¿Con cuántos recursos de poder inicia su gobierno AF?

Por: Mariano Fraschini

Hace 18 días Alberto Fernández (AF) inició su gobierno. Tras una fiesta popular multitudinaria y emotiva, el presidente se abocó a las líneas estratégicas de su administración e impulsó el proyecto de “emergencia económica” que el parlamento aprobó hace una semana. En estas casi tres semanas, la hiperactividad presidencial visibilizó un estilo de conducción que muy pocos esperaban.

En nuestras democracias presidencialistas de baja institucionalización sudamericanas, el poder del presidente nos informa más que cualquier otra variable sobre el grado de estabilidad (o inestabilidad) que tendrá el propio sistema político. Es decir, la fortaleza (o debilidad) presidencial se convierte en la llave maestra para comprender el grado de fragilidad o de estabilidad del propio sistema democrático. En esta coyuntura regional, la mala performance presidencial de Sebastián Piñera en Chile, Iván Dique en Colombia y Lenin Moreno en Ecuador afecta en forma directa el desenvolvimiento del sistema político en su conjunto, y su debilidad pone en tensión la propia dinámica democrática. Desde allí que resulta oportuno siempre interrogarnos acerca de cuánto poder tiene un presidente en nuestras latitudes. En el caso argentino en particular, ¿con cuanto poder inicia su gobierno Alberto Fernández? ¿Cuántos recursos de poder ostenta el presidente desde el 10 de diciembre? ¿Se puede descifrar a futuro si el primer mandatario podrá conquistar mayores (o inclusive perder) recursos? ¿Será Alberto Fernández un presidente fuerte o débil? ¿Podrá dotar de estabilidad política al sistema?

Comencemos. ¿Qué recursos de poder institucionales ostenta (y podrá ostentar a futuro) el presidente? En el ámbito legislativo, el primer mandatario contará con una sólida mayoría en ambas cámaras. Tal vez más justa en Diputados, pero holgada en Senado. En la Cámara baja cuenta con 120 ediles propios, que con los aliados partidos provinciales, y “federales” colaborativos podrá alcanzar el quórum propio de 129 diputados. En la Cámara alta, los 41 senadores propios le aseguran un sobrado quórum que supera en 4 ediles la capacidad opositora de frenar con sus votos los proyectos oficialistas. Desde allí podemos observar que el presidente cuenta a su favor con el recurso parlamentario como una herramienta política para llevar adelante una agenda legislativa sin grandes sobresaltos. En cuanto al terreno federal, Alberto Fernández contará con el apoyo de la mayoría de los gobernadores e intendentes. El presidente tendrá entre aliados y propios a 20 ejecutivos provinciales y más del 70% de los municipales. En ese marco, los acuerdos a ese nivel federal tendrán la impronta marcada por el propio presidente durante la campaña electoral y en estos primeros días de gobierno. En cuanto a la relación con la Justicia, ahí el presidente tendrá una dura batalla frente a las resistencias que se avizoran en este ámbito. A pesar de que se trata de un poder del Estado siempre permeable a los gobiernos de turno, la destreza (y la muñeca) presidencial deberá estar afinada para evitar constituir este espacio institucional en un poder reticente a la agenda del primer mandatario. Por ahora los pasos dados por AF indican que se tratará de un objetivo vital en la mira presidencial. Por último, las fuerzas de seguridad constituyen el último de los reductos salientes de este recurso de poder institucional. Al igual que en el judicial, en este espacio el gobierno tendrá una agenda de ruptura frente a la administración anterior y será de vital importancia controlar este recurso que suele ser resistente cuando se intenta intervenir en sus filas. La ministra de seguridad ya adelantó que habrá cambios y transformaciones en la cúpula de estas fuerzas.

En cuanto a los recursos de poder sociales, el panorama parece estar mucho más abierto y controlable para el jefe de estado. El sindicalismo en sus diferentes vertientes han dado un apoyo público al presidente, y más allá de algunos “chisporroteos” del comienzo, este sector social emerge como un recurso de apoyo para AF. Asimismo, la unidad de la CGT opera como otro elemento positivo para la administración Fernández, como así también los acercamientos de sindicatos que otrora evidenciaban ciertos “disgustos” con el dispositivo kirchnerista. Los movimientos sociales, en general, también resultan un espacio amigable para el poder ejecutivo a pesar de las diferencias existentes. Una política “atractiva” para ambos sectores podría garantizar cierta paz social en el primer año de gobierno, y hacia allí parece encaminar el primer mandatario los encuentros con sus representantes y las promesas de paliativos para enfrentar la crítica situación social. En cuanto a los empresarios, el presidente cuenta a su favor con el apoyo “tácito” de los sectores industriales orientados al mercado interno y de la UIA, mientras que las entidades patronales del campo (en su vertiente más concentrada) cuentan como recursos activos del campo opositor. Los empresarios mediáticos, lejos de garantizarle cierto “veranito” al gobierno entrante, aguijonearon desde el vamos a la política económica presidencial, y mostraron su oposición activa a la nueva batería de medidas aprobadas por el Congreso.

Los recursos de poder financieros del gobierno de Fernández se revelan, por ahora, sumamente escasos. A diferencia del gobierno anterior, que gozó en este campo de un apoyo sin igual, el oficialista Frente de Todos tendrá en los próximos años cumplimientos de deuda costosos y, probablemente, impagables. La muñeca de su ministro de economía resultará clave para que el gobierno cuente con un periodo de gracia sumamente necesario para esta coyuntura compleja. En ese sentido, las próximas semanas serán decisivas para observar la capacidad de “seducción” y habilidad de Guzmán y de los negociadores nacionales para habilitar cierto “congelamiento” en el pago de deuda e intereses. A su vez, la capacidad extractiva y reguladora del Estado será otro recurso que movilizará el presidente para lograr un ordenamiento fiscal que le permita expandir la demanda en el mercado interno, y motorizar el despegue productivo prometido en la campaña.

Los recursos de poder de estrategia política, esos que dependen de la capacidad de maniobra y pericia del propio líder, son de naturaleza “subjetiva”, es decir, residen en el virtuoso ejercicio del poder del liderazgo presidencial. Es decir, dependen de la capacidad del primer mandatario. Durante estas primeras semanas, Alberto Fernández ha hecho uso de ellos en forma permanente y se ha mostrado ante la opinión pública como un presidente activo y preocupado por los grandes temas nacionales. Desde los recursos más simbólicos (ir manejando a su propia asunción, hasta pasar navidad en San Cayetano) a los materiales (la batería de medidas económicas tomadas desde el inicio de su presidencia, hasta el mega proyecto de ley aprobado por el Legislativo en tiempo record) el presidente argentino viene generando iniciativas que lo mantienen en pleno uso de sus facultades y omnipresente en el interior del sistema político. La propia emergencia económica en la que se encuentra el país gravita en las “urgencias” a las que el primer mandatario debe abocarse de forma inmediata, y le permite al presidente hacer un uso permanente de estos recursos de estrategia política, sin que ello genere una resistencia mayor a la de los núcleos opositores tradicionales.

En cuanto a los recursos de apoyo popular/ ciudadano, el gobierno de Fernández asume con una alta legitimidad de origen. Asimismo, como quedó evidenciado durante el mismo 10 de diciembre, se trata de un apoyo social movilizado y masivo que ya ha mostrado su fortaleza bajo el gobierno anterior. Se trata de un recurso de poder que el presidente podrá utilizar en momentos críticos o cuando el poder de resistencia de las grandes corporaciones genere las condiciones para poder movilizarlo. Como todo gobernante peronista, Fernández cuenta con este recurso tan simbólico para la liturgia justicialista, y tan necesario como contrapeso político de los sectores del poder económico tradicional.

En cuanto al panorama internacional que le da la bienvenida a AF, Argentina se encuentra hoy con una región con mayoría de gobiernos neoliberales en crisis. En la actualidad Sudamérica se encuentra en un estado de inestabilidad política como nunca antes desde la recuperación democrática en la década del ochenta. Esto en gran parte se explica a partir de las ramificaciones geopolíticas de la disputa entre EEUU y China que impacta de lleno en la región. La gravitación del primero en el hemisferio resulta decisiva para comprender el sostenimiento férreo que les confiere a los gobiernos impopulares sudamericanos. En su disputa con el coloso oriental, EEUU no se encuentra en capacidad de perder el dominio sobre su “patio trasero”, y su incidencia directa en el autoproclamación de Guaidó a principios de año en Venezuela, y en el golpe de estado en Bolivia a finales, así lo atestigua. En ese marco, el gobierno de Alberto Fernández deberá lidiar con un escenario regional complejo y con escasos recursos de poder para incurrir en estrategias de carácter asociativa con sus pares sudamericanos. Los intereses estratégicos de la política exterior norteamericana (hoy a “flor de piel”) le marcarán los grados de maniobra en que se podrá mover AF en este ámbito.

Alberto Fernández inició su gobierno con recursos de poder variados; muy fuertes en algunos campos, más débiles en otros. Como todo gobernante peronista cuenta desde el comienzo de su gestión con recursos de poder tradicionales y con antagonistas históricos. Desde allí nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, los recursos de poder de un presidente no son estáticos, ni tampoco fijos e inertes. Un primer mandatario puede acrecentar los mismos, movilizarlos e inclusive perderlos. El contexto de urgencia juega en favor de un presidente que pretende con sus recursos modificar el status quo, pero son siempre los límites de la propia dinámica política los que gravan las acciones presidenciales.

Comienza un nuevo ciclo político en Argentina. Un presidente, que por primera vez en la historia, no fue gobernador de provincia, ni legislador nacional, está al comando del Estado. Su antecedente político más importante fue la de ser jefe de gabinete de un gobierno al que renunció con muchas críticas. Asimismo, se trata del primer presidente desde 1983 oriundo de la Ciudad de Buenos Aires y que no tuvo un papel protagónico en el interior de los partidos tradicionales. En ese sentido, se trata de un liderazgo peculiar, más cercano a lo que la campaña electoral intituló “un tipo común”. Una construcción mediática a la que el propio Alberto Fernández parece rendirle culto en sus primeras acciones de gobierno. Con apenas tres semanas en el ejercicio de sus funciones, ya comienza edificar un liderazgo muy diferente a sus antecesores. De la acumulación de recursos de poder y de su propia pericia en la conducción del estado dependerá si su presidencia logrará superar la crisis estructural en que la dejó su sucesor.

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