Cuarentena y humor social

Por: Ricardo Rouvier

Las variaciones que se producen en la Opinión Pública, desde que comenzó la cuarentena a la fecha, muestra características propias de conductas sociales aplicadas a un fenómeno extraordinario, como puede ser un fenómeno natural, un tsunami por ejemplo, o un fenómeno provocado por los seres humanos como una guerra.

El coronavirus constituye una especie de bomba biológica que reúne frente a sus víctimas los principios de la sorpresa y la inevitabilidad. La pandemia provoca a los gobiernos a tomar medidas sanitarias que, inclusive, rozan la limitación de las libertades individuales enarboladas como valores supremos desde que el liberalismo forma parte de la civilización vigente. Una sería la posibilidad de transitar por donde uno quiera;  otra es el derecho al trabajo, etc., etc.

Más allá de las definiciones desde la política, como el falso dilema de la opción Salud/Economía  ya que el Gobierno Nacional, por una decisión ética, no estuvo nunca en un dilema y eligió un único camino.  En artículos anteriores hemos redefinido esta situación como “situación dilemática”, porque cualquier camino que se tomara implicaba una pérdida, una afectación. Salvar vidas y sufrimientos a la población era una posición humanista frente a salvar “las cosas” y que encuentra, además,  un apoyo mayoritario de la Opinión Pública.

Ahora, ¿qué pasó durante este tiempo? Bueno, hubo una primera etapa  en la cual la sociedad poco a poco fue enterándose de lo que pasaba. En general, estos momentos iniciales son de sorpresa, de incredulidad y con esperanza de su pronto fin. Es decir, que muy pocos o ninguno le daba la dimensión aproximada de lo que está ocurriendo. También en esos momentos se desatan cuestiones en el orden emocional, como el  miedo al contagio, el miedo a la muerte. Los medios intervienen en la subjetividad de los públicos mostrando en forma repetitiva e hiperbólica los sucesos. La población busca rápidamente un comandante en medio de la catástrofe, un timonel (asociado a la figura de médico en este caso) que pueda develar la incógnita de una amenaza biológica. Aparece la figura del Pte. Alberto Fernández como ese conductor, que a su vez, refuerza su poder con el saber de un equipo especializado que lo acompaña. Las encuestas muestran claramente que la imagen positiva de Alberto Fernández se consolida, al encajar en la respuesta a la necesidad colectiva. Y el Presidente actúo como esperaba y necesitaba la población.

La imagen de los médicos se multiplicó en los medios y en Olivos agotando la comunicación pública. Las redes hicieron lo suyo, aumentando el volumen y la velocidad de información y opinión. La presencia de los profesionales trata de compensar lo que la misma ciencia desconoce hasta ahora, llenando de comunicación (alguna buena otra mala pero siempre abundante) la angustia se sobrelleva. En muchas personas aparece el temor a la muerte y en otros, lo contrario, el “a mí no me va a tocar”.  

La vida social se afecta fuertemente con el aislamiento y la distancia, la negatividad de lo próximo y el trabajo que se pierde o que se perderá.  Las rutinas se disuelven y hay que armarse de otra vida cotidiana. El humor, la música y los cursos a través de las redes apuntan a devolvernos una normalidad que ha desaparecido, un entretenimiento para desplazar los fantasmas primarios. Pasar el tiempo ahora, es nuestra principal actividad.

Pero la cuarentena se fue prolongando y en la segunda etapa comienza a filtrarse lentamente en el pensamiento y sentimiento de la población, la lejana e imaginaria solución. Entonces surge un nuevo cambio que sigue al anterior y es que hay una necesidad creciente a volver a la situación pre-pandemia. Ahí, reaparece el dilema entre Salud y Economía, pero ahora en la Opinión Pública, y habiendo aceptado a la primera como prioridad, crece la conciencia sobre las consecuencias de  la segunda.

Entonces, la Opinión Pública comienza a girar en una posición más restitutiva, en un volver al pasado. Y obviamente se produce una contradicción en el callejón, porque no se puede soltar la mano a la Salud, pero hay que hacer algo para que la vida económica retorne a la normalidad. Considerando que, así como corre el reloj diario de los infectados y muertos, corre también en paralelo el reloj de los desocupados y pobres. Este último arrancó después pero va en paralelo.

Por eso, en las encuestas, se pone de manifiesto un crecimiento de la postura de flexibilización, pero sin exponernos al contagio.  El tiempo del humor colectivo se acelera y las etapas se agotan. Es indudable que crece la preocupación sobre la producción, el trabajo, y los ingresos, mientras se acerca el pico de la curva del coronavirus. El gobierno tiene el desafío de responder a una demanda diversa y por momentos contradictoria.

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