Deuda externa: por qué existe y por qué es la causa de las crisis

OPINIÓN. Un problema de larga data que afecta a toda América Latina.


Un problema de larga data que afecta a toda América Latina


Nota aclaratoria: Los lectores podrán comprender la totalidad de esta nota sin prestar atención a tablas y gráficos. Presentamos material estadístico sólo como soporte e ilustración de las afirmaciones del texto.


La sociedad argentina se encuentra transitando la enésima crisis de endeudamiento externo de su historia desde el infausto préstamo Baring de 1824. Estas crisis no son una patología nacional; responden a un patrón cíclico sistemático que afecta a un gran número de países de América Latina y otras regiones periféricas desde el siglo XIX y que ha sido ampliamente documentado. Períodos de aceleración del movimiento de capitales desde el centro a la periferia terminan en dramáticas crisis cuando se frenan y revierten. La fase de reversión más reciente se inició en América Latina en 2011 y está aún en pleno desarrollo (gráfico).



El interés por discutir sobre el endeudamiento externo sería mucho menor si no fuera porque en la experiencia histórica, los períodos de aceleración del endeudamiento externo no conducen a saltos ascendentes de la productividad, el progreso técnico y el cambio estructural sino, a la larga, a dramáticos colapsos de las condiciones económicas, sociales y políticas. El análisis de la crisis conduce necesariamente al del endeudamiento que la precedió.


El problema cambiario argentino. Antes del 30

La economía argentina ingresó en una dinámica de ciclos de endeudamiento y crisis a partir de los años 1860s y fue acumulando un pasivo creciente hasta la crisis de los 1930s. El panorama cambiario de ese período fue descrito así; el país debía mantener un superávit comercial para cubrir parte de las divisas requeridas para pagar intereses y permitir la remisión de utilidades de las empresas extranjeras; el resto, cuando era posible, se cubría con nuevo endeudamiento (Prebisch; 1944, p 329). Dicho de un modo simple; el endeudamiento e inversiones del exterior generaban pagos de intereses y ganancias de empresas extranjeras que eran girados en divisas anualmente al exterior. Como el superávit comercial no alcanzaba, eran necesarios nuevos créditos e inversiones para cubrir esa nueva demanda de divisas.

La “necesidad” de créditos (y nuevas inversiones) extranjeros en un año se originaba en la entrada de capitales que había tenido lugar en el período anterior y que no había alcanzado a cubrirse con el superávit comercial.

Una opinión economicista (superficial) afirmaría que en el carácter inestable de estas dos fuentes de divisas residía la fuente originaria de la crisis cambiaria. Pero esta apreciación es unilateral; si la disminución del ingreso de capitales y exportaciones conduce a devaluaciones y crisis es porque los gobiernos consideran los pagos de rentas generadas por el capital extranjero como inamovibles e impostergables (“rígidos”, escribe Prebisch). Este factor no pertenece a la esfera de la economía sino a la de los sectores sociales dominantes, sus intereses y sus estrategias políticas. Ninguna fuerza económica impide al gobierno preservar las divisas requeridas por la estabilidad económica y el crecimiento, interrumpiendo los pagos por rentas. Lo normal es lo contrario; en tiempos de escasez de divisas las rentas del capital extranjero y la búsqueda de cobertura cambiaria (fuga de capitales) tienen prioridad sobre el empleo y los salarios domésticos. Los controles y restricciones a los movimientos de rentas y capital son un último recurso y su imposición no es nunca un sustituto sino un complemento de las políticas de ajuste interno.


El extraño mundo económico de la postguerra

La balanza de pagos argentina se modificó en los primeros años de postguerra. Por un lado, el comercio resultó deficitario (desde fines de los 40s hasta principios de los 60s). Por el otro, los movimientos de capital privado se redujeron sustancialmente, así como los pagos por rentas. El problema cambiario adquiría un nuevo aspecto; no eran intereses de deuda externa lo que había que cubrir sino exceso de importaciones. Y no abundaba el capital extranjero para cerrar la brecha. Nació así la idea del estrangulamiento o restricción externa al crecimiento económico, por la insuficiencia de las exportaciones para suplir las divisas necesarias para importar. Se atribuía la restricción externa a una estructura productiva que exportaba poco e importaba mucho; el capital extranjero perdía en esta explicación de la dinámica cambiaria la centralidad que había tenido en Prebisch y, hasta cierto punto, los datos avalaban esta nueva visión.

Pero el mercado mundial de mercancías y capitales se fue restableciendo en la postguerra de modo que la balanza de pagos de Argentina volvió a mostrar el patrón de comportamiento típico de los años previos a la crisis del 30; el superávit comercial retornó a principios de los años 60s al mismo tiempo que las rentas de la inversión recuperaron la fuerte gravitación que habían tenido en el pasado.

En el plano de las ideas era necesaria una revisión de los planteos más recientes. La tesis de una restricción externa originada en una insuficiencia exportadora había perdido entidad al desaparecer las exóticas condiciones mundiales de la inmediata postguerra; era momento de recuperar los viejos textos de Prebisch sobre el ciclo argentino.


El problema cambiario argentino y los economistas. Un caso de “desaprendizaje”

Entonces, ocurrió un hecho inesperado. En lugar de un retorno a Prebisch, muchísimos economistas siguen sosteniendo la tesis de la restricción externa e insisten en que el núcleo del problema cambiario argentino reside en la insuficiencia de su comercio exterior. Por supuesto, existe en esta insistencia algo de confusión y desconocimiento. Pero no está ausente la manipulación deliberada. El actual ministro, por ejemplo, suele afirmar que es necesario aumentar las exportaciones, pero evita aclarar que el superávit comercial obtenido no será aplicado a producir un salto histórico en el equipamiento industrial, el sistema de salud pública, las universidades, etc. sino a cubrir al menos parte de los pantagruélicos vencimientos de deuda externa que enfrenta el país.


Rentas generadas por el capital extranjero y salida de capitales privados; las dos causas del endeudamiento externo latinoamericano

Que las rentas del capital extranjero y no el comercio exterior son la causa principal de los problemas cambiarios argentinos lo muestran lo datos. De los últimos 120 años la cuenta corriente fue deficitaria en 80 años (tabla 1). En cuatro quintas partes (80%) de ese tiempo en desequilibrio el principal problema fueron las rentas de la inversión. O bien porque el comercio fue superavitario (49%) o bien porque su déficit fue menor al de las mencionadas rentas (31%).


Tabla 1. Cuenta corriente, Argentina, 1901-2020. Número de años y porcentajes

Número de años

%

Cuenta corriente con saldo positivo

40


Cuenta corriente con saldo negativo, de los cuales;

80

100

  • con superávit de Bienes y Servicios

39

49

  • con déficit de Bienes y Servicios, de los cuales (1);

41

51

  • menos de 25% del déficit de Cta Cte

12

15

  • 25-49% del déficit de Cta Cte

13

16

  • más de 50% del déficit de Cta Cte (2)

16

20

Total

120


(1) En 16 de estos 41 años, la balanza de bienes fue positiva. (2) 9 años del período 1949/61, 5 años del período 1992/98 y los años 1975 y 1980. Fuentes. Elaboración propia en base a Ferreres (2019) hasta 2018, actualizado a 2020 en base a Indec.


Los años en que el déficit comercial fue el problema central fueron pocos y se concentran en períodos específicos (nota 2 en la tabla); son la excepción y no la regla.

Si agregamos los datos de los últimos 120 años vemos una cuenta corriente “histórica” como la que describió Prebisch (Tabla 2); con 2,1% del PBI de ingresos por superávit del comercio de bienes alcanzarían para cubrir egresos por 0,9% por servicios reales y transferencias y aún quedaría un superávit de 1,2%. La causa del desequilibrio de la cuenta corriente es el gasto por rentas de la inversión por un promedio anual de 2,1% del PBI.


Tabla 2. Cuenta corriente, Argentina, 1901-2020. En % del PBI

Ingresos = balance de bienes

2,1

Egresos

-2,9

     Balance de servicios reales

-0,8

     Balance de rentas de la inversión (1)

-2,1

     Transferencias Corrientes (2)

-0,1

Saldo de la cuenta corriente

-0,9

(1) En 1915/34 incluye todas las transacciones de la Cta Cte no relacionadas con bienes y servicios. (2) Hasta 1950 las rentas de la inversión incluyen las transferencias corrientes que también eran negativas. Fuentes. Elaboración propia en base a Ferreres (2019) hasta 2018, actualizado a 2020 en base a Indec


El falso argumento de que el problema de la balanza de pagos reside en el comercio exterior suele ser aplicado también, sistemáticamente, al conjunto de las economías latinoamericanas. Los siguientes datos (tabla 3) muestran la balanza de pagos de las 16 economías más grandes de la región durante los últimos 30 años. En el panel superior aparecen 7 países cuya balanza comercial acumulada en el período fue superavitaria. Su única preocupación en la cuenta corriente es cubrir la salida de divisas ocasionada por las rentas de la inversión con las divisas obtenidas por dicho superávit comercial más las remesas de emigrados. Como muestra la última columna, la mayoría de los países no lo consigue; la cuenta corriente es deficitaria y para cubrirla deben atraer capitales y endeudarse en el exterior.


Tabla 3. Cuenta corriente, países seleccionados de América Latina, 1990-2019, % del PBI


Ingresos

Egresos = rentas de la inversión


Países con superávit de bs y ss

Superávit bienes y servicios

Remesas

Saldo

Argentina

0,9

0,2

2,6

-1,5

Brasil

0,1

0,2

2,4

-2,1

Chile

2,7

0,9

5,4

-1,7

Paraguay

3,7

1,9

4,9

0,7

Perú

0,8

1,9

5,5

-2,8

Uruguay

2,0

0,4

3,7

-1,4

Venezuela

6,4

-0,2

2,1

4,1

Países con déficit de bs y ss

Ingresos; remesas

Egresos

Saldo

Déficit bienes y servicios

Rentas de la inversión

Bolivia

4,4

1,3

3,5

-0,4

Colombia

1,9

1,8

3,1

-3,1

Ecuador

3,3

1,0

2,8

-0,5

Costa Rica

1,0

0,9

4,0

-4,0

El Salvador

18,5

18,8

3,5

-3,8

Guatemala

10,8

11,1

2,0

-2,3

Honduras

16,8

16,6

5,8

-5,6

Nicaragua

11,5

17,7

4,8

-11,0

México

2,0

1,6

2,2

-1,8

Total 16 países

1,2

0,2

2,7

-1,8

Fuente. Elaboración en base a datos del Fondo Monetario Internacional


En el panel inferior hay 9 países cuyo ingreso de divisas por cuenta corriente reposa enteramente en las remesas de emigrados. En estos casos sí, la balanza comercial acumulada no ha sido una fuente sino un gasto de recursos externos. Sin embargo, sólo en las 4 economías centroamericanas el déficit comercial constituye la causa principal del desequilibrio de la cuenta corriente. En los otros 5 países, la causa principal de déficit de cuenta corriente son las rentas de la inversión.

Por supuesto, el endeudamiento externo no sólo debe compensar las rentas de la inversión producidas por el capital extranjero sino también la fuga de capitales. La tabla 4 muestra la situación de estos 16 países. En promedio, estas economías necesitan 5,1% del PBI anual en nuevas deudas e inversiones del exterior para dedicarlo, casi en su totalidad, a compensar las rentas generadas por el capital extranjero recibido en el pasado y la dolarización de portafolio de sus empresas, bancos y personas acaudaladas.


Tabla 4. Balanza de pagos, 16 países de América Latina, 1990-2019, % del PBI

Necesidad de financiamiento Cta Cte

Salida de capitales

Total

Capital extranjero

Reservas

Argentina

-1,5

-2,9

-4,4

4,8

0,4

Bolivia

-0,4

-4,5

-5,0

6,3

1,4

Brasil

-2,1

-1,6

-3,7

4,7

0,9

Chile

-1,7

-7,4

-9,1

10,4

1,3

Colombia

-3,1

-2,1

-5,2

6,2

1,0

Ecuador

-0,5

-0,6

-1,0

4,3

3,3

Paraguay

0,7

-1,1

-0,4

1,7

1,3

Perú

-2,8

-1,2

-4,0

6,2

2,2

Uruguay

-1,4

-2,9

-4,3

5,8

1,6

Venezuela

4,1

-6,1

-2,0

2,7

0,7

Costa Rica

-4,0

-2,5

-6,4

7,6

1,1

El Salvador

-3,8

-1,0

-4,8

5,6

0,8

Guatemala

-2,3

-0,3

-2,6

4,0

1,5

Honduras

-5,6

-1,2

-6,7

8,4

1,7

Nicaragua

-11,0

-3,6

-14,6

15,7

1,0

México

-1,8

-2,2

-4,0

4,8

0,8

Total

-1,8

-2,4

-4,2

5,1

0,9

Fuente. Elaboración propia en base a datos del FMI.



Endeudamiento externo y crisis social

El endeudamiento externo se reproduce a sí mismo, instala una sed insaciable de más capital extranjero. La precariedad cambiaria que produce este endeudamiento estimula la fuga de capitales, potenciando aún más el desequilibrio externo. El país tiene hipotecado su comercio exterior, literalmente, de por vida.

Pero esto no es todo. El capital impone condiciones para saciar esa sed. Los prestamistas privados ponen condiciones para prestar, el FMI pone condiciones al gobierno para refinanciar una deuda aplicada enteramente a los dos usos señalados en esta nota, los inversores extranjeros ponen condiciones para invertir, los empresarios ponen condiciones para no fugar el capital o para exportar. Las autoridades ceden (con la venia de la mayoría de los economistas) con el argumento de que las “restricciones” económicas no deben ignorarse.

El resultado es una tendencia al deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de la población con su inevitable correlato de crisis políticas y rebeliones populares como las que estamos viendo en estos últimos años en la región. El desconocimiento de las deudas estatales con el exterior en toda la región, en el marco de un programa de reconstrucción orientado, por fin, a la satisfacción de las necesidades sociales es el único camino de salida del círculo infernal de endeudamiento y crisis.


Sobre el autor

Gustavo Burachik. Departamento de Economía, Universidad Nacional del Sur.



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