Agroquímicos: “Lavar frutas y verduras no es suficiente para quitar rastros”

Según dos mediciones en Rosario, entre el 30% y el 75% de esos productos muestran vestigios de tóxicos. Limpiar, hervir o pelar reduce la presencia pero no los erradica. Recomiendan buscar producción agroecológica.

Un estudio realizado en Rosario que detectó rastros de agroquímicos en tres de cada cuatro productos de verdulerías de la ciudad sembró el alerta sobre la creciente presencia en hogares urbanos de sustancias posiblemente cancerígenas que el imaginario social ubica habitualmente en las zonas rurales de la pampa húmeda, donde se producen las fumigaciones.

El análisis fue realizado en los laboratorios de la Bolsa de Comercio y acompañó a una denuncia del abogado y especialista en medio ambiente Enrique Zárate ante la Justicia federal y provincial, reclamando que el Estado intervenga para controlar la seguridad de los alimentos. El relevamiento mostró que se detectaron trazas de 11 tipos de agrotóxicos en el 75% de las muestras de frutas, verduras y hortalizas (frutilla, manzana, rúcula, lechuga, espinaca, apio, tomate, pimiento, puerro y zanahoria) tomadas ante escribanos en una verdulería del centro y otra de la zona norte rosarina.

En el primer relevamiento, realizado en noviembre del año pasado, se detectó que "el 100% de los 7 productos analizados estaba contaminado por biocidas o plaguicidas", contó Zárate a este medio. El segundo, que se llevó a cabo en abril de este año, mostró un 50% de una canasta de 12 artículos.

El ex docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) detalló que dentro de los agroquímicos hallados, hay algunos prohibidos de forma total o parcial por la ley nacional (como el clorpirifós, insecticida prohibido por el Ministerio de Salud desde 2009 encontrado en rúcula y puerro); otros que son legales en el país pero están prohibidos en la Unión Europea (por ejemplo la cipermetrina, que apareció en varias verduras de hoja) o en gran parte de los países de la región (el caso del profenefós); algunos cuyos efectos no están estudiados; y por último ciertas sustancias toleradas en Argentina pero que fueron aplicadas en mayores dosis a las permitidas por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa). Las sustancias halladas son consideradas mutagénicas, es decir que pueden producir deformidad en las células, y en algunos casos carcinógenas, o sea que causan cáncer.

El abogado responsabilizó a las diferentes áreas del Estado por los preocupantes resultados. "Encontramos productos que no tendrían que estar en los alimentos", aseguró. "El control es insuficiente y se hace de forma esporádica. Como no hay control al productor, no hay un cumplimiento de la norma", dijo el ambientalista, que aconsejó adquirir los productos en huertas orgánicas.

RESPONSABILIDADES

El País Digital consultó al respecto a Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNR, quien apuntó que el trabajo de Zárate "es serio y se viene haciendo desde hace muchos años de manera silenciosa pero metódica". Según el médico, esa tarea "ha permitido que hoy ni siquiera a nivel local se puedan hacer los distraídos respecto a lo que significa la exposición a la química que estamos sufriendo los que vivimos en estos territorios".

La investigación que acompaña a la demanda que inició el letrado, opinó el especialista, apunta a que "las autoridades encargadas de velar por la salud de los santafesinos cumplan con su tarea, es decir evitar que lleguen venenos a nuestra mesa a través de alimentos que no deberían preocuparnos al comprar y consumir. Ya que los funcionarios no están cumpliendo con esta obligación, la intención de la presentación es que la Justicia los inste a que lo hagan", explicó.

"Para nosotros esto es muy preocupante y ratifica el trabajo del doctor Damián Marino en la Universidad de La Plata, que ya en 2015 había advertido la presencia de químicos en 8 de cada 10 frutas y verduras que se vendían en la provincia de Buenos Aires". El profesional citó además el informe del Senasa que se conoció hace unos meses, "donde tuvo que reconocer que estos productos tienen una presencia química que en muchos casos están prohibidas en Europa. Por lo visto en Argentina creen que la población tiene una genética más fuerte que la de los europeos, porque autorizan a que los sigamos consumiendo", ironizó.

Más allá de que calificó al Senasa -que tiene una delegación local en Rosario- como "el organismo responsable de que estos venenos sigan estando presentes en nuestros territorios", indicó que en segundo lugar son las autoridades locales las encargadas de garantizar los estudios en los mercados desde donde se distribuyen las frutas y verduras a las verdulerías de la ciudad para evitar que los productos tengan estas cargas de agrotóxicos. "Yo no quiero que la comida que le doy de comer a mi familia esté envenenada, y es el Estado el que tiene la responsabilidad y la obligación de que los alimentos no generen riesgos a las personas al incorporarlos a su organismo", referenció.

DEFENSA

En tanto, desde la Provincia defendieron los controles que realiza el Estado para detectar abuso de agroquímicos, y destacaron que se realizan tanto en los centros abastecedores como en las quintas donde se producen los alimentos. Así lo aseveró Eduardo Elizalde, titular de la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria (Assal), quien afirmó que el organismo lleva a cabo un trabajo de "vigilancia" en los dos grandes mercados de concentración de Rosario y el de la ciudad de Santa Fe. El funcionario detalló que en los relevamientos encuentran “productos químicos que están permitidos, productos usados en otra especie (fruta o verdura) de forma no autorizada; y también aquellos utilizados por encima del límite de detección o los que directamente tienen prohibición para usarse".

Sobre a la estadística arrojada por el estudio de Estévez, que detectó agroquímicos en el 75% de los productos analizados, dijo que su organismo tiene otras cifras. En los muestreos que realiza desde hace dos años hallaron un desvío de uso o utilización excesiva de químicos de un 30%, un número que si bien es más bajo que el primero, sigue siendo preocupante. "Es alto", reconoció el médico veterinario.

Por otra parte, explicó que cuando se detecta el uso irregular de agroquímicos en esa última etapa previa a la góndola, informan al Ministerio de la Producción provincial para que éste realice una auditoría en las quintas de los productores y la violación a la norma se combata desde la producción primaria. “Es importante que si el abuso sucede en esa instancia, sea ese el lugar donde se controla", dijo, aunque señaló que allí la responsabilidad principal es del Senasa. Sin embargo, desde el organismo descartaron que sean los encargados de establecer obligaciones respecto al manejo y venta de agroquímicos a los productores primarios y apuntaron contra el Estado provincial. "En Santa Fe eso le corresponde al Ministerio de la Producción, que es el que verifica", aclaró Paola Scalise, supervisora de Higiene e Inocuidad de Productos Vegetales del Senasa en Santa Fe.

¿INOCUIDAD? 

En otro orden de cosas, y particularmente sobre la distinción de sustancias autorizadas y no autorizadas, Verzeñassi aseveró que “todas son venenos, lo cual ya desde un punto de vista médico es un problema". Si bien algunas están categorizadas como inocuas, afirmó que "ya de por sí al ser venenos son dañinas, y esto debería ser analizado en perspectiva: el DDT y el endosulfán en un momento no eran considerados tóxicos para los seres humanos, y se terminó demostrando a la larga que estas clasificaciones no eran ni cercanas a la que tienen en realidad". También mencionó entre los ejemplos "al glifosato más los surfactantes (potenciadores de los efectos del plaguicida) que está considerado por la Organización Mundial de la Salud como un químico con categoría de toxicidad 2A (moderadamente peligroso) y en el país sigue vendiéndose como clase 3 (poco peligroso)".

A modo de reflexión, apeló a recordar lo que decía Teofrasto Paracelso, un legendario médico y alquimista suizo del siglo XVI, que afirmaba que "la dosis hace al veneno" en referencia a que la toxicidad o la inocuidad depende de la cantidad en la que se utilice una sustancia. Sin embargo, aclaró, "él lo decía en el 1500, cuando todavía no existían los venenos derivados del petróleo ni la química sintética interfiriendo con los procesos biológicos. El mismo Paracelso también decía en ese momento que nada que sea bueno puede hacerse por métodos que no sean naturales. Y con eso nosotros ponemos en discusión esta frase que muchos químicos de la modernidad están usando para preservar los intereses de la industria del veneno por sobre la salud de la población", disparó.

EFECTOS

"Estos venenos son disruptores endócrinos. Esto significa que son sustancias químicas que cuando entran en contacto con organismos biológicos ejercen acciones similares a las de nuestras hormonas, pero no las mismas", desarrolló. Y agregó: "Nuestros receptores hormonales, que son las antenas que perciben la información que las hormonas transmiten, se confunden y aceptan a estas sustancias químicas como si fueran nuestras hormonas, pero que al no serlas no pueden producir los mismos procesos que deberían generarse en nuestro cuerpo. Es como si nuestro cuerpo fuese una orquesta cuyo director en vez de manejarse por la partitura hace lo que se le ocurre y en lugar de sonar una sinfonía, suena cualquier cosa", graficó. El organismo, entonces, comienza a tener problemas, "como trastornos glandulares o de la reproducción", detalló. Entre ellos, mencionó que se está investigando una posible relación con "un crecimiento de la obesidad en niños, de parejas que sufren de infertilidad, de mujeres embarazadas con problemas o niñas que se desarrollan sexualmente de forma prematura".

RECOMENDACIONES

Ahora bien, teniendo en cuenta esta realidad graficada por los entrevistados, cabe preguntarse qué puede hacerse entonces a nivel domiciliario para intentar disminuir el impacto de estos químicos dañinos para el organismo en la alimentación diaria de cada familia.

 Al respecto, desde la Assal apelaron a la “responsabilidad del consumidor” a la hora de lavar los productos antes de cocinarlos o llevarlos a la mesa para reducir su presencia, aunque es complicado erradicarlos del todo. Elizalde, titular del organismo, pidió en este sentido a la población que limpie frutas y verduras “a conciencia” con abundante agua y cepillo, en lo posible sumergidos. Sin embargo, no todos los agroquímicos son iguales: algunos permanecen adheridos o son absorbidos por los alimentos. Por ello, también recomendó pelar los que poseen piel o cáscara, como el tomate o zapallito verde. En cuanto a las verduras de hoja, recomendó dejarlas en remojo con unas gotas de vinagre o lavandina pero “por una cuestión microbiológica, no porque limpie los químicos”.

 Verzeñassi, en cambio, sostiene que esas medidas no son suficientes, y apuntó que "en algunos casos puede servir lavarlas o hervirlas, pero no resuelve el problema. Porque ante algunos venenos puede llegar a concentrar más la presencia del químico o en otras ocasiones diluirla. Por ello, no se puede hacer un instructivo general sobre qué proceso y qué cantidad de tiempo hay que limpiarlas o cocinarlas", lamentó.

Entonces, teniendo en cuenta que las prácticas para borrar el rastro químico de los productos que se consumen en el hogar no son suficientes, el docente de la Facultad de Medicina aseguró que "la única forma de quedarnos tranquilos de que lo que llevamos a nuestra mesa no esté envenenado es conocer al productor y lo que estamos comprando. En Rosario tenemos una red de huerteros agroecológicos y orgánicos, así como productores en la región que están recuperando esas prácticas. Hay que ir a la verdulería a pedir estos productos sanos para estimular su crecimiento. Mientras más le compremos a estos actores más va a crecer la oferta y la posibilidad de que cambie este paradigma", recomendó por último.

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