"Claro que la educación te salva, pero no si tenés el estómago vacío"
Mayra Arena, la joven de 25 años cuya historia de vida se viralizó en las redes, habló sobre las limitaciones de la pobreza en el acceso al mercado laboral. "No es como muchos piensan, no somos pobres porque nos gusta", afirmó.
Mayra Arena tiene 25 años y un hijo de 11. Hace menos de una semana decidió contar su historia de vida en Facebook. No se imaginó lo que iba a pasar. La carta se viralizó, miles y miles de personas la compartieron en las redes y los medios escribieron páginas y páginas sobre cómo logró salir de la marginalidad, estudiar en la universidad, criar a su hijo y ayudar económicamente ─junto con su hermana— a su mamá.
Sin embargo, Mayra cree que mucha gente malinterpretó sus palabras. En una entrevista radial con el programa No te des vuelta, de FM Cielo, contó cuál fue su intención al publicar su vida. “Mucha gente lo tomó como una oda a la meritocracia y nada más lejos de la realidad”, dijo. La joven estudiante de Ciencia Política quiso dejar en claro que el hecho de que ella pudo salir de la marginalidad nada tiene que ver con la idea de que luchó más que el resto. De hecho, rechaza la idea de la movilidad social como esfuerzo personal y critica a la clase media que estigmatiza la pobreza.
“Que sea una maravilla que una piba pobre vaya a la universidad, que sea una novedad, que se viralice y que haya tantos compartidos habla de lo poco que esperamos de quien sale de los sectores bajos”, remarcó.
Mayra vive en Bahía Blanca, en un pequeño departamento en el que tiene su pequeño emprendimiento de depilación. Su hijo va a una escuela pública y su hermana estudia Magisterio. Contó que subir el texto a las redes fue idea de la hermana. Querían explicarle a la gente “lo jodido que es salir adelante”, “lo difícil que es la vida del estudiante trabajador”. Pero su realidad es otra, porque ellas no solo tienen que estudiar y trabajar, sino que tienen que ayudar a su madre, que no tiene la capacidad de conseguir un trabajo que le permita mantenerse.
“En la marginalidad hay una mentalidad que te hace caer en una pobreza estructural que es casi irreversible, y eso es lo que veo en mi vieja. A mí me gusta hablar de pobreza y marginalidad, soy estudiante de ciencia política, pero no lo quería explicar científicamente, lo quería explicar como lo viví yo, desde lo personal”, explicó.
“Mi hermana va a ser docente y yo estudio Ciencia Política para poder explicar todo lo que vivimos los pobres, los marginales, y para poder explicarle a la clase media por qué los pobres somos pobres, que no es como muchos piensan, porque nos gusta”, aclaró.
“Hay una demonización de la pobreza, sobre todo, en la clase media que tuvo padres o que tuvo una infancia pobre. El que se hizo de abajo y hoy es de clase media tiene un resentimiento hacia todos los que se quedaron atrás porque piensa que los otros no se esforzaron tanto como él, piensa que los otros no trabajaron tanto como él, que no quisieron agarrar la pala tanto como él y que se quedaron y por eso siguen siendo pobres”, disparó.
“La realidad es que hay gente como mi vieja, que se quedaron colgados, que no tienen capacidad cognitiva para conseguir un trabajo mejor, que no pueden desenvolverse mejor para aprender un oficio. Y muchos lo intentan, pero la realidad es que a los trabajos a lo que tiene acceso mi vieja, por ejemplo, son tan malos, tan precarios, que terminan siendo perjudiciales. Son trabajos donde dejás la espalda, donde dejás la vida, donde dejás la salud y no tienen nada de digno”.
Cuando fue consultada sobre si está de acuerdo con la lectura que hicieron muchos y que plantearon su vida como una historia de superación personal, la joven quiso dejar en claro que no es por eso que ella y su hermana pudieron salir de la marginalidad. “La gente como mi vieja, por más que quiera, no puede salir. Es una persona que va a depender toda la vida de que la ayudemos las hijas o, en todo caso, de que el Estado les tienda una mano. Y esa realidad es irreversible porque tuvo problemas de nutrición desde que era un feto, porque tuvo problemas de escolarización y porque ya no hay vuelta atrás ahora”, aclaró.
Sobre lo complejo de la situación que atraviesan las clases más vulnerables y lo complejo que es salir de esa espiral de pobreza y marginalidad, dijo: “La gente te dice que la educación es lo primero. Como si vos pudieras ir a la escuela cagado de hambre, sin glucosa en el cerebro. Uno para aprender necesita tener por lo menos los nutrientes básicos. Con el estómago vacío, nadie aprende nada”.
Y agregó: “La educación te salva, claro que te salva, pero no te puede salvar si tenés la panza vacía”.
“Es muy fácil salir y entrar de la pobreza y la marginalidad. Y si nadie de la clase media te ayuda con un trabajo estable es imposible romper ese círculo maldito”, dijo ante la inocente presunción de que solo con su esfuerzo logró abrirse paso. “Nosotras éramos las únicas pobres en la escuela y eso hizo que llamemos la atención. Tuvimos suerte. Si sos pobre y vas con otros 300 pibes iguales de pobres que vos no llamas la atención”. La joven contó que durante su paso por la escuela primaria, una trabajadora social se encargó de conseguirles mercadería y eso las salvó.
“Hasta que no se mezclen y vean que existe otra realidad, otros papás, otros trabajos, otras vidas, no va a haber un cambio. Mientras vayas a escuelas de pobres con otros pobres vas a aprender conductas de pobres”, afirmó.
“¿Qué te gustaría que pase con tu carta”, le preguntó el periodista. “Estaría bueno que la clase media nos desdemonice un poco y nos empiece a ver como personas que quieren salir, pero que a veces no encontramos las herramientas, no las sabemos explotar o no se nos ocurren”, respondió. “Que la clase media escuche a alguien como yo a mí me pone feliz”, reconoció.
Para concluir la entrevista, el conductor le preguntó qué pensaba sobre el asesinato de la concejal brasileña Marielle Franco. “La violencia institucional es algo que viene fuerte últimamente en Latinoamérica”, cerró la joven madre, estudiante y trabajadora.
La carta completa:
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