Antisemitismo, antisionismo y el mundo musulmán. Una aclaración

Por: Claudio Heidanowski

La inesperada crisis de la diplomacia deportiva que generó el suspendido partido entre la selección de fútbol Argentina y su par Israelí, llevópor la propia masividad del deporte rey, a que tanto ciudadanos de a pie como comunicadores sociales de amplia relevancia,se explayaran sobre uno de los puntos más relevante de Medio Oriente. La masividad de la discusión, provocó inevitablemente que muchas personas expresaran sus opiniones sobre un tema verdaderamente ajeno a su cotidianeidad y que se hiciera, en forma intencionada o no, una utilización incorrecta de algunos términos (y de algunos hechos históricos) que suelen afectar fibras sensibles de determinados colectivos.

Lo primero que hay que delimitar para el opinador ocasional, es al mundo árabe. La historia de la relación entre árabes y judíos fue una relación típica entre comunidades religiosas diferentes. Y acá es necesario hacer un paréntesis: no todos los musulmanes son árabes. El país con la mayor población musulmana del mundo es Indonesia, dónde la población claramente no es árabe. Dentro del Medio Oriente, Irán, una de las principales potencias de la región y centro de la Revolución Islámica,“desciende” del Imperio Persa y su población ni siquiera habla el idioma árabe; lo hace en farsi. La historia de la religión musulmana toma, siendo la más joven de las religiones monoteístas, elementos del judaísmo y del cristianismo. Abraham es para los musulmanes del mundo un importante profeta, e incluso si uno visita el museo del Palacio de Toptaki en Estambul (el de la serie televisiva que se emitió hasta hace poco), uno puede ver entre reliquias del Profeta Mahoma, la famosa vara de Moisés. Tampoco se debe caer en la ilusión de considerar que la relación entre ambas religiones estuvo exenta de conflictos, pero no existió en el mundo árabe una situación similar a la persecución de judíos en Europa oriental durante el siglo XIX o durante el nazismo en el siglo XX.

En segundo término hay que contextualizar al sionismo. El sionismo es un movimiento político surgido a fines del siglo XIX a la par del surgimiento de los distintos nacionalismos europeos. Dentro de sus bases postulaba que la creación de un Estado judío era la única manera de terminar con siglos de persecución. Criticado en un inicio por los judíos religiosos que sostenían que únicamente la llegada del Mesías los liberaría, y por los judíos de izquierda que creían que sólo mediante el socialismo terminarían con su persecución, tuvo un reimpulso con el surgimiento del Estado de Israel en 1948. Es necesario señalar que igualmente continuaron existiendo dentro de la comunidad judía internacional quienes proponían que no era necesario un Estado judío o que proponían la creación de un Estado binacional en Palestina.

Y acá se llega a un punto clave. No hay que confundir al antisemitismo con el antisionismo. El antisimetismo, como todos saben, no se usa para referirse a aquellos que odian a los pueblos de origen semita, sino que es aceptado como odio a los judíos. El antisionismo por otro lado es la oposición a la ideología política del sionismo. El analista Pedro Brieger, señala que en ocasiones la línea que separa al antisionismo del antisemitismo puede ser muy delgada, pero en otras es muy clara. Así como criticar la política exterior de Israel no lo vuelve a uno antisemita, el descalificar la posición política de alguien por su origen judío como si todo judío fuera un “agente del sionismo” probablemente revele un profundo antisemitismo.

Tampoco hay que ser ingenuo y no percatarse que desde el Estado de Israel se suele llevar adelante una política de victimización, en la que cualquier crítica a la política israelí tiene la capacidad de convertirse en una amenaza de completa eliminación como si del nazismo mismo se tratase. Y esa política de victimización puede llevar a que incluso judíos sean acusados de auto-odio. El caso más recordado de esto es el libro “Eichmann en Jerusalén” de la filósofa judía de origen alemán (y exiliada en EE.UU.) Hannah Arendt.En la publicación de una serie de entrevistas a uno de los ejecutores de la Solución Final, se explica que el genocida nazi Eichmannno era la personificación del mal (como sostenía la versión oficial de Israel) sino un burócrata cuya interpretación de Kant lo había llevado a cumplir el contenido de las normas sin importar lo que estas dijeran. Arendtproducto de esto fue víctima de una caza de brujas orquestada por organizaciones judías que la acusaban de tener como único motivo atacar al Estado de Israel dado su “auto-odio”. Está demás aclarar que a Arendt de ninguna manera se la podía acusar de tener el más mínimo rasgo de antisemitismo.

Y aquí podemos analizar finalmente al motivo del escándalo de la Selección: el lugar dónde se iba a disputar el partido. Jerusalén es lugar clave para las tres grandes religiones monoteístas del planeta y desde hace unos años es un punto central de disputa en el conflicto palestino-israelí. Para los judíos, la expresión “el año que viene en Jerusalén” implicó durante varios siglos un lazo de unión con esa tierra en la que se encuentra el muro del Templo de Jerusalén (dónde Messi iba a tener una foto). Para los cristianos por su parte es el lugar dónde Jesús transcurrió la Pasión, fue crucificado y resucitó. La tradición musulmanaseñala que dónde hoy se encuentra el Templo de la Roca es el lugar desde el cual el profeta Mahoma ascendió alos cielos.

En vísperas de la finalizacióndel mandato británico de la región (que se encontraba bajo su poder desde la caída del Imperio Otomano), en 1947 la recientemente creada Organización de Naciones Unidas emitió la Resolución 181, que recomendaba la creación en el territorio palestino de dos estados: uno judío (para acoger a la fuerte inmigración judía-europea a la región de las décadas de 1930 y 1940) y otro árabe-palestino, para la mayoría de la población del lugar. En este diseño, Jerusalén y sus zonas aledañas quedarían bajo la administración de la propia Naciones Unidas. Sin embargo, la oposición británica y árabe a la situación desencadenó una guerra civil inmediatamente después de aprobada la Resolución. Al año siguiente, 1948, Israel declara su Independencia y así dio inicio un nuevo conflicto armado. Tras el armisticio de 1949, se delimitó la famosa “Línea Verde”, según la cual el territorio palestino era separado en dos, uno para la población judía y otro para la población árabe, esto sin dejar de mencionar la expulsión de casi la totalidad de los palestinos que habitaban el lugar producto de la guerra. La ciudad de Jerusalén de este modo quedó divida en dos, una judía y otra palestina.

Entre ese hecho y 1967, la ciudad conservó ese status de ciudad divida sin estar en las reclamaciones de manera central de ninguna de las dos partes. Sin embargo, tras la Guerra de los Seis Días en 1967, Israel ocupó la mitad oriental de la ciudad (la palestina) a la vez que anexaba una parte importante de Cisjordania, la Franja de Gaza, los altos del Golán (Siria) y la península del Sinaí (Egipto). En 1980 Israel declara a la “Jerusalén unificada” como su capital, y aunque la declaración fuera rechazada por el Consejo de Seguridad, Israel se dedicó a intentar que los principales actores externos de la región lo acompañaran en esa decisión. Fue en 1995, durante la administración Clinton, que el Congreso de los Estados Unidos declaró que se reconocía a Jerusalén como la capital del Estado de Israel. Se recomendaba además, trasladar la embajada a esta ciudad, abandonando Tel-Aviv dónde se encuentran las representaciones diplomáticas de la gran mayoría de los países. Fue Donald Trump quien en diciembre de 2017 decidió finalmente darle cumplimiento a este traslado lo que desencadenó, además de la condena de la gran mayoría de los Estados, el recrudecimiento de las protestas palestinas.

Dentro de ese marco es que se inició “La Gran Marcha del Retorno”, una serie de protestas cerca de los límites con Israel, y que, producto de las fuerzas de seguridad israelíes, desde marzo han provocado más de 100 muertos y 2000 heridos palestinos. No sería la primera vez que Argentina jugase un partido con Israel en Jerusalén (como sucedió en 1998), pero,en el contexto en el que se está desarrollando la situación, era inevitable una reacción palestina. Llevar adelante un partido con varias de las máximas estrellas del fútbol mundial como parte de las celebraciones por el 70 aniversario de la creación del Estado de Israel, y hacerlo tras el reconocimiento de Jerusalén como capital por parte de Estados Unidos, sin lugar a dudas era una idea, por lo menos,poco recomendable.

Es muy probable que la decisión de los jugadores de no presentarse al partido en Jerusalén no esté basada en ninguna de estas situaciones, aunque las protestas durante los entrenamientos y las campañas en las redes evidentemente hicieron mella en el plantel. Por suerte, pareció primar la cordura al evitar ser (aún más) parte de éste conflicto geopolítico de relevancia mundial para que los muchachos puedan focalizarse en lo que a todos nos importa. Todos los queremos concentrados y tranquilos. ¿A qué hora es el primer partido del Mundial?


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