El duro testimonio de la hija de otro represor: "No lo perdono"

Luego de las confesiones de la hija de Miguel Etchecolatz, Erika Lederer, cuyo padre fue segundo jefe de la maternidad clandestina de Campo de Mayo, se propuso "reunir a los hijos de los genocidas" y, además, contó su historia.

Luego del revelador testimonio de la hija de Miguel Etchecolatz, Erika Lederer, cuyo padre fue segundo jefe de la maternidad clandestina de Campo de Mayo, se propuso "reunir a los hijos de los genocidas que jamás avalaron sus delitos" y, además, contó su historia. "No lo perdono", sentenció.

Ricardo Lederer participó de la apropiación de bebés en la maternidad clandestina de Campo de Mayo. En la causa que pesa sobre él consta que "en ese centro clandestino también fueron detenidas-desaparecidas decenas de mujeres embarazadas".

A su vez, Erika señaló que "también estuvo involucrado en los vuelos de la muerte" cuando tiraban detenidos-desaparecidos al Río de la Plata, y se sumó a los "carapintadas".

El capitán Lederer vivió en libertad hasta que decidió terminar con su vida. Se disparó un tiro en la boca a pocas horas de haberse difundido la restitución de identidad del nieto recuperado 106, Pablo Javier Gaona Miranda —en agosto de 2012—.  Lo hizo cuando se supo que, con su firma, había avalado la identidad falsa con la que había sido entregado a sus apropiadores, con un mes de vida, luego de un operativo en el que habían secuestrado a sus padres biológicos, María Rosa Miranda y Ricardo Gaona Paiva.

Al ser consultada por Télam sobre la relación con su padre, Erika afirmó: "No lo perdono, no sé si lo odio. También me preguntaron si lo quería, pero no me hago esa pregunta. No tuve odio, tuve tristeza porque quise que cambiara".

"Mi papá estaba loco, de hecho le decían 'El loco'. Mi viejo era bipolar y muy violento, sobre todo conmigo porque siempre lo interpelé, era la oveja negra de la familia. Su violencia dependía del día a día y yo lo detectaba mirándolo a los ojos. Podía ser extremadamente feroz y de golpe muy cariñoso", señaló la joven.

"No pensé en cambiarme el apellido, pero además decidí hacerme cargo de la mierda que me tocó. En una época me daba vergüenza decirlo, nos constituimos a partir de la subjetividad; y desde ahí podemos construir otra cosa. Por eso es que me consideran una traidora, un hecho que hasta hoy tiene efectos en mi vida", remarcó.

Por otra parte, Erika cuenta cómo se enteró a qué se dedicaba su papá: "Alrededor de tercer grado, 8 años, recuerdo que apareció una nota en Página/12 en la que mi papá defendió a Camps, de quien era íntimo amigo e iba a visitar a la cárcel hasta que se murió. En ese momento empezaron a decirme que no hablara de esas cosas en el colegio y no entendía por qué. Esto me sembró una duda de las buenas y me dio mucha vergüenza. Recuerdo que, al mismo tiempo, dejé de creer en Papá Noel. Pero mi viejo, que tenía un sadismo especial, ya había trabajado como forense de la Policía Bonaerense. Recuerdo que comíamos con fotos de muertos sobre la mesa".

Luego de la marcha contra la decisión de la Corte, en la convocatoria contra el 2x1, Erika publicó en su Facebook: "Pienso en voz alta: los hijos de genocidas que no avalamos jamás sus delitos, esos que gritamos en sus caras la palabra asesino y Memoria, Verdad y Justicia, por pocos que seamos, podríamos juntarnos, para aportar datos que hagan a la construcción de la memoria colectiva". 

"Aún con la panza revuelta por los recuerdos y los ojos con ganas de seguir llorando, se me cruzó esa idea por la cabeza y el corazón. Juntarnos para hilvanar la historia, para producir dato, dejar testimonio y ayudar a que se sepa. Me ofrecí a gestarlo y a darle forma casi como una necesidad".

"La expectativa es que se vaya sumando gente para generar relatos de estas historias que dejaron huella. Y para eso hay una página de Facebook en la que vamos encontrándonos. Se llama Historias Desobedientes y con Faltas de Ortografía (https://www.facebook.com/historiasdesobedientes/)", concluyó.


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