Boxeo: la puerta salvaje de un refugio de amor y poesía

OPINIÓN. El Boxeo suele ser un deporte criticado por violento y cruel, asociado con sectores marginales, barrios humildes con características rústicas y frías. Sin embargo, hay quienes afirman que este deporte tan rudimentario es muchas veces el paso inicial para un camino de amor y poesía.

El Boxeo suele ser un deporte criticado por violento y cruel, asociado con sectores marginales, barrios humildes con características rústicas y frías. Sin embargo, hay quienes afirman que este deporte tan rudimentario es muchas veces el paso inicial para un camino de amor y poesía.

¿Cómo se explica que Nelson Mandela, premio Nobel de la Paz haya sido el mayor impulsor del boxeo en la Sudáfrica post apartheid?

Es cierto que no hay gimnasios de boxeo en countries o barrios cerrados, y que no son los mismos sectores quienes practican esgrima, rugby o polo que aquellos que eligen el arte de los puños. Mayormente son gimnasios de barrio, y los chicos llegan ahí lo hacen para aprender a defenderse o porque han sufrido alguna desgracia en contiendas callejeras, pero una vez que incursionan en la disciplina esos cuerpos de acero comienzan a forjar un corazón de miel. El boxeo puede ser hostil a simple vista como lo es la vida y sus desventuras, pero también puede ser apasionado, romántico y poético.

Genne Tuney el campeón mundial del peso pesado estadounidense daba conferencias sobre Shakespeare en Yale, EEUU y concentraba horas antes de subir a pelear recitando poemas.
Para Cortázar el boxeo era arte y poesía, era el enfrentamiento de dos técnicas, "yo no lo veo violento y cruel. A mí me parece un enfrentamiento muy honesto, muy noble. Me interesa el enfrentamiento de dos técnicas, de dos estilos, la habilidad de vencer siendo a veces, más débil. Casi siempre estuve del lado del más débil en el boxeo, y muchas veces los vi vencer y es una maravilla”. De alguna manera en el ring no hay clases, no hay ayuda, no hay armas, están solos y al mismo tiempo tienen la mirada de miles espectadores observándolos con admiración, es para ellos un instante de existencia, mientras la contienda dure ellos serán considerados.
 Cortázar veía al boxeo como como dos destinos que se juegan el uno contra el otro. Estéticamente era algo que lo hipnotizaba, sobre todo los movimientos, un buen agarrón de boxeo podía ser tan hermoso como la metáfora más noble. Nicolino Locche era un claro ejemplo de la estética del boxeo, aquellos que iban a verlo, no eran justamente testigos de una brutal carnicería, más bien acudían con la intención de deleitarse ante semejante obra pugilística. El indescifrable estilo defensivo que tenía Nicolino era un despliegue de reflejos y habilidad que se fue haciendo fuerte por la inefectividad que causaba en sus rivales, era una danza que quebraba psicológicamente a sus rivales que no lograban golpearlo. Podía vencerlos casi sin lastimarlos, sus peleas eran pura danza y estética, de ahí que fué apodado el intocable. Al decir de Abelardo Castillo, Nicolino con su estilo generaba complicidad con el público y humanizaba el boxeo, no había heridas, no había padecimiento, porque cuando hay golpes reciba quien los reciba el espectador los disfruta, pero también los padece. En una pelea contra Barrera Corpas peleó con un solo puño casi toda la pelea producto de una lesión al inicio de la contienda, y sin embargo no recibió más de cinco o seis golpes relativamente claros en toda la pelea, con lo cual le hizo errar casi trescientos golpes, mostrando así la forma de pelear sin usar sus manos, el intocable era arte puro.
 El boxeo era para Cortázar una forma elevada de arte. A diferencia de cualquier deporte colectivo, la responsabilidad individual arriba del cuadrilátero es dura y eso le provocaba más admiración.
 Hasta el boxeador más rudo y hostil ha tenido un costado conmovedor y tierno en su recorrido. Así, Tyson criaba palomas desde niño y nunca estuvo involucrado en una pelea hasta que alguien amenazó a sus aves. De cierta forma, los pájaros impulsaron su carrera como boxeador. Su cariño por las aves los llevó a defender a capa y espada con vehemencia cada vez que otro niño o adulto quería dañarlas, y así un día a sus 12 años golpeó ferozmente a un adulto que intentó arrojar a la basura a su paloma preferida que el estaba por velar.

 Por su parte, el 28 de abril de 1967 en Houston, Texas, Muhammad Alí se negó a ser reclutado para ir a Vietnam y le quitaron su licencia de boxeador, "No voy a viajar al otro lado del mundo para ayudar a asesinar y quemar a una nación pobre simplemente para continuar la dominación de los amos blancos sobre esclavos de piel oscura. El verdadero enemigo de mi gente está aquí." Así uno de los mayores boxeadores de aquel país que vanagloriaba la libertad y los derechos humanos se negaba rotundamente sin temor a represalias a ir a la guerra de Vietnam. Como consecuencia, el 20 de junio de 1967 fue condenado a cinco años de prisión y a pagar 100 mil dólares de multa. Comenzó así un camino muy duro, que terminó tres años y medio después. Tres años y medio en los cuales el boxeo se vio privado de ver en acción a un Muhammad Ali en su mejor condición física. Ali sufrió en carne propia la discriminación racial en su país y a pesar de sus grandes conquistas, la discriminación fué su más grande padecimiento a la que combatió con altura y poesía.
 Por su parte, Ringo Bonavena se exhibía como un hombre rudo pero al mismo tiempo se autoproclamaba como argentino, boxeador y poeta. Era un ídolo con todas la letras, grande de cuerpo, de voz finita, aprendiz de cantor, bueno con los amigos, su asesinato en 1976 por un guardaespaldas del empresario Joe Conforte le puso fin al sueño del aquel niño de barrio de demostrarle a su país que él podía vencer a Mohamed Ali. Una historia trágica del niño que dejó su barrio de parque patricios para convertirse en un mito. El sabía que Joe Conforte era peligroso y con respaldo de la mafia, pero sus sueños eran sagrados y el anhelo por ir detrás de ellos y volver a pelear con Ali lo eran todo. Dice la leyenda que Ringo la noche del asesinato tenia puesta la camiseta de Huracán, orgulloso de sus orígenes, apasionado de la Argentina, su país lo despidió en plena dictadura con 150
 000 personas en su velatorio, un inmenso gesto de amor de un pueblo que atravesaba momentos díficiles.

 Cada historia deja entrever que no todo es hostil y desamorado en el mundo del boxeo, y muchas veces ha sido el escape inicial de universos vulnerables para iniciar caminos de color y de sueños.

En la ciudad de La Plata, en el barrio de Altos de San Lorenzo, desde hace un tiempo comenzó a forjarse un refugio para aquellos que llegan ansiosos a golpear esa puerta salvaje. Son las 8 de la mañana del día sábado y Juan Díaz contempla con orgullo el espacio de boxeo que han ido creando. No es un espacio más, es su hogar y eso se transmite en cada rincón del gimnasio. La fortaleza del espacio es la pasión por la enseñanza del boxeo.
 Juan, nació en Salta, a los 3 años lo adoptó su madre de la vida y lo trajo a vivir a La Plata. A pesar del amor incondicional de su madre, su infancia fue sufrida y hostil al no poder asimilar su historia misma. Una vez terminado el primario, abandonó el colegio sin el conocimiento de su madre que trabajaba a sol y sombra, y comenzó a recorrer las calles tocando la guitarra para subsistir. Sus recorridos fueron inmensos, noches y días, trenes y avenidas, vínculos luminosos y algunos oscuros. Todo fue aprendizaje. La calle misma y su temprana edad lo fueron alejando cada vez mas de su hogar y de senderos saludables. En la noche y en las calles, no iba al colegio, sus juntas no eran las ideales para un chico de su edad y ese mismo sendero lo fue desordenando. El tiempo mismo y el contexto fue forjando un espiral que atentaba contra su anhelada realidad de niño, cada vez más lejos de un rumbo sano. Hasta que un día recaló en un club de boxeo de barrio invitado por un amigo como un desafío a una contienda feroz y ese fue el comienzo de un camino interminable de sueños por alcanzar.

Se aferró al boxeo con vehemencia y encontró allí códigos, compañeros, hábitos, familia, y comenzó a aprender el oficio. Con el tiempo dio sus primeros pasos como acompañante de boxeadores, en la esquina del ring, luego en gimnasios y así aprendió el oficio. El boxeo fue esa puerta que le salvó la vida y la música le proveyó una cultura inconmensurable. En uno de sus empleos, conoció a Pablo el Cristiano Rojas, con quien de inmediato constituyó en una inquebrantable hermandad. El cristiano se había venido del sur con una mochila al hombro con el sueño de ser boxeador y trabajaba limpiando caballos en el hipódromo de La Plata. De religión evangelista con humildad excesiva Pablo encontró en Juan un aliado en esta gran ciudad y juntos caminaron a la par. En Plena pandemia decidieron abrir su propio espacio de boxeo, un tinglado alquilado en la parte trasera de lo que en su momento fue un club de bochas.

La Plata Boxing Club es un espacio que hay que visitar para entender la energía y las sensaciones que allí se transmiten. Se ha ido generando una especie de hermandad solidaria en donde se donan alimentos a quien no tiene, se le busca trabajo a quien está desempleado y se incentiva a que los rumbos sean saludables. Que los adolescentes no tengan malos hábitos, que estudien, pero por sobre todas las cosas se busca generar calidad humana. Boxear implica tener aire, no fumar, no consumir alcohol, no drogas y crear disciplina. "Hamacate como un junco, sentí tu cuerpo, bailá, el boxeo es una danza...el boxeo es poesía” dice Juan mientras que suena Spinetta de fondo, Mile Davis o parafrasea a poetas latinoamericanos al decir " agachadito, firme...” “Vuela bajo mi hijo porque abajo está la verdad"  citando a Facundo Cabral para enseñar una postura de boxeo. Entre ejercicio y ejercicio  canta a Serrat o a Machado, la música y la calle le dieron el mundo. Por su parte Pablo su hermano de la vida sueña con seguir creciendo en el boxeo profesional y recibirse de profesor de educación física, juntos son el complemento perfecto, se cuidan espalda con espalda. El cristiano guanteó con Brian Castaño y sintió de cerca que tiene todo para triunfar pero también sabe que sin padrinos es difícil evolucionar, daría su vida por volver a guantear con Castaño tan solo con fines solidarios.

 En el mes de octubre van a construir un Atelier Social y Cultural en donde los alumnos puedan acceder a una biblioteca, puedan conectarse a internet para terminar el secundario y donde puedan tener apoyo escolar o cursos de oficios. Así pensado suena a quimera, a utopía inalcanzable, pero aunarán esfuerzos, rifas y pasión para alcanzar el objetivo. El boxeo enseña un poco eso, a sentir que nada es imposible, que las puertas se pueden abrir, que lograr los sueños depende de uno mismo, que con esfuerzo todo es infinitamente perfectible y alcanzable. Así como el cuerpo con entrenamiento resiste más y muestra mayor destreza, un espacio puede mejorarse cuando el grupo le dedica afecto en el día a día, y lo siente propio. El boxeo es cruel pero también es un cable para hacer realidad los sueños y si los sueños no se alcanzan el recorrido para alcanzarlos es el que resulta salvador. Juan Martin Látigo Coggi siempre cuenta que salió de una casa de barro, con un traje y 100 dólares prestados, llegó a Italia, le pegó cuatro piñas a un tipo y lo tiró fuera del ring. Después abrió una valija y era millonario y pasó a ser rubio, ojos celestes e inteligente, fue a comer con Mirta Legrand con tres platos y tres tenedores cuando él venía de comer guiso con una sola cuchara y un solo plato. El boxeo es esa puerta o al menos esa esperanza que actúa de puente para lo que resulta inaccesible, es lograr un cambio de realidad con tan solo usar un puño, que en definitiva el puño es al hombre lo que el cuerno es al toro. Esta es la fragua dice Juan, aquí está el horno donde forjamos los metales, canalizamos el material en bruto y los guiamos para el buen camino. Queremos que el boxeo sea un puente para una vida más sana y saludable. Entrenar significa disciplina, constancia, vida sana, compromisos y aquí enseñamos valores y respeto. Aquí forjamos calidad humana. Así, el boxeo se muestra hostil y frio, pero se transforma de inmediato en una puerta hacia un mundo de magia y poesía. Se abre la puerta del tinglado de chapa y entre golpe y golpe, suspiro y suspiro suena Adios Nonino y todo es poesía en La Plata Boxing Club. Este articulo será leído a viva voz la noche que se inaugure el atelier social porque los sueños están para ser cumplidos.


Sobre el autor: Matías Avecilla es licenciado en Relaciones Internacionales.

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