Cuando la lactancia es un mal negocio

Por: Lorena Ribot

Cada año, desde hace 24 años, del 1.° al 7 de agosto en más de 120 países se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Tanto la Organización Mundial de la Salud como Unicef han establecido esta primera semana de agosto como momento donde resaltar la naturaleza de la lactancia y promoverla, alertados por el descenso de la práctica de amamantar a los bebés y las consecuencias más inmediatas vinculadas a la desnutrición y las enfermedades de la infancia.

Cada año, diversas organizaciones sociales se convocan para difundir los beneficios de la leche materna y del hábito de criar a los niños y las niñas con apego, que no es ni más ni menos que respetar las necesidades básicas de las personitas que recién nacen. Estos bebés tan ávidos del contacto piel a piel con su madre y del continuo que implica el pasar del útero a la teta, como el lugar natural de permanencia, hasta ir logrando esa independencia y consolidación de un individuo fortalecido por el respeto de sus necesidades.

Cada año se trabajan distintas consignas, que ayudan a que los Estados repiensen sus políticas y las sociedades se convoquen a participar en el armado de las mismas, mediante el aporte nutricional de campañas y de concientización de que esto, la lactancia, es un asunto de todas y de todos.

Responsabilidad comunitaria, la mejor inversión, recurso natural, educación para la vida, derecho de las mujeres, salud para las mujeres y sus hijos, Hospital amigo de la Madre y el Niño, trabajo amigo de la lactancia, son algunas de las consignas con las que pensamos cada año.

Una de las primeras en surgir (1994) fue la de hacer respetar el Código de Sucedáneos de la Leche Materna, que la Organización Mundial de la Salud elaboró en el año 1981 y que fue adoptado por la 34.° Asamblea Mundial de la Salud.  

El Código reconoce la intrusión de las campañas de comercialización de las corporaciones que intentan sustituir la leche materna por la leche artificial y estipula que no se debe llevar a cabo ninguna forma de promoción de los mismos ya que perturban la lactancia.

Ni leches mágicas que hacen a tu hijo más inteligente, o más lindo o más “robusto” (como ocurría en un principio), ni mamaderas, ni tetinas, ni ninguna forma de reemplazar el pecho materno. Tampoco instituciones o profesionales de la salud que regalen muestras gratis de estos productos. Estas formas de publicidad estarían penadas por este Código Internacional que sólo algunos países se han comprometido a hacer valer.

La Argentina es uno de ellos, y si bien ya no vemos las propagandas donde un bebote de 4 meses, rubio, con ojos celestes y mirada sonriente se empina una mamadera mientras su madre lo mira embelesada, no es cierto que se respeta el Código como debería hacerse. Ya no vemos en los envases de leches de fórmula que prolijamente se exhiben en las góndolas de los supermercados, imágenes de caritas sonrientes de bebés preciosos, esto es cierto, ahora vemos pajaritos o patitos, en bellos colores pastel, que invitan a sentir como bebitos… o vemos a conocidas madres mediáticas promocionar esas leches a edades donde el Código no sancionaría, es decir luego de los 6 meses de lactancia exclusiva, impulsando a desestimar la lactancia prolongada en el tiempo, como lo recomienda la propia Organización Mundial de la Salud.

Algunos de estos modelos globalizados propician la desvalorización del aspecto sabio de las mujeres que no confían en sus capacidades fisiológicas y que, sumado a los modelos heredados, muchas veces caen en las garras del mercado que les impone el producto: la leche artificial.

Tal vez, el lugar donde más mella hace lo subliminal es sobre las mentes de los pediatras a quienes va destinada toda la estrategia marketinera de las corporaciones lecheras: leches para la intolerancia a la lactosa, leches para la regurgitación fisiológica del lactante, leches para mejorar el desarrollo intelectual, leches para huesos fuertes y sanos, leches para lo que usted quiera, señor, con tal que la recomiende, argumentos algunos ridículos (la intolerancia a la lactosa se da en el consumo de leche no humana, la regurgitación fisiológica, es fisiológica, como su nombre lo indica, no es una patología a reparar) y otros flagrantemente mentirosos (su hijo será supermán, si toma esta leche, vea).

“Todas las leches de fórmula están muertas”, dice el Dr. Gustavo Sager, jefe del Banco de Leche Materna del Hospital San Martín de La Plata. “La leche de la mamá tiene 4000 glóbulos blancos vivos por cm3 de leche. Estos glóbulos blancos tienen toda la información para fabricar anticuerpos para todas las enfermedades que la madre tuvo desde que nació y de todas las vacunas que recibió desde que nació hasta que está amamantando. Los linfocitos generan los anticuerpos dentro de la panza del bebé: fabrican los anticuerpos específicos para cualquier cosa que se ponga en contacto con ellos y pueden permanecer vivos hasta una semana. Es decir que la madre, cada vez que amamanta a su bebé, le está haciendo una trasfusión de su sistema inmunológico, para protegerlo. En la antigüedad las mamás amamantaban hasta alrededor de los 4 ó 5 años de edad, que es el tiempo que tarda el ser humano en completar su experiencia inmunológica, es la etapa en la que a los chicos se los llama mocosos, porque viven con mocos, como parte de su experiencia inmunológica”.

La leche matera es la única leche humana y además, es cambiante, ninguna leche de fórmula puede lograr estas condiciones. “No es una, son mil, cada momento es una combinación absolutamente distinta de la leche de la mañana, tarde, noche y la del día de la semana. No es lo mismo la leche de la mañana del lunes a la de la tardecita del jueves, como tampoco es lo mismo la leche de los primeros minutos de succión que la del final de la misma. Es cambiante a lo largo de los días, y es cambiante también a lo largo de cada mamada. Las leches de fórmula o artificiales, no son ni se parecen a la leche de la madre, viva, humana y cambiante: son siempre iguales, aburridas y desagradables de gusto”, dice Sager.

Ante semejante ostentosidad de la naturaleza, al mercado comercial sólo le queda el espacio de la mentira y el engaño, utilizando los canales más reconocidos por la sociedad. Y los Estados que miran para el costado no sancionando como deberían hacerlo, cuando se detectan estas violaciones al Código Internacional de Sucedáneos de la Leche Materna. La protección de los niños y de las niñas, así como la de las madres en uno de los aspectos de su salud sexual y reproductiva, es algo en lo que aun tenemos mucho para hacer.

Las campañas por el derecho a la lactancia, los derechos del parto y el nacimiento, la visibilización de las diferentes formas de violencia hacia las mujeres, hacia los niños y las niñas muestran, de alguna manera, el reconocimiento de que la humanidad necesita más sensibilidad y respeto a los procesos naturales.

La tendencia a la medicalización de la vida es un paradigma a repensar en el contexto de la revalorización de los derechos humanos.

Código de Sucedáneos de la Leche Materna

Desde 1981, 24 países adoptaron el código en su totalidad o parcialmente y otros 27 países incorporaron a su legislación nacional muchas de las normas allí estipuladas.

La Conferencia Internacional de Nutrición del 1992 en Roma, definió que una de las principales estrategias para disminuir el hambre y la desnutrición es a través de fomentar la lactancia materna, concluyendo que una de las acciones para aumentar los índices de la lactancia materna en el mundo es la implementación del monitoreo del Código Internacional.

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