El adoctrinamiento invisible de la ortodoxia económica

OPINION. ¿Qué significa el concepto de adoctrinamiento y en qué sentido hay (o no) adoctrinamientos en la circulación de ideas económicas?


A raíz de las horrendas expresiones de la ministra de educación de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, respecto al adoctrinamiento político que los y las docentes de la ciudad ejercen sobre su alumnado y la muy poco feliz referencia a la formación escolar de la propia ministra en un colegio dirigido por un criminal nazi, vale preguntarnos qué significa el concepto de adoctrinamiento y en qué sentido hay (o no) adoctrinamientos en la circulación de ideas económicas.


Empecemos por el principio: ¿a qué se refiere la ministra cuando denuncia adoctrinamiento? Básicamente, a que los docentes aprovechan la jerarquía propia de las aulas para comunicarle a sus estudiantes ideas y contenidos que no refieren estrictamente a los objetivos educativos dispuestos sino a sus intereses políticos. Los docentes saben que están adoctrinando, al punto que comunican como verdades elementos que ellos mismos reconocen como parte de un relato político. Según el criterio de la ministra, compartido por gran parte de la dirigencia y la intelectualidad políticas que la respaldan, docente que adoctrina no solo miente, sino que sabe que está mintiendo. Sabe que le está diciendo cosas a sus estudiantes que son falsas, pero que sirven para el objetivo político deseado. En este esquema, los alumnos son entendidos como meros objetos pasivos cuyas cabezas pueden ser rellenadas a placer del docente adoctrinador.

Si bien el eje de las declaraciones de la ministra está puesto en los contenidos propiamente políticos y coyunturales (docentes que critiquen al gobierno de la ciudad, a la propia ministra o que eleven en sus clases los reclamos sindicales de su gremio), la denuncia por adoctrinamiento y, principalmente, la convocatoria a padres y madres a participar de la vigilancia a lo que dicen los docentes es muy similar a la que propone el movimiento “Con mis hijos no te metas”, que se ha expandido por América Latina en rechazo a la educación sexual integral. Según esta consigna, los sistemas educativos quieren adoctrinar a los niños con información falsa respecto a la identidad de género, las orientaciones sexuales, el conocimiento sobre el propio cuerpo, el respeto y la tolerancia por el cuerpo de los demás, etc. De nuevo, quienes promueven estas ideas serían conscientes de su falsedad, pero avanzan por conveniencia política, cuando no por meros intereses económicos espurios -en las versiones más disparatadas siempre aparecen Planned Parenthood, George Soros o Bill Gates-. En los hechos, así se termina promoviendo el encubrimiento de acosos y abusos sexuales intrafamiliares.

Tanto en el sentido que propone Acuña como en el de la oposición a la educación sexual se incurre en falacias profundas respecto al rol de las ideas. Ya mencionamos dos elementos: que los estudiantes son recipientes vacíos y que los docentes adoctrinadores son conscientes de que están adoctrinando y no enseñando. Ambas participan, en realidad, de una falacia mayor: que las personas adultas y bien educadas saben lo que saben y son absolutamente conscientes de la verdad y la mentira cuando dicen cosas. Más aun: todos los adultos educados estamos de acuerdo respecto a qué es verdad y qué es mentira, pero a algunos, los corruptos, les conviene que se difundan como verdades para los demás lo que saben que es mentira, mientras otros, los nobles, encarnan una lucha moral por la separación entre verdad y mentira. Así, el recurso del adoctrinamiento se asemeja al que los mismos sectores repiten respecto al clientelismo: reemplacemos a niños por personas pobres y sin educación y llegaremos de nuevo a la división del mundo entre quienes saben y quienes no y a su vez, dentro de quienes saben, entre quienes le dicen la verdad a quienes no saben y quienes les mienten.

Por supuesto, quienes sostienen esto siempre se sitúan del lado de los que saben y dicen la verdad. Si alguien piensa distinto es mentiroso o ignorante. La distinción entre quienes mienten y quienes dicen la verdad no interesa tanto como la otra: en la unidireccionalidad del principio de adoctrinamiento es que se fundan sus falacias. Al respecto, no nos interpela tanto la crítica habitual referida a que los supuestos ignorantes no son tales y entonces no es tan sencillo adoctrinarlos, pues ofrecerán resistencia, sino la otra, menos habitual, respecto a que los supuestos conocedores en realidad no son tales, y entonces lo difícil del adoctrinamiento no es la resistencia de los sujetos a adoctrinar sino la propia imposibilidad de configurar un discurso permanentemente consciente de sus propias mentiras. ¿Cómo puedo ser consciente de mis mentiras si ni siquiera lo soy de las verdades que reproduzco todos los días? Una de las principales enseñanzas del análisis del discurso social, pero que ya estaba presente en la sociología del siglo XIX, es que los sentidos circulan socialmente más allá de las consciencias individuales. O, dicho de otro modo, no somos conscientes de todo lo que hacemos, sabemos y decimos, y en esa falta de consciencia radica la reproducibilidad de los conceptos. Como retrataba Molière en “El burgués gentilhombre” hace exactamente 350 años:  “¡Más de cuarenta años que hablo en prosa sin saberlo!”.

Llegó el momento de hablar de economía. ¿Existe el adoctrinamiento en economía, tal como sostienen algunos exponentes del terraplanismo local? Es decir, ¿las facultades de economía de las universidades públicas -por caso, la Universidad de Buenos Aires- son centros de adoctrinamiento marxista / keynesiano / socialista -adjetivos entendidos aquí como equivalentes-, tal como afirman algunos economistas con fuerte presencia mediática? ¿Participan las universidades públicas, al igual que organismos públicos de ciencia y tecnología como el CONICET, de un plan sistemático de propaganda mentirosa sostenida a partir de la coerción que el Estado ejerce sobre la ciudadanía libre? Más allá de que un disparate semejante solo se le puede ocurrir a alguien que no solo desconozca los planes de estudio de las facultades de ciencias económicas de nuestro país sino que también reproduzca y eleve la dicotomía entre iluminados e ignorantes al ámbito universitario, donde los estudiantes son adultos, la pregunta puede ser interesante a la hora de preguntarnos por la formación en economía, no solo la que atravesamos quienes somos economistas sino la que nos trasciende.

La mayoría de los planes de estudio de economía en el país tiene una estructura donde el cuerpo principal de conocimientos no es ni marxista ni keynesiano sino neoclásico. En la mayoría de los casos -y en esto la UBA es una excepción parcial, principalmente por la gran cantidad de cursos por materia, lo que permite una pluralidad no sustitutiva- se enseñan los paradigmas neoclásicos por default, sin demasiados cuestionamientos al respecto. En general, los conocimientos propios de la ortodoxia se expresan, producen y reproducen sin siquiera mencionarse controversias o discusiones con corrientes alternativas o heterodoxas. Es como si estas no existieran. Esto ha sido mostrado durante los últimos quince años en el marco de la Sociedad de Economía Crítica , pero también a nivel internacional en foros como Rethinking Economics, International Student Initiative for Pluralism in Economics (ISIPE), Sociedad de Economía Política y Pensamiento Crítico de América Latina (SEPLA), Young Scholars Initiative del Institute for New Economic Thinking (YSI-INET), entre otros.

La naturalización de la economía neoclásica como la única corriente de pensamiento válida y, por ende, merecedora de ser enseñada en las universidades, no tiene nada que ver con la idea de adoctrinamiento que se esgrime, por ejemplo, en las palabras de la ministra Acuña. Si así fuera, las autoridades departamentales y los docentes serían no solo conscientes de la pluralidad de miradas -lo que, de hecho, muchas veces sucede- sino que, aun conociendo las limitaciones de la teoría neoclásica, sus errores y sus cuestionamientos, decidirían omitir toda la biblioteca del pensamiento no ortodoxo para proteger la primacía del marginalismo. Invito a los lectores a que hagan el mismo ejercicio en sus áreas de expertiz: ¿es posible un adoctrinamiento exitoso en estos términos en un mundo en el que lo que no escasea son fuentes de información?, ¿es posible adoctrinar ocultando adrede?
Por supuesto que no. El único adoctrinamiento posible -si es que ese término tiene alguna validez- es el invisible, pero no solo para los adoctrinados -lo cual es obvio, pues si no se desnudaría el plan- sino para los adoctrinadores. Es decir, la única manera de reproducir un contenido parcial y que se imponga sobre otros contenidos en disputa es si quienes están encargados de reproducirlo participan del consenso al respecto, ya sea ignorando la existencia de miradas alternativas o efectivamente creyendo en la superioridad de las perspectivas dominantes. Es decir, el único adoctrinamiento posible es aquel en el que quien supuestamente adoctrina no está mintiendo, y por ende quien adoctrina en realidad también está siendo adoctrinado.

En economía, la supremacía neoclásica -que se expresa en que esta corriente sea hegemónica en la mayoría de los planes de estudio y en que solo ella esté admitida en las revistas académicas con mayores índices de impacto, pero también en que sus premisas se reproduzcan permanentemente en los medios masivos de comunicación, al punto de ser repetidas como verdades objetivas- se explica por su adecuación, no carente de conflictos, con las lógicas imperantes del capitalismo, y no por las intenciones engañosas de algunos. Es decir, esta supremacía neoclásica es estructural, no voluntarista. No depende del ejercicio conspirativo de quienes ocupan posiciones de poder en las academias, sino de la adecuación de los saberes con las relaciones de poder. Al contrario de lo que sostiene la máxima habitual, entre saber y poder la variable dependiente es la primera, no la segunda.

¿Eso quiere decir que si queremos cambiar la forma en que se enseñan, se piensan, se difunden y se hacen circular las ideas económicas no nos queda otra que disputar el poder? Claramente sí, pero esto no debe ser entendido como algo excepcional: donde hay poder, hay resistencia. Y uno de los principales aportes de las resistencias es el de visibilizar el poder. Si ese es el caso en las escuelas donde la ministra Acuña pide que se ejerza vigilancia policial por parte de las familias, bienvenido sea. Quiere decir que, en realidad, lo que está sucediendo es que se están disputando ciertos sentidos comunes y ciertos significados asentados. Y si es el caso en la formación de economistas o en la enseñanza de economía en general, también. Nunca puede ser negativo poner en discusión verdades establecidas, pues lo que nunca puede ser negativo es reconocer el contenido político de los saberes, que siempre, mal que le pese a algunos, son políticos.


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