gastó alrededor de 18 mil millones de dólares para la investigación y producción de una vacuna para el COVID-19, en la llamada operación Warp Speed. En particular, la segunda vacuna desarrollada por Moderna, que parece ser por lo menos por ahora bastante eficaz en la prevención a la enfermedad causada por el coronavirus, demuestra la importancia del estado desarrollista escondido. La empresa recibió aproximadamente mil millones de dólares del National Institute of Health para la investigación, más allá de lo que recibirá para producirla en grandes cantidades.

La lección para los países periféricos es clara, no hay desarrollo, sin estado, y la burguesía nacional solo busca acumular creciendo si el estado nacional promueve el crecimiento. Sino la alternativa es la especulación financiera de las élites rentistas y parasitarias. Este no es el momento de promover un presupuesto moderado, con promesas de menores déficits fiscales, para calmar a los mercados. O los gobiernos buscan salidas para la crisis que permitan construir un proyecto nacional de desarrollo, o estaremos condenados a eternos ciclos de endeudamiento externo y crisis.


Sobre el autor

Matías Vernengo es Profesor de la Universidad de Bucknell, Pensilvania, Estados Unidos.



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