El Backlash anti-feminista: de la Hoguera al Trolling

OPINIÓN- A lo largo de la historia se han utilizado diferentes mecanismos para controlar los comportamientos disruptivos. Si hablamos del movimiento feminista en particular, podemos observar un fuerte rechazo, comentarios particularmente agresivos y violentos por parte de algunos sectores. Este fenómeno, que se evidencia en los grupos más fundamentalistas de la sociedad patriarcal, no es más que un intento de amedrentar la lucha en pos de la igualdad de derechos y en contra de los privilegios innatos de algunos pocos. Este mecanismo de control tiene un nombre, se llama Backlash.

El término Backlash fue utilizado por primera vez por la periodista y escritora estadounidense Susan Faudi, en 1991 y podría ser traducido como “reacción” o “contragolpe”. Cuando hablamos de backlash nos referimos a un término que es utilizado para denominar el rechazo de un gran grupo de personas a algo/alguien de mucha popularidad, o que su éxito haya crecido de manera exponencial en un corto tiempo. Generalmente se observa este fenómeno en torno a causas políticas y sociales.

 

En este caso, el movimiento feminista no es algo nuevo, sabemos que lleva unos cuantos siglos y cada ola ha intentado ser silenciada y desestimada mediante diferentes mecanismos. Pero en la historia más reciente se han conquistado una serie de derechos y libertades que han hecho que se convierta en ‘EL’ tema de agenda de los últimos años. Y como siempre, todo lo que haga tambalear el viejo -y no tan querido- patriarcado genera nerviosismos, que suele devenir -acompañado de la falta de argumentos- en respuestas violentas y absolutistas a las que, quienes deciden no callar, se encuentran expuestos.

A lo largo de la historia, hemos sido testigos de los distintos mecanismos de silenciamiento que ha utilizado la sociedad patriarcal para sostener su status quo. Cada etapa ha tenido su propia modalidad de backlash, según el contexto y los actores que han participado en él. En algún momento fue la hoguera o la guillotina, luego, más “evolucionados” optamos por la  condena y aislamiento social y hoy contamos con el modernísimo y -para nada sutil-  trolleo.

El término troll, es utilizado para referirse a una criatura de la mitología nórdica, similar a un ogro, de características malignas o diabólicas y altamente destructivo. En el idioma inglés es, también, un verbo que puede traducirse a nuestro idioma como la acción de pescar con caña. Este vocablo a lo largo de las últimas décadas, comenzó a implementarse para referirse a aquellas personas que realizan esta prácticas de “tirar un anzuelo” pero por redes sociales, con la distancia social que implica escudarse detrás de una pantalla, con el fin de provocar o generar un potencial malestar en terceros. En nuestra sociedad, cumplen también un rol de distraer o desviar la atención, mediante bromas, insultos o fake news de los temas de agenda.

En el caso particular de los trolls anti-feministas, se pueden enumerar diversos ejemplos que sufren quienes deciden expresar estas ideas abiertamente, quienes son caras visibles del movimiento o simplemente quienes por encontrarse en situaciones de poder o distintas a las esperadas por el patriarcado, genera nervisismo en los varones-cis-blancos aferrados a sus privilegios que tienen adosados por su propia existencia. Estas voces, tienen por objetivo deslegitimar el movimiento, ridiculizarlo, silenciarlo. Todos hemos leído o escuchado frases como quienes participan del movimiento feminista son todas “Gordas”, “lesbianas que odian a los hombres”, “feminazis” y muchas otras frases que no hacen más que replicar la violencia machista. Seguramente, todos los alguna vez que decidimos expresar nuestras ideas en público o por el simple hecho de tener el pañuelo verde en la mochila, en la muñeca o en nuestros posteos hemos sido juzgados con alguna de estas frases.

Y no nos engañemos, estos trolls no son un par de loquitos o algún que otro caso aislado. Es una gran parte de la sociedad. Es un vecino, un compañero de trabajo, un tío, un primo, un amigo. Padres de familia, hijos ejemplares del patriarcado, que replican una y otra vez estas ideas, poniendo en funcionamiento toda la aparatología represiva y aferrándose a conservar las cosas tal y como están. 

El trolling, buscan poner en funcionamiento la teoría de Elisabet Noelle-Neumann, del “espiral del silencio”, en la que la opinión pública va condicionando a las personas, quienes adaptan sus ideas, opiniones o conductas a las predominantes en su contexto social/político, para no sentirse expuestas ante la mirada de la mayoría. Esta conducta, según la autora, tiene su origen en nuestro natural temor al aislamiento que podría generar expresar opiniones percibidas como no aceptadas o controversiales. Es por ello, que muchas veces, realizamos una suerte de sondeo antes de expresar lo que realmente pensamos en determinadas situaciones. Es posible, que en reuniones sociales, ámbitos laborales, escolares o universitarios e incluso en redes sociales, elijamos el silencio para no vernos expuestos a polémicas y sentirnos fuera de la “manada”.

Todos los cambios socio-culturales generan, por lógica, resistencia en los sectores que ven afectados sus privilegios. En este caso hay dos grupos bien marcados que dirimen su lucha tanto en el terreno material como en el simbólico y en el medio de estos dos existe una gran cantidad de personas, que no terminan de identificarse con ninguno de estos dos sectores. En definitiva, lo que se busca con estas prácticas de backlash, en todas sus formas y en todos los momentos de la historia, no es solamente atacar a quienes ya están activamente participando en alguno de estos dos grupos, sino también desmotivar y amedrentar a aquellos potenciales participantes.

Este mecanismo lo que se busca es perpetrar los privilegios masculinos, especialmente de hombres-cis-blancos que se encuentran aferrados a la sociedad patriarcal y no estas dispuestos a renunciar a sus comodidades en pos de la igualdad de derechos. El backlash anti-feminista no es expresar una opinión, inocente, no es estar en contra ideológicamente de una causa, es machismo, es violencia y es el intento desesperado del patriarcado de seguir sosteniendo sus privilegios.


Sobre la autora

María Victoria Pucci es Licenciada en Comunicación Social y Docente Universitaria


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