Desarrollo científico tecnológico en la Argentina de hoy

OPINIÓN. La pandemia interpela aquellos aspectos vinculares de las funciones de la investigación científica y técnica, con un particular énfasis en el cuidado del otro, lo que vuelve imprescindible repensar, rediseñar, replantear estas actividades.

Por: Ana Clara Carro


¿Qué posibilidades tiene el desarrollo científico tecnológico en la Argentina de hoy? Con ese interrogante, la Revista Ciencia Nueva titulaba la discusión en torno de la política científica nacional que se había realizado en una mesa redonda conformada por hombres (sí, compañera, sólo habían sido invitados hombres, pero no nos vamos a sorprender de eso) el 4 de agosto de 1972, en el Centro Cultural San Martín. La mesa estaba conformada por referentes científicos como Rolando García, Mariano Castex, Eduardo De Robertis, Jorge Sabato y José Manuel Olavarría.  

El ciclo de charlas que iniciamos desde la Agrupación Rolando García, el pasado lunes 29, se titula de la misma forma. Eso no significa que compartamos enteramente las ideas de esos hombres que mantenían fervientes discusiones sobre este tema pero no alcanzaron un consenso. En realidad, con ese título manifestamos que entendemos imprescindible discutir con otres para reflexionar e invitamos a todes en busca de una “gran conversación colectiva” (a la que hace referencia Eduardo Rinesi para discutir acerca de qué Universidades queremos).

Así, concebimos el ciclo como una invitación a reflexionar sobre el hoy: la pandemia interpela aquellos aspectos vinculares de las funciones de la investigación científica y técnica, con un particular énfasis en el cuidado del otre, lo que vuelve imprescindible repensar, rediseñar, replantear estas actividades. Esperamos, además, encontrar respuestas para nuestro devenir: identificar los aprendizajes que nos deja esta pandemia permitirá capitalizarlos en el diseño de nuestras acciones futuras.

El tema elegido para iniciar el ciclo de charlas fue la vinculación y transferencia tecnológica, manera como se conoce en algunos ámbitos a la articulación o cooperación entre actores de la ciencia, el sector productivo y la sociedad.

Sobre este tema, desde la Agrupación Rolando García usualmente discutimos en torno a la fuerte tradición ofertista que permea las acciones de la comunidad científica nacional. Es decir, reflexionamos sobre la libre elección de líneas de investigación científica que usualmente culmina con conocimientos o tecnologías que se comunican o transfieren a la sociedad de manera acabada. Estas elecciones de nuestres científiques no responden necesariamente a problemáticas sociales y la mayoría de las veces se presentan desvinculadas de los proyectos nacionales.

Conocemos un sinnúmero de críticas y modelos alternativos que se proponen desde el campo conocido como “Ciencia, Tecnología y Sociedad”, intentando correrse de las lógicas lineales que subyacen en el diseño de las políticas tecnológicas o de innovación. En líneas generales, estas propuestas comprenden que el flujo de la información científico-tecnológica no debería ser unidireccional y tendría que incluir otras voces, más allá de la comunidad científica. Comprende que es posible democratizar algunas decisiones mediante la participación ciudadana e introducen la idea de responsabilidad para diseñar proyectos de investigación e innovación que conciban el diálogo con otros actores de manera transversal a todo su proceso. Sin embargo, plasmar esas ideas en propuestas prácticas o instrumentos de promoción desde nuestras instituciones de ciencia y técnica o por parte de la comunidad científico-tecnológica se vuelve una tarea muy compleja.

La pandemia trajo la oportunidad de coordinar acciones, articular o, incluso, en el caso de la Agencia I+D+i, de armar convocatorias de financiamiento poco tradicionales o financiar proyectos sin concurso previo, una tradición muy arraigada en la comunidad científica, para dedicarse a la búsqueda de soluciones de problemas específicos. Para reflexionar sobre estas acciones realizadas nos acompañaron Sergio Romano, computólogo y actual Gerente de la Gerencia de Vinculación Tecnológica de CONICET, y Fernando Peirano, economista y actual presidente de la Agencia I+D+i. Probablemente, dos de las personas más relevantes a nivel nacional para pensar estas problemáticas.

El primer aprendizaje o reflexión sobre estas relaciones aparece asociado a la modalidad virtual con las que realizamos prácticamente todas las actividades diarias aquellos que tenemos conectividad. Encuentros con amigues, compras y teletrabajo son actividades que realizamos a una pantalla de distancia sin importa en qué lugar del país estemos.

Sobre este primer aspecto, Sergio Romano comenta: “la virtualidad nos permitió tener un seguimiento más cercano de los proyectos y las oficinas de vinculación tecnológica de todo el país. Eso fue un aprendizaje muy importante y nos permitió estar más cerca de los investigadores”. La virtualidad, a pesar de sus limitaciones y algunos aspectos que se vuelve imperioso resolver como el derecho a la desconexión, permite federalizar encuentros y decisiones.

Otro aspecto vincular aparece modificado por la emergencia de la pandemia; la cooperación busca resolver un problema puntual y las lógicas ofertista se encuentran, en parte, desplazadas. Así, Peirano se refirió a la necesidad de concebir una Agencia bicéfala que, además de brindar recursos y aportar certidumbres a los grupos de investigación, tenga un porcentaje de sus fondos que estén orientados a una misión. Romano también abordó este tema comentando: “CONICET tenía la costumbre de esperar a que el investigador viniera a pedir ayuda y hoy hacemos un seguimiento más personalizado. Tenemos un mapa con el estado de cada proyecto para poder empujarlo si se traba en algún punto”.

También frente a la urgencia, CONICET participó en algunas negociaciones de las que antes se hubiese autoexcluido; la pandemia lo obligó a involucrarse en aspectos vinculados al abastecimiento para garantizar la producción de los tres kits diagnósticos que actualmente se realiza en Argentina.

Estos aspectos permiten, a su vez, reflexionar sobre el ejercicio de nuestra soberanía. La idea de soberanía sanitaria no es un juego retórico, es una herramienta imprescindible para la independencia y para tener un proyecto propio de país.  “La OMS definió 64 productos esenciales para la lucha contra este virus, de los cuales la Argentina produce 63; menos guantes de látex se hace todo, desde kits de diagnóstico hasta respiradores y barbijos”, comentó Peirano. Las empresas que han desarrollado y están involucradas en esta producción sanitaria no surgieron de la noche a la mañana frente a la pandemia (no, no fue magia), son empresas que realizan uso intensivo del conocimiento y que tienen experiencia y trayectoria en sus articulaciones con el sector científico-tecnológico. Es decir, estábamos preparades. Tuvimos un gobierno que se encargó de fomentar capacidades científico- tecnológicas que hoy nos permiten afrontar esta pandemia con kits nacionales para el diagnóstico o seguimiento epidemiológico de la enfermedad, entre otras cosas, para no depender de tecnología importada. Es necesario, entonces, tener más empresas de este tipo, definir áreas estratégicas. También debemos resolver aspectos vinculados a la regulación y control, a la propiedad intelectual y a posible la extranjerización de estas empresas de base tecnológica (ya sea por la adquisición por parte de otra empresa o por un fondo de inversión), pero es imprescindible contar y construir capacidad de fabricación. Sin esta capacidad los detallados aspectos que discutamos y plasmemos en leyes o acuerdos no serán más que letra dormida. Estas empresas han mostrado que son un medio para el desarrollo, para ejercitar la soberanía sanitaria y tener una matriz productiva diversificada que permita afrontar crisis.

Sin embargo, aún queda repensar la idea de empresa de base tecnológica más allá del emprendedurismo que ha sido promocionado durante los últimos años. Esa actividad, de tradición siliconiana es una actividad individualista, con planteos que nacen en el ejercicio característico del marketing y manifiestan solucionar “los grandes problemas de la humanidad”. Así, los súperemprendedores, que levantan y rifan grandes cantidades de dinero y lo ponen a jugar dentro de lógicas financieras, publicitan que “piensan global” desde el inicio, junto con sus inversores, incubadoras o aceleradoras. Este ejercicio queda inevitablemente condicionado por las dinámicas centro-periferia, en la que “pensar global” no es ni más ni menos que pensar para el centro. Así, habilitar que el emprendedor “piense global” se vuelve igual de ofertista que abrir concursos de financiamiento para líneas de investigación sin orientarlas por misiones.

Nuestro ejercicio soberano requiere, en realidad, promocionar la conformación de empresas de base tecnológica que motoricen áreas estratégicas nacionales. Debemos pensar qué es lo que tenemos que proteger y qué capacidades se vuelve imperioso desarrollar para alcanzar esa soberanía en materia sanitaria, educativa, energética, alimentaria. Así, la producción pública de medicamentos y vacunas sobre la que problematizamos desde la Agrupación Rolando García desde hace unos años cobra especial relevancia estratégica en este contexto y se vuelve una imprescindible herramienta para garantizar el acceso a la salud de la población.

Respondiendo a nuestro planteo inicial, las posibilidades de desarrollo científico-tecnológico parecen enormes pero se evidencia la necesidad de orientarlas y acompañarlas. Nuestro trabajo como militantes de la ciencia y la tecnología consiste en tener siempre presentes los objetivos prioritarios que conforman el modelo nacional que perseguimos, construyendo propuestas democratizadoras que incluyan todas las voces. Cada ejercicio o decisión que tomamos nos acerca (o aleja) del modelo de país que soñamos: un país independiente, que puede tomar decisiones soberanas para  la inclusión social.

El próximo lunes 13 de julio a las 18hs está programado el próximo encuentro del ciclo: Nadia Luna, periodista y Licenciada en Comunicación Social, y Carina Cortassa, Secretaria de Investigación de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, nos acompañarán con sus reflexiones en el campo particular de la Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología. Les esperamos en nuestro canal de YouTube.


Sobre la Autora


Ana Clara Carro. Integrante de la Agrupación Rolando García. Becaria posdoctoral en la Universidad Nacional de Río Negro.

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