El conmovedor relato de la hija de Etchecolatz

Mariana, que cambió su apellido para no llevar el del represor, estuvo el miércoles en Plaza de Mayo marchando para que su padre no obtenga el beneficio del 2x1. "Hay que tener la memoria despierta", dijo.

Mariana D. decidió cambiar su apellido en noviembre 2014, cuando le pidió formalmente al Estado argentino dejar de cargar con la mochila de estar relacionada con su padre, el represor Miguel Etchecolatz. Mariana estuvo el miércoles en Plaza de Mayo. Marchó para que su padre, al que dejó de reconocer como tal hace años, no obtenga también el beneficio del 2x1 que la Corte Suprema le otorgó a Luis Muiña.

"Lo de la marcha fue conmovedor. Hay que tener la memoria despierta. Me siento acompañada porque somos millones", contó Mariana a la revista Anfibia tras la masiva movilización, que reunió a medio millón de personas solo en el centro porteño.

Mariana, su madre y sus hermanos convivieron desde siempre con la monstruosidad de Etchecolatz, uno de los asesinos más perversos de la dictadura. "Portar un apellido así es como que te obliga a sostener lo que hizo, y eso no se lo permito más. Aparte, nunca existió un vínculo real con él. Me produjo inconmensurables angustias, huellas de traumas infantiles, a eso se le suma lo que todos nos fuimos enterando sobre su rol criminal en el terrorismo de Estado. Fue la encarnación del mal en todos los ámbitos", recordó.

Por eso, cuando recibió el DNI con su nuevo apellido sintió calma. "Perdí el miedo y adquirí la madurez necesaria", dijo. No solo ella, también su familia: "Todos nos liberamos de Etchecolatz después de que cayó preso por primera vez, allá por 1984. Vivíamos en Brasil porque era jefe de seguridad de los Bunge y Born, y regresó pensando que era un trámite, como si la Justicia no le llegara a los talones. Al principio lo visitábamos, pero después mi madre, María Cristina, pudo decirle en la cara que íbamos a dejar de verlo". 

Mariana destaca el rol que tuvo su madre en la lucha familiar por despegarse del genocida: "Ella siempre nos protegió de ese monstruo, si no hubiera sido por su amor, no podríamos haber hecho una vida. Y mis hermanos J.M. y F.M. se fueron a vivir lejos de Buenos Aires, cada uno hizo su familia, ahora somos muy unidos". 

"Etchecolatz hizo todo lo que un padre no hace. Era un ser invisible, que usaba la violencia y no se le podía decir nada. Aparentaba tener una familia, pero nos tenía asco y era encantador con los de afuera. Vivíamos arrastrados por él, mudanzas todo el tiempo, sin lazos, sin amigos, sin pertenencias. Una realidad cercenada. Nos cagó la vida. Pero nos pudimos reconstruir", relató.

"Al monstruo -así lo llama, cuando no lo hace por su apellido, pero nunca le dice 'papá'- lo conocimos desde chicos, no es que fue un papá dulce y luego se convirtió. Vivimos muchos años conociendo el horror. Su sola presencia infundía terror. Ya en la adolescencia duplicado, el de adentro y el de afuera. Por eso es que nosotros también fuimos víctimas. Ser la hija de este genocida me puso muchas trabas".

El texto que envió en noviembre de 2014 a un juzgado de familia para desprenderse de la carga del apellido resume su historia: "Debiendo verme confrontada en mi historia casi constantemente y no por propia elección al linde y al deslinde que  diferentes personas, con ideas contrarias o no a su accionar horroroso y siniestro pudieran hacer sobre mi persona, como si fuese yo un apéndice de mi padre, y no un sujeto único, autónomo e irrepetible, descentrándome de mi verdadera posición, que es palmariamente contraria a la de ese progenitor y sus acciones (…) Permanentemente cuestionada y habiendo sufrido innumerables dificultades a causa de acarrear el apellido que solicito sea suprimido, resulta su historia repugnante a la suscripta, sinónimo de horror, vergüenza y dolor. No hay ni ha habido nada que nos una, y he decidido con esta solicitud ponerle punto final al gran peso que para mí significa arrastrar un apellido teñido de sangre y horror, ajeno a la constitución de mi persona. Pero además de lo expuesto, mi ideología y mis conductas fueron y son absoluta y decididamente opuestas a las suyas, no existiendo el más mínimo grado de coincidencia con el susodicho. Porque nada emparenta mi ser a este genocida".

Diarios Argentinos