"El sindicalismo quiere volver a formar parte de un proyecto de país"

En diálogo con El País Digital, la investigadora del Conicet Ana Natalucci analizó las corrientes sindicales y la relación que tienen con el Gobierno, las razones de la partida de Schmid de la CGT y la postura "confrontativa" de Moyano con Cambiemos.

"El sindicalismo quiere volver a participar de un proyecto de país, no solo quiere discutir cuestiones sectoriales, sino un proyecto de poder", afirma la investigadora del Conicet Ana Natalucci.

En diálogo con El País Digital, la docente y especialista en procesos de movilización política, analizó las corrientes sindicales y la relación que tienen con el Gobierno, las razones de la partida de Juan Carlos Schmid de la CGT, la postura "confrontativa" de Moyano con Cambiemos y, además, reivindicó el rol del feminismo sindical.



-Hay reacomodamientos (rupturas, pero también vueltas) en la CGT. Se fue Schmid. ¿Cómo ves esa situación?

-Tiene que ver con un proceso de mediano alcance que es el cuestionamiento al desempeño del triunvirato en vinculación a su acierto en una estrategia confrontativa con el Gobierno. En eso, me parece que la decisión de Schmid de irse ya venía desde diciembre del año pasado, cuando la UTA y la Fraternidad no adhierieron al paro después de que se sanciona la ley de reforma previsional. 

Me parece también que pasaron dos cosas que aceleraron su alejamiento: por un lado la marcha del 21F, que reaglutina un poco un sector más combativo que está dentro de la CGT. Moyano en ese momento no se había ido. Y por otro lado, el lanzamiento del Frente Sindical para El Modelo Nacional, que es con lo que todos los sectores confrontativos empezaron a abandonar la CGT, y ante la idea de quedarse solo con los "gordos" o "independientes", Schmid prefierió renunciar.

-Desde el principio del Gobierno de Macri hubo dos sectores dentro del sindicalismo: uno negociador y otro más combativo. ¿Siguen existiendo esos dos sectores o hay un realineamiento distinto?

-Yo diría que en la CGT había tres grupos. El negociador, que son los "gordos" y los "independientes". Ellos tienen una concepción muy corporativa del sindicalismo y por eso negocian. De hecho, hace poco Daer tuiteó que ellos habían logrado una paritaria muy alta sin confrontar, vanagloriándose de esa capacidad de negociar sin golpear, un poco al estilo "vandorista". Después había otro sector que sí es el confrontativo, que era la Corriente Federal, que vienen luchando desde el primer día del Gobierno, desde que empezaron los despidos en el sector público. Y también otro sector que venía de la CGT Azopardo: Moyano, Schmid, Facundo Moyano, Plaini, Piumato, que estaban como expectantes, que habían salido mal del kirchnerismo y que habían roto relaciones con el sector más confrontativo, pero que en principio tenían una posición más beligerante en lo sectorial. Moyano le hace una primer marcha al Banco Central el 20 de enero. 

Y me parece que lo que empieza a pasar desde 2016, pero sobre todo desde el año pasado con el intento de reforma laboral, es el posicionamiento de Moyano en un sector más confrontativo y eso termina de realinear espacios, porque él tiene una capacidad de tracción que no tienen otros. Para mí hubo dos eventos importantes, uno es el encuentro en Lujan, en el que participaron todas las centrales, los movimientos sociales y las pymes, y el otro cuando Pablo Moyano dice "están preparando una nueva Banelco". Me parece que eso retrotrae una idea de un Gobierno antitrabajador, antiobrero, como el de la Alianza, actualizado en la reforma laboral, y eso marcó un posicionamiento.   

-La marcha del 21F encabezada por Moyano inauguró, según vos, una nueva etapa caracterizada por el movimentismo. A más de 8 meses, ¿en qué situación se encuentra?.

-Cuando uno miraba el 21F había dos sectores claros: sectores que ya venían movilizándose y estaba Moyano, con toda la fuerza de los camioneros, que es mucha. Y me parece que lo del Frente Sindical del 20 de septiembre marca como una continuidad y una agudización de ese proceso. Lo que uno pudo ver es que existieron tres momentos en aquel acto: uno, cuando hablan secretarios generales, después secretarios regionales del interior y después cierran Palazzo, Pignanelli y Moyano. Ahí hay dos claves: por un lado los sindicalistas quieren motorizar el conflicto social, si uno pudiera pensar que en otros momentos el conflictos social estuvo liderado por piqueteros, me parece que ahora el debate es que los sindicalistas tenemos capacidad de marcar agenda y encabezar ese espacio. Y la otra cuestión es volver a participar de un proyecto de país, que es una tradición de la CGT de los argentinos, que tiene que ver no sólo con discutir cuestiones sectoriales, sino un proyecto de poder, que eso no es discutir cargo, sino eso es debatir algunas cuestiones y demandas del mundo del trabajo, como la economía, el rumbo nacional, la industrial, un perfil más productivo. Los sindicatos no piensan solamente en tener candidatos, sino en tener una propuesta más clara.

Esto me parece que es un poco la evaluación que hacen del 2001. En ese momento nadie se esperaba ese desenlace, entonces ninguna organización sindical tenía muchas propuestas, incluso sectores de élite políticas con más formación intelectual. Excepto la derogación de la ley Banelco y la flexibilización laboral, no tenían otras propuestas de qué hacer, ni siquiera con sus propias áreas. Ellos pedían cosas puntuales, por ejemplo, la reactivación del consejo salario mínimo,la reapertura de paritarias, pero era más que nada restituir instituciones que ya existían pero que habían dejado de funcionar. Hubo poca creatividad para crear nuevas instituciones, para repensar nuevas formas de trabajo, incluso en el sector industrial vinculado a las multinacionales.

"El sindicalismo quiere volver a participar de un proyecto de país, que es una tradición de la CGT de los argentinos, que tiene que ver no sólo con discutir cuestiones sectoriales, sino un proyecto de poder".


-¿Cómo ves la articulación de la CGT con los movimientos sociales?      

Hay dos cosas distintas. Si uno lo piensa en términos formales a la incorporación de la CTEP a la CGT, va a ser un proceso muy largo. Hay que pensar en alternativas porque la ley de asociaciones sindicales es muy estricta en cómo concibe al trabajador: este es un obrero que está afiliado, que hay una patronal, es un modelo muy asalariado. Pero me parece que en términos de articulación esto está aceitado. En términos de articulación callejera en el conflicto, hay un nivel de movilización que va a seguir aceitándose al calor del conflicto.  

Pero hay que resaltar que hay dos procesos distintos. Por un lado, la lógica de conflicto social, y por otro, una lógica que transforma la dinámica sociopolítica de los actores. Por ahí se juntan o van por separado, tienen temporalidades distintas. También es cierto algo que decía Grabois, que cuando uno plantea repensar la clase obrera y sus trabajadores, no significa que todo tenga que estar en la CGT. Me parece que se abrió un buen debate y las organizaciones lo están haciendo.

-La clase trabajadora se encuentra fragmentada. ¿Qué podría hacer un futuro gobierno nacional y popular para aminorar esta situación o al menos paliar sus efectos más negativos?  

-Lo que me parece es que en Argentina hay un problema que tuvo el kirchnerismo y que habría que repensar, que es una idea muy clásica de trabajo y esta idea de que solamente hay integración social mediante un trabajo formal. Me parece que hay que tener un mapa de cómo son todas las formas de trabajo hoy: autogestionadas, cooperativas, fábricas recuperadas, distintas vertientes de trabajador asalariado. Después habría que pensar en algunas políticas de institucionalización de derechos y sobre todo en términos de la prestación de seguridad social, eso vía asignaciones familiares, AUH, jubilación. Me parece que se puede hacer un puente articulador. En ese punto, yo creo que era buena la propuesta del ministerio de Economía Social, porque me parece que es una complejidad que no responde a una lógica más de mercado de trabajo que es la que se podría ocupar el ministerio de Trabajo, y por otro lado, el ministerio de Desarrollo Social tampoco funciona en términos de políticas más focalizadas vinculado con eso. El ministerio de Desarrollo Social también se crea a fines de los 90, también a partir del problema piquetero, y es producto de un cambio acerca de los planes y la cuestión estructural. Creo ahí hay mucho para pensar respecto de crear un espacio institucional donde se puedan procesar demandas específicas, que me parece es lo que no tuvo el último kirchnerismo. 


"Hay mucho para pensar respecto de crear un espacio institucional donde se puedan procesar demandas de sectores sociales específicas, que me parece es lo que no tuvo el último kirchnerismo".


-¿Qué ocurre con el sindicalismo feminista?  

-Creo tres cosas de ese proceso. Una hubo durante el kirchnerismo todo un proceso, que no lo acumuló políticamente Cristina, pero que si existió, aunque no me agrada utilizar este término, "empoderamiento femenino", que tiene que ver con la ley previsional para las amas de casa, con la ley de empleada doméstica, cuestione de salud sexual y reproductiva, la titularización de la AUH, un montón de políticas que posiciona en otras condiciones, sobre todo en los sectores populares, de independencia económica, que no es menor. Por el otro lado, está todo el proceso de revitalización sindical donde efectivamente entran muchas mujeres al mercado del trabajo, eso igual no varió tanto, pero sí hubo un crecimiento de todas las mujeres porque se incrementaron todos los empleados en relación de dependencia. Por último, lo que aconteció con el Ni Una Menos de 2015, que termina de reinstalar el problema de la violencia de género, y me parece que esta triple condición fue una oportunidad de visibilización para mujeres que venían militando en distintos sindicatos. No obstante, cuando uno mira la foto, lo que ve es una condición sindical muy masculinizada, pero para ser secretario general vos tenes que tener una carrera muy prolongada y no hay tantas mujeres en esas condiciones. 

Me parece interesante también una discusión que se da desde este año entre el feminismo popular y feminismo liberal, que tiene que ver no solo con la legalización del aborto, sino con la participación en el mercado de trabajo, con cuestiones de cuidado, con lo que ellas llaman feministas con conciencia de clase. Y también esta este proyecto de equidad salarial que se lanzó y cómo a veces el neoliberalismo a partir de agendas de género quiere impulsar reformas de mercado, ahí el género puede tener una acción muy productiva.

            

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